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Empecé trabajando como niñera para una familia en París. Luego los niños se mudaron al sur de Francia, por lo que pasé un tiempo en el Reino Unido en diciembre.

      Cassie sentía el rostro acalorado. Su historia estaba plagada de incongruencias. Si la señora Rossi cuestionaba su versión, descubriría rápidamente que Cassie no le había contado toda la verdad. Pero, para su sorpresa, la empresaria parecía satisfecha.

      –Te explicaré un poco el trasfondo de mi situación. Me divorcié hace unos meses, y aunque  pude trabajar desde casa por un tiempo, el negocio se ha vuelto demasiado ajetreado ahora. Nos hemos expandido a varios mercados nuevos y hemos adquirido más marcas. Por supuesto que planeábamos este crecimiento, pero ocurrió más rápido de lo que esperábamos. Mi madre se mudará para aquí para cuidar de las niñas, pero necesita tiempo para prepararse y empacar. Así que te necesitaré por tres meses. Residirás aquí, por supuesto. Las niñas se comportan bien y tenemos una cocinera y un chofer, por lo que no será una gran carga de responsabilidad.

      Cassie tragó.

      –¿Cómo son las niñas? ¿Podría contarme más acerca de ellas, por favor?

      –Dos niñas de ocho y nueve años. Nina es la mayor y Venetia la menor. Se comportan muy bien.

      Como la señora Rossi parecía no tener mucho más que decir acerca de las niñas, Cassie se armó de coraje para preguntarle.

      –¿Quizás podría conocerlas y ver si congeniamos  antes de decidir?

      No sabía si la señora Rossi consideraría irrespetuosa la pregunta, luego de haber puesto las manos en el fuego por el comportamiento de sus hijas.

      La empresaria asintió.

      –Por supuesto. Recién deben haber regresado de la escuela. Sígueme.

      Se levantó y salió de la sala con Cassie siguiéndola apresuradamente.

      Cassie estaba deslumbrada por el aire autoritario esta mujer. Si esto era lo que se necesitaba para dirigir una empresa internacional exitosa, no podía imaginarse jamás haciendo lo mismo. Jamás de los jamases. No era una persona de esa talla, no tenía la misma presencia autoritaria.

      Afortunadamente, creía que le había agradado a la señora Rossi. En todo caso, no parecía producirle un desagrado implícito, que era lo que había percibido hacia sus empleados franceses.

      Se dirigieron por la escalera de mármol hacia arriba. La casa estaba construida en forma de herradura con dos alas principales. Las habitaciones de las niñas estaban arriba, a la derecha de la herradura.

      El clic de los tacos de Ottavia Rossi en el piso de azulejos hacía suficiente ruido para advertir a las niñas que estaba llegando, y Cassie se impresionó al ver a dos niñas de cabello oscuro salir de sus habitaciones y ubicarse una al lado de la otra, esperando, mientras se acercaban.

      Llevaban vestidos elegantes de manga larga que parecían idénticos excepto por el color, uno era amarillo y el otro azul. Sus mocasines de colores vivos hicieron que Cassie se preguntara si Rossi Shoes tendría una línea para niños, y de ser así, si esos zapatos eran parte de esta.

      –Niñas, quiero que conozcan a Cassie —dijo la señora Rossi—. Está aquí por una entrevista y quizás las esté cuidando en las próximas semanas. ¿Quizás quieran saludarla y responder sus preguntas?

      –Buenas tardes, encantada de conocerte —dijeron las niñas al unísono y a Cassie le sorprendió que su inglés era excelente.

      La niña más alta dio un paso adelante.

      –Soy Nina.

      Extendió una mano y Cassie la tomó sorprendida ante el saludo formal.

      –Soy Venetia —dijo la menor.

      Cassie le dio un apretón a su mano pequeña y cálida. Aunque esta organización le resultó un poco incómoda, y paradas formalmente en el corredor no era lo ideal para hablar y relajarse, sabía que necesitaba demostrar que era una persona simpática y agradable.

