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de que la señora Rossi pensara que era una persona con la talla suficiente para cuidar de sus dos hijas excepcionales. Ni siquiera le había preguntado los números de teléfono para verificar sus referencias.

      –Considero que cada oportunidad abre una puerta —continuó la señora Rossi—. Si eres competente en este puesto, podrás tener otras oportunidades en el futuro. Ofrecemos puestos para pasantes regularmente, por lo que si quisieras quedarte en Italia por más tiempo luego de que finalice esta asignación y trabajar en el mundo de la moda, es muy probable que eso se pueda arreglar.

      A Cassie el corazón le dio un vuelco. Esto era más que una asignación temporal. Podría ser la orientación de su futura carrera y una forma de aumentar las posibilidades de encontrar y reconectarse con Jacqui.

      Se imaginó a ella y a su hermana, ambas con trabajos exitosos en la industria de la moda, rentando un apartamento espléndido en un vecindario pintoresco y costoso. Por la noche podrían hablar sobre sus días de trabajo, turnarse para cocinar antes de ir a la ciudad para bailar y disfrutar.

      Cuanto más lo pensaba más entusiasmada estaba que esta asignación se hubiese cruzado en su camino. Ya que era mucho más que un simple trabajo como niñera, no había forma de que pudiera rechazarlo. Tendría que dedicarse en cuerpo y alma, y asegurarse de hacerlo perfectamente, porque era una oportunidad que le cambiaría la vida.

      –Una pasantía suena excitante y es algo que me encantaría hacer en el futuro. Estaré encantada de aceptar el puesto de niñera ahora. Gracias por ofrecérmelo —dijo ella.

      La señora Rossi sonrió levemente.

      –En ese caso, estás contratada. ¿Trajiste tus pertenencias?

      –Están en mi auto.

      –Una de las criadas te ayudará a llevar todo a tu habitación. Esta noche, las niñas y yo visitaremos a mi madre, por lo que cenaremos en su casa. Es la noche libre de nuestra cocinera, pero hay un servicio de entrega de comida disponible. Los menús están en el cajón de la cocina. Ordena lo que quieras y llama desde nuestro teléfono de línea. Hacen las entregas en media hora y lo agregarán a nuestra cuenta.

      –Gracias —dijo Cassie.

      –Debo informarte acerca de una regla muy importante.

      Se inclinó hacia delante y Cassie se encontró haciendo lo mismo.

      –Por favor, no dejes que nadie entre a la casa a menos que haya confirmado quién es. Vivimos en un vecindario pudiente, pero desafortunadamente la delincuencia está en todos lados. Ya hemos sido el objetivo de asaltantes y ladrones. Con dos niñas, el secuestro y el tráfico siempre son una amenaza, por lo que necesito que estés al tanto. A menos que esperes una entrega, no permitas que entren extraños. ¿Lo entiendes?

      Cassie asintió, sintiéndose nerviosa al pensar en que las niñas fueran un objetivo. Gracias a su experiencia reciente en el centro de Milán, sabía que este tipo de crimen era un riesgo real.

      –Lo entiendo. Estaré alerta —dijo ella.

      –Bien. Te veré mañana —confirmó la señora Rossi.

      Tomó el intercomunicador, presionó un botón y habló breve y rápidamente en italiano antes de devolverlo a su lugar.

      –La criada está en camino —le dijo a Cassie.

      En ese momento, sonó el teléfono celular de la señora Rossi.

      –Ciao —respondió ella en todo impaciente.

      Presintió que sería maleducado e irrespetuoso escuchar la conversación, por lo que Cassie se levantó rápidamente y se dirigió hacia la puerta para esperar afuera a la criada.

      Mientras dejaba la sala, escuchó a la señora Rossi decir severamente

      –¿Abigail?

      Cassie recordó que esa era la mujer que le había dicho que el empleo de niñera ya estaba ocupado.

      Hubo una pausa y luego Cassie escuchó que hablaba de nuevo en voz alta y llena de furia.

