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B’aakal que traducido es “Hueso”. Mientras continuaba su camino lo invadía un extraño presentimiento. Era alguna clase de corazonada que lo animaba a ir adelante. Con cautela cumplía su labor de restauración de aquel antiguo templo. Lhuillier penetró a través de un corredor secreto en los subterráneos de aquella gran construcción. Se encontraba en las llamadas Grutas de Eyzies. De repente, una losa en el suelo cautivó su atención. Sin llamar la atención de sus colegas continuó limpiando aquella losa la cual se presentaba con doce agujeros obturados con piedras. Ruz Lhuillier quitó varias de las piedras que rellenaban los agujeros. Algo en su interior le decía que aquella loza era la puerta hacia otro lugar y presintió encontrarse en el lugar y momento correcto. Lhuillier metió sus dedos entre los agujeros de aquella losa y la haló. De repente notó lo que parecía ser un hueco relleno de escombros. De inmediato Lhuillier llamó a los trabajadores encargados para esa tarea.

      –¿Qué piensas pueda ser? –indagó uno de los colegas.

      –De seguro hay algo muy importante allá abajo, sea algún tesoro o alguna tumba importante. –dijo Lhuillier.

      –Señor Lhuillier, esto nos tomará algo de tiempo en lo que quitamos todos esos escombros. –dijo uno de los ayudantes.

      –No importa el tiempo que nos tome, hay que hacerlo lo antes posible. –ordenó Lhuillier.

      Lhuillier y su gente estuvieron un tiempo adelantando el trabajo, limpiando lo que parecía ser una entrada. A más de veinte metros de profundidad, los trabajadores incansables proseguían con gran entusiasmo pareciéndose conducir hacia el corazón de aquella pirámide. Pasado un tiempo, los escombros fueron quitados por completo. Con mucho entusiasmo el equipo de trabajo se dio cita en el lugar.

      –Miren, ¡allí! –dijo la asistente más joven mostrando espanto en sus ojos.

      Los ojos de todos se fijaron en una caja de piedra donde permanecían los huesos desarticulados de seis personas. Todos se miraron entre si tratando de entender el significado de aquel hallazgo.

      –¿Qué piensas es esto? –indagó uno de sus acompañantes.

      –Sacrificios humanos. –contestó Lhuillier–. Deben haber sido sacrificados con el propósito de ser los guardianes inmortales, pero ¿guardianes de qué? ¿Qué cosa importante mora en este lugar? –indagó con una mirada enigmática.

      Los colegas y estudiantes tragaron hondo y continuaron siguiendo al doctor Lhuillier.

      –Vaya, vaya, miren lo que tenemos aquí. –dijo Lhuillier señalando hacia una puerta triangular.

      Este lugar está lleno de sorpresas. –comentó uno de sus estudiantes.

      Por un largo tiempo los arqueólogos continuaron examinando aquel lugar. Tomaban notas, procuraban identificar las fechas de cuanto objeto encontraban, y pretendían descifrar las inscripciones hechas por indígenas de siglos anteriores. El corazón de todos parecía entremezclarse con las piedras de aquellas pirámides, sin embargo, la labor de desescombro duraría un tiempo para poder acceder a los misterios de aquel lugar.

      Chiapas, México

       Templo de las Inscripciones

       1952

      El señor Lhuillier retornó a la pirámide del Templo de las Inscripciones. Permanecía en su interior la sensación o corazonada que algo grande estaba por descubrir. Los ojos de todos estaban puestos en Lhuillier quien dirigía al grupo.

      –Señor Lhuillier, usted tenía razón. –dijo su asistente.

      Frente a ellos quedó al descubierto una escalera que descendía hasta las profundidades de aquella pirámide. Los ojos de todos estaban llenos de asombro y expectación. El señor Lhuillier descendió cerca de veinticinco metros por aquella escalera y sus ayudantes le seguían. Inmediatamente llegaron a un pequeño corredor. Se condujeron hacia una salita que medía tres metros y sesenta y cinco centímetros de largo y dos metros con quinces centímetros de ancho. Ellos caminaron lentamente.

