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mesa de madera recorría el centro de la tienda de campaña y sus patas desaparecían en la tierra. Había una cama grande atrás, en el rincón de la derecha. Me pregunté si era ahí donde vivía Micah. Había dos fosos para hogueras rodeados de piedras en cada lado de la tienda de campaña, con huecos para el humo cortados en la tela encima de ellos.

      —No tenemos tiempo para mostrároslo todo —dijo Micah—. La CAHR llegará pronto y esta vez seguramente traerá artillería pesada.

      —¡Hurra, hurra!

      Brinqué al escuchar los gritos repentinos de alegría y me di la vuelta para ver a varios Reiniciados de la reserva detrás de nosotros. Íbamos a tardar un rato en acostumbrarnos a esa afición por dar de gritos al azar.

      —Voy a conseguiros armas a todos, haremos una visita muy veloz y os asignaré una ubicación.

      Se dio la vuelta y comenzó a coger pistolas de la repisa.

      —Esta vez —dijo Callum en voz baja.

      Lo miré.

      —¿Qué?

      —Ha dicho esta vez. Como si la CAHR hubiera venido antes aquí.

      —Han venido aquí varias veces —dijo Micah, entregándome una pistola—. Siempre ganamos.

      Cogí la pistola, arqueando las cejas.

      —¿Siempre?

      —Cada vez —Micah le ofreció una pistola a Callum.

      Callum miró el arma y luego a mí, y por un momento pensé que no iba a cogerla. Las pistolas no iban con Callum. Yo había tenido que escapar de la CAHR con él porque se negó a usar una para matar a un Reiniciado adulto. La CAHR no encontraba sentido a tener Reiniciados que no siguieran las órdenes.

      Pero cogió la pistola de Micah sin decir palabra. Yo dudé que la llegara a usar.

      —¿Por qué regresarían si siempre ganáis? —pregunté mientras él seguía repartiendo pistolas y municiones adicionales.

      —Se reagrupan, tratan de ver lo que han aprendido y vuelven a intentarlo. Se han vuelto más listos. Ya ha pasado casi un año desde el último ataque.

      Micah salió de la tienda dando zancadas y lo seguimos.

      —Ésa es una de las razones por las que no construimos muchas estructuras permanentes —gesticuló hacia las tiendas—. Las bombas derribarán muchas cosas hoy.

      —¿Las bombas? —repitió Callum.

      —Sí. Detendremos algunos de los transbordadores en el aire, pero es de esperar que haya bombardeos —Micah se detuvo cerca del foso para la hoguera y se dio la vuelta hacia nosotros—. Está bien. Vienen del Sur en transbordadores. Vosotros os quedaréis aquí con la segunda oleada. Proteged la reserva, no muráis. Es lo único que tenéis que hacer. Si perdéis una parte del cuerpo en el bombardeo, tenemos un montón de estuches con repuestos para que os la vuelvan a coser. No cojáis partes del cuerpo de otra persona, a menos que sepáis que ya está muerta.

      El rostro de Callum se retorció.

      —¿En serio? ¿Podemos simplemente volver a ponernos distintas partes del cuerpo?

      —Sí —dije—, si te las coses con la suficiente rapidez. Es como cuando se te rompe un hueso. Lo vuelves a poner donde debería estar y se reconecta.

      —Qué asco —me miró horrorizado—. ¿Alguna vez te ha pasado eso?

      —Sí, una vez perdí unos dedos en una misión. No es tan terrible. Eso sí, es una sensación rara cuando te los vuelves a poner.

      Callum hizo una mueca de dolor mientras examinaba sus propios dedos.

      Micah se carcajeó mientras daba un paso hacia mí.

      —¿Novato?

      —Sí —contesté. A veces olvidaba que Callum sólo llevaba unas semanas en la CAHR antes de que yo me las ingeniara para escapar y salvarle la vida. Este último mes parecía más un año.

      —¿El novato querrá quedarse aquí con la segunda oleada? Porque voy a poner a todos los Reiniciados de Austin en una tercera oleada al fondo de la reserva, excepto vosotros. No os quiero echar al fuego y asustaros el primer día que estáis aquí.

      Vacilé. Mire a Callum. Él estaría más seguro en la tercera oleada. Yo estaría más segura en la tercera oleada, pero me imaginaba que nadie creería eso. Los Reiniciados fuertes tenían que estar en el frente. Mi mirada se cruzó con la suya y asintió como si me entendiera.

      —Está bien —le dijo a Micah—, iré con los otros Menos-Sesenta.

      Callum comenzó a alejarse y le di la mano. Me aparté de Micah.

      —Úsala si lo tienes que hacer, ¿vale? —le dije en voz baja, señalando con la mirada la pistola.

      Asintió, pero nuestras definiciones de si lo tienes que hacer quizás eran muy distintas. Lo más seguro era que ni le quitara el seguro.

      Me apretó la mano y sus ojos oscuros se suavizaron cuando me miró.

      —Ten cuidado.

      Me lo quedé mirando mientras se alejaba; deseaba haberle dicho que escapáramos. Quizás habría estado de acuerdo.

      —Wren, ¿quieres venir conmigo? —preguntó Micah. Miró a los otros Ciento-Veintes—. Vosotros quedaos aquí.

      Me giré para mirar a Beth rápidamente. Era el número