      –Te equivocaste, Abigail. Eso es inaceptable, al igual que tus disculpas. No vendrás a trabajar mañana. ¡Estás despedida!

      CAPÍTULO SIETE

      Cassie se alejó lentamente de la puerta de la oficina con la esperanza de que la señora Rossi no se hubiese dado cuenta de que ella había estado escuchando. Se sentía profundamente conmocionada. ¿La joven empleada había sido despedida por un malentendido en relación a un aviso de empleo?

      Esa no podía ser toda la historia. Debía haber otras cosas que había hecho mal. En cualquier caso, eso esperaba Cassie. Se dio cuenta con un escalofrío que quizás esto era lo que se necesitaba para construir un imperio, y por eso tan poca gente lo lograba. Los errores y las excusas eran inaceptables. Eso quería decir que debía mantenerse alerta todo el tiempo y hacer lo posible para no equivocarse.

      Se podía imaginar haciendo algo mal y que la señora Rossi le gritara palabras despiadadas y le ordenara que empacara sus cosas y se marchara. Había sonado furiosa, como una persona totalmente diferente. Cassie no pudo evitar sentir pena por la desafortunada Abigail, pero se recordó que no le correspondía juzgar la situación y no sabía nada del trasfondo de su relación.

      Cassie se alegró al ver que llegaba la criada y que podía alejarse de la furiosa conversación unilateral que aún podía escuchar desde adentro de la oficina. La mujer uniformada hablaba en italiano, pero pudieron comunicarse por medio de señas.

      Salieron del estacionamiento y la mujer le mostró a Cassie en dónde debía estacionar, en un área protegida detrás de la casa. Le entregó las llaves de la puerta de entrada con un control remoto que manejaba la puerta de hierro, y luego la ayudó a cargar sus bolsos al piso de arriba.

      Cassie dobló a la derecha automáticamente, dirigiéndose hacia las habitaciones de las niñas, pero la criada la llamó.

      –¡No! —le dijo, y Cassie se alegró de que esta palabra fuese la misma en italiano.

      La criada apuntó al corredor del otro lado de la herradura.

      Cassie cambió de dirección, confundida. Había asumido que su habitación estaría cerca de las de las niñas, para poder atenderlas si la necesitaban durante la noche. Del otro lado de esta casa enorme no podría escucharlas si lloraban. En realidad, la habitación de la señora Rossi, en el centro de la herradura, estaba más cerca.

      Sin embargo, ya había visto lo independiente que eran las niñas para su edad, y quizás eso quería decir que no necesitaban ayuda durante la noche o, por el contrario, que tenían la seguridad suficiente para cruzar la casa e ir a llamarla.

      Su enorme dormitorio con baño en suite estaba ubicado al final de la otra ala de la herradura. Miró por la ventana y vio que las habitaciones tenían vista al jardín y al patio, con una fuente decorativa en el centro.

      Del otro lado podía ver las ventanas de los dormitorios de las niñas y, en realidad, a la luz del atardecer, podía distinguir la cabeza oscura de una de las niñas, sentada en un escritorio y ocupada con su tarea. Como las niñas tenían coletas idénticas y una altura similar, no podía adivinar cuál de ellas era y el respaldo de la silla no le permitía ver el vestido, lo que la hubiese ayudado. Aún así, era bueno saber que podía verlas desde su lejana habitación.

      Cassie quería cruzar la herradura e ir a conocer mejor a las niñas, para asegurarse de empezar con el pie derecho con ellas.

      Sin embargo, estaban haciendo su tarea y luego iban a salir con su madre, por lo que tendría que esperar.

      En su lugar, Cassie desempacó y se aseguró de que su habitación y los armarios estuvieran ordenados.

      La señora Rossi no le había preguntado si tomaba alguna medicación, por lo que Cassie no tuvo que mencionar todas las pastillas para la ansiedad que la mantenían estable.

      Guardó las botellas fuera de vista en el fondo del cajón de su mesa de noche.

      Cassie no había esperado que su primera noche en la casa estuviera sola. Se dirigió hacia la cocina

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