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No creas todo lo que ves. Mariela Peña
Читать онлайн.Название No creas todo lo que ves
Год выпуска 0
isbn 9789875043176
Автор произведения Mariela Peña
Серия Zona Límite
Издательство Bookwire
“Miel”, la palabra le sugería dulzura, té, abejitas, naturaleza, amarillo, aguijón. Se imaginó una chica de su edad, quizás un poco más grande. Sabía que era de su barrio porque era uno de los pocos datos que podían leerse en su descripción: “La Esmeralda y Los Stones, mis lugares en el mundo”. A juzgar por sus tuits, era amante de los libros, el cine y el chocolate amargo. Escribía correctamente, con signos de interrogación y exclamación de cierre y apertura. No retuiteaba nunca nada, tampoco había fotos ni placas de frases apócrifas o cursis. Se percibía a una persona con pensamientos profundos y optimistas; no podía ser sino alguien con buen humor, una habitué de la risa. Pensó en cuánta falta le hacía una persona así en su vida, en lo bien que le haría intercambiar palabras, tiempo, ideas, con alguien así. ¿Qué puedo perder?, pensó.
A pocas palabras de empezar la charla, Miel le hablaba como si la conociera de toda la vida. Le dio algunos consejos sobre cómo manejar el asunto de Lola y Julián en las redes, pero rápidamente cambiaron de tema, se dieron cuenta de que tenían mucho en común y que por eso la conversación era tan entretenida. Pasaron las siguientes horas charlando y haciéndose compañía, mientras hacían sus cosas. Ámbar acompañó a Miel a regar el cantero de la entrada de su casa y Miel fue con Ámbar a llevar a Agua, su perrita, a dar unas vueltas por la placita de enfrente. Se sentían presentes y reales. Hablaron de Mirel Lynch, de Polo Estrada, de las series que habían visto y se recomendaban mutuamente, de sus comidas favoritas, de sus sueños, de si creían en el destino o creían en la suerte, pasaron por muchos temas. Miel le recordaba lo lindo de mantener una charla con alguien que te hace reír y hace que tu mente trabaje a tu favor, en lugar de pasar horas enroscándose en conversaciones pesadas de chusmerío, frivolidad y peleas. A cada palabra se imaginaba su cara, sus gestos, su estilo. La pensó rubia, de pelo larguísimo y flequillo cortito, anteojos hipsters, más por look que por necesidad, con un piercing en la nariz y quizás algún otro en el ombligo o en el lóbulo de la oreja, y, sobre todo, con una voz dulce, acorde a lo que sugería su user. La imaginó vestida con ropa colorida y suelta, con auriculares alrededor de su cuello, algún colgante de su banda preferida y una mochila repleta de libros, cuadernos y lapiceras. Le encantaba la idea de hacerse amiga de Miel.
Dejó el celular, agarró el banquito de madera que su papá le había hecho cuando era chiquita y que aún conservaba, y fue hasta su enorme placard. Lo abrió de par en par, se miró un buen rato en el espejo que había del lado de adentro de una de las puertas. En silencio, sin hacer ni un solo sonido, solo se observó. Se concentró en ella misma, en cada detalle. Empezó mirándose a los ojos, la nariz, los labios, las orejas. Se detuvo en el peinado que había elegido para ese día, una cola de caballo que le despejaba la cara. Miró la ropa que tenía puesta, pensó en por qué la había elegido. Qué partes le resaltaba, qué cosas escondía. Trató de fijarse en lo que le gustaba tanto como en lo que no, ejercicio que casi nunca hacía. “No seas mala con vos misma, reconciliate con todo lo que sos”, acababa de decirle una voz anónima, que podía ser cualquier persona, pero fuera quien fuera, esa noche había sido una voz amiga.
Capítulo 5
Me gustaría saber qué tiene, qué es eso que le viste que no viste en mí.
Que no viste nunca o dejaste de ver, quizás.
Ah, bueno, ya que estamos, eso también me gustaría saberlo.
Y, si no te jode, quisiera saber en qué momento la viste.
Qué estaba haciendo yo cuand… ¡no, no! mejor, que NO estaba haciendo yo cuando la viste en su… no, sé…
¿mirada, cuerpo o pensamiento?
Pará, ¿está en su mirada, en su cuerpo o en su pensamiento?
Me haría bien saber.
No es de masoquista, me duele la duda en el medio del pecho, mi amor, me arde.
La verdad es menos jodida, me la bancaría mejor, pero la duda,
¡te lo juro! la duda es terrible, porque todas las noches y todas las mañanas duele distinto.
La verdad es un toque, un pellizco, un susto.
La duda es un escalofrío que no empieza ni termina.
La verdad es que algo haya cambiado en tu corazón
o en el concepto que tenías de la alegría.
En cambio, la duda es que yo me haya equivocado
y no me dejes pedirte perdón con el corazón en las manos del alma;
es que mientras yo me olvidé de decirte que sos la pieza
más perfecta del mundo, otra persona se sirvió del regalo
de tu belleza fortuita en una esquina y te invitó un café
y te invitó a charlar
y te invitó a decirte todo eso que yo me olvidé ese día, y el anterior.
Y el anterior, ya lo sé.
No me mezquines la verdad, corazón.
No me metas en la bolsa de la afasia, ¡no me tires al tacho del olvido!
Dame la mano de tu verdad para salir de esta trampa
que nos tendió el amor.
Un texto salió de adentro suyo durante el desayuno de aquella mañana helada de julio. Entre sorbo y sorbo del café con leche que le había preparado su mamá, entre grito y grito de “¡No uses el celular en la mesa!”, de su papá. Lo escribió como lo sintió; no dudó, no corrigió. Hacía muchos días que no compartía ningún texto con sus seguidores, que se preguntaban dónde estaba “Emma”. Hablar con Miel le había hecho tan bien que sentía que se había abierto una ventana dentro de su propia mente, para que su inspiración fuera libre. Decidió dejar que la guerra que Lola había iniciado contra ella se desarrollara a sus espaldas, no quería enterarse de nada.
La mañana la atravesó lentamente. Agradeció una nueva inasistencia de Lola, la segunda en los últimos días. Con Thiago la situación estaba cada vez peor: esa mañana los dos habían evitado hasta el saludo de “buen día”. Flopi no desatornillaba su mirada de encima de ella ni por un segundo. De las pocas veces que Ámbar no pudo evitar mirar hacia la mesa donde ellos dos se sentaban, ni una sola sucedió sin que Flopi le clavara los ojos en el medio de los suyos. La intimidaba, amenazante, la acorralaba. Thiago siempre estaba con la cabeza gacha. Tras dos interminables horas de Matemáticas, salió con Ceci y Vicky al recreo, directo al bufet. Morían de hambre.
—Che, ¿vamos a ir a la fiesta de Mateo? –preguntó