      –Esto parece ser una capilla abandonada. –comentó uno de los acompañantes.

      Se podía ver en los muros adornos de figuras en bajorrelieve. Bajo sus pies, el pavimento parecía estar formado por una gran baldosa tallada que se extendía casi cubriendo todo el piso llena de jeroglíficos incomprensibles en gran manera.

      Lhuillier permaneció un momento en silencio. Su mirada se dirigió hacia el pavimento donde parecía haber un espacio vacío.

      –Vamos, hay que levantar la baldosa. –ordenó Lhuillier.

      Lhuillier se dirigió a la cripta donde descansaba un sarcófago. Aquel sarcófago era impresionante. Se mostraba en perfecto estado de conservación.

      Los ojos de todos estaban puestos en Lhuillier al notar su interés por aquel sarcófago antiguo cuya apariencia parecía pesar cerca de cinco toneladas. La losa sepulcral asombraba a todos los presentes. Era una piedra cincelada que medía unos 3,80 metros de largo y cuya anchura era de 2,20 metros. El grueso de la tapa era de 0,25. Lhuillier levantó la tapa del sarcófago y vio una cavidad sellada por un tapón ajustado. Los rostros de los que estaban allí presentes se llenaron de una expresión de sorpresa mezclada por gran regocijo. Dentro de aquel sarcófago se notaban los huesos de uno de los soberanos mayas. El cuerpo del difunto estaba cubierto de cinabrio rojo. Sobre él había joyas de jade y en sus brazos brazaletes y collares de cuentas. En cada dedo llevaba anillos de jade, el mismo material del cual estaban hechos unos misteriosos objetos que el difunto tenía en sus manos y una máscara que cubría su rostro. Los objetos que el difunto tenía en sus manos se trataban de un cubo y una esfera. Al levantar la máscara pudieron notar que aquel difunto soberano tenía la boca enmarcada de pirita pintada de rojo.

      –Señores, nos encontramos ante un acontecimiento histórico. –se dirigió Lhuillier a sus colegas mostrando gran satisfacción ante el hallazgo.

      –¿De quién se trata? –indagaron.

      –Hemos encontrado el cuerpo de K’inich Janab Pakal I, rey de Palenque. –dijo Lhuillier mostrando gran sorpresa en su rostro.

      –Esto sí que es un momento histórico. –dijo la asistente.

      –De eso no hay duda. Pakal, era conocido como el “Gran Sol” y la mayoría lo llamaban Pakal el Grande. Su gobierno sobre el estado maya de B’aakal que justamente se encontraba aquí en Palenque consiguió un nivel de esplendor impresionante en su tiempo. Junto con su hijo K’inich Kan Balam II, mejor conocido como la “Serpiente Jaguar orientado al sol” fueron los responsables de la edificación de muchos edificios en toda esta zona. –explicó Lhuillier.

      –Eso quiere decir que esta tumba lleva en este lugar más de doce siglos. –comentó uno de sus ayudantes.

      –Oigan, vean que interesante estas representaciones que aparecen en la tapa de este sarcófago. –dijo uno de los ayudantes.

      Los ojos de todos se posaron en aquel monumento. Frente a ellos se mostraba un cosmograma que representaba al propio Pakal en su viaje al inframundo.

      –Señores, estas inscripciones que han sido grabadas en piedra muestran la representación de la muerte y la resurrección y el conjunto de creencias de ultratumba. –les explicó uno de los investigadores.

      Frente a ellos la inscripción del monumento funerario del legendario Pakal. Aquellas inscripciones levantaban diversidad de opiniones en algunos investigadores. Para unos, la representación del viaje al inframundo de un antiguo gobernante soberano y para otros un enigma difícil de descifrar. Un misterio que mantendría al mundo alerta hasta el fin de los días sobre la tierra.

Parte A En búsqueda del enigma maya

       El hombre bueno es su propio amigo.”

      –Sófocles

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