      Les sonrío a las niñas.

      –Ambas tienen nombres hermosos.

      –Gracias —dijo Nina.

      –¿Fueron a la escuela hoy?

      Venetia parecía ansiosa por responder.

      –Sí. Hacemos la tarea en la tarde. Es lo que estamos haciendo ahora.

      –Vaya, son muy buenas niñas. ¿Cuál es su materia preferida en la escuela?

      Las niñas intercambiaron una mirada.

      –Inglés —dijo Nina.

      Venetia hizo una pausa.

      –A mí me gusta la matemática.

      Cassie estaba asombrada. Claramente, esto era lo que se necesitaba para ser exitosa, disciplina y pasión por el estudio desde temprana edad. Podía ver que estas niñas ya seguían los pasos de su madre y podía visualizar el camino dorado de su futuro.

      Supuso que estas niñas tenían oportunidades que ella nunca habría podido imaginar. Por un momento, Cassie se preguntó cómo sería nacer con un amor por el estudio y ser las herederas de un imperio de la moda.

      –¿Qué hay de sus actividades? ¿Qué les gusta hacer afuera de la escuela?

      Nuevamente, las niñas intercambiaron una mirada.

      –Yo disfruto de mis clases de canto —dijo Nina.

      –A mí me gusta montar a caballo. Ambas vamos a clase los domingos —agregó Venetia.

      –Suena increíble —dijo Cassie y la impresión de sus vidas se amplió.

      Estas niñas no solo eran motivadas e interesadas en el estudio, sino que también eran capaces de dedicarse a actividades con las que Cassie apenas había soñado poder solventar.

      Se dio cuenta de que esta familia, en su hogar moderno y a la vez refinado, se parecía a las que ella leía en las revistas satinadas de la peluquería. Eran la élite de la sociedad y le resultaba excitante y bastante agobiante relacionarse con ellas.

      El único defecto en su vida perfecta debió haber sido el divorcio, y Cassie se preguntó cómo habría sido el esposo de la señora Rossi. Era de suponer, al ver que el imperio Rossi estaba liderado por su lado de la familia, que ella había vuelto a su apellido de soltera luego del divorcio, o nunca lo había abandonado. Se preguntó si las niñas habrían estado traumatizadas por el divorcio y si pasarían tiempo con su padre. Estas eran preguntas que tenía que hacerle a la señora Rossi, o incluso a las niñas, pero no ahora.

      Con sorpresa, Cassie se dio cuenta de que estaba pensando en el futuro, como si en su mente ya hubiese decidido aceptar el trabajo.

      Las niñas la miraban con expectativa. No se había movido de sus posiciones. Era como si estuviesen esperando su permiso para marcharse, y la volvió a impresionar su autocontrol.

      –Muchas gracias por hablar conmigo —dijo ella—. Ha sido un placer conocerlas. ¿Deben seguir con su tarea ahora?

      –Vayan, niñas —dijo la señora Rossi, y desaparecieron hacia sus habitaciones.

      Mientras volvían por el corredor, Cassie no pudo evitar halagarlas.

      –Son asombrosas. Nunca conocí a niñas tan obedientes y disciplinadas. Y también con tanto amor por el estudio, debe estar muy orgullosa de ellas.

      La señora Rossi parecía encantada mientras respondía.

      –Son un trabajo en curso, como cualquier niño —dijo ella—. Algún día heredarán un negocio, por lo que me esfuerzo por inculcarles valores adecuados.

      Descendieron por la alta escalera y volvieron al estudio.

      –Entonces, ahora que has conocido a la familia, hablaremos de tu puesto —dijo ella—. Eres la primera en llegar; luego de la equivocación de Abigail con los empleos no pudimos contactarnos con muchos más candidatos. Pareces competente y las niñas parecen interactuar bien contigo. Si quisieras la asignación, te la puedo ofrecer. Deberás

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