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Nunca como en la actualidad el capitalismo se sintió tan amenazado e inseguro. Sin embargo, la falta de una alternativa que le haga frente y posibilite la emergencia de un proyecto anticapitalista, democrático y liberador, le da un respiro en el corto y medio plazo. A pesar de ello, las elites dominantes tienen miedo. Las protestas se han disparado en todo el mundo, sobre todo contra el capital financiero, los bancos y la manera de encarar la crisis por los gobiernos. Hoy las movilizaciones se han generalizado, expresan un descontento planetario. Lo inesperado sucede, llegando al centro del imperio; en Estados Unidos, un grupo de jóvenes toma la Plaza Libertad en Nueva York, y su acción ejemplar se extiende por todo su territorio.

      Aun así, hay que tener claro las diferencias entre las distintas expresiones de protestas. Como señala el sociólogo francés, Étienne Balibar en una entrevista concedida a Il manifesto y publicada por Rebelión.org:

      Sin duda una aclaración necesaria. En otras regiones del continente americano se producen triunfos electorales impensables en el siglo XX. En Bolivia y Ecuador, movimientos políticos nacidos abajo a la izquierda se consolidan en el poder y con principios que se fundamentan en una noción de ciudadanía activa, Sumak Kawsay o buen vivir, en los cuales se reconocen los derechos a la naturaleza, se plantea la soberanía alimentaria y se defiende la planificación para el desarrollo con pensamiento propio. Su existencia está mal vista y son un mal ejemplo, por esta razón se les ataca. La estrategia es desestabilizar, desacreditarlos y no dejar que la experiencia se extienda como alternativa y ejemplo para otras fuerzas de izquierdas para romper con el capitalismo dependiente.

      Definidos como gobiernos penetrados por el terrorismo internacional, el capitalismo transnacional y las instituciones sobre las cuales asienta su poder, acaban por justificar presiones, amparar bloqueos y legitimar golpes de Estado. Honduras es la experiencia más reciente.

      En América Latina, la derecha internacional informa que en la triple frontera entre Argentina, Brasil y Paraguay «aumenta la inquietud por la actividad terrorista de los grupos islamistas al ser un centro neurálgico de financiación, tanto como de la venta de armas, drogas y contrabando [...] Europa debe hacer ver que América Latina está inmersa en la amenaza de Al-Qaeda y es su objetivo». Con esta laxitud en la definición de terrorismo resulta fácil deshacerse del opositor incómodo. Baste pensar en cómo se califica la resistencia del pueblo palestino. Las presiones son continuas. Un ejemplo más en esta dirección es la respuesta de Estados Unidos y sus aliados, una vez aceptada la incorporación de Palestina en la UNESCO. El gobierno presidido por Barack Obama dio la orden de no pagar sus cuotas, generando un colapso en la organización. Mientras tanto, Israel calificó la decisión como un atentado a la paz mundial. Esta actitud de rechazo a cualquier apoyo de instituciones internacionales reconociendo al pueblo palestino su derecho a participar en ellas ha sido una constante.

      En época de crisis el capitalismo busca introducir cambios en su organización y estructura a fin de evitar el colapso. Sus arquitectos, ingenieros y vigilantes hacen que las piezas del mecanismo funcionen bien engrasadas y sincrónicamente. Los diques deben estar en perfecto estado de conservación. El caudal controlado, los imprevistos considerados y las grietas selladas.

      Adelantarse a los acontecimientos es el trabajo de los planificadores del capitalismo. Controlar la lucha de clases alarga la vida del dominador. Pero lo imprevisible es parte de la política, el futuro no puede ser clausurado con un diseño de escritorio. Lo saben cuando utilizan modelos matemáticos de ecuaciones no lineales y lo aplican a la teoría del riesgo en lo político.

      El capitalismo es un orden político y responde a la voluntad de los individuos que lo articulan. Y como aprendices de brujo, los capitalistas desatan fuerzas incontrolables, disminuyendo su capacidad para absorber conflictos. De esa manera, el dique se resquebraja hasta producir un fallo generalizado. Lo que en principio podría parecer una nimiedad puede acabar cuestionando el sistema. En estas circunstancias, los llamados atractores juegan un papel destacado. Son los factores considerados desencadenantes de las crisis. Esa gota que desborda el vaso.

      Los atractores funcionan y están presentes en todos los movimientos sociopolíticos emergentes. Son los llamados acoplamientos estructurales que amplifican y someten las crisis a una tensión imprevista y muchas veces incontrolable. En Túnez, Mohamed Bou’aziz, un joven graduado de informática que trabajaba vendiendo frutas y verduras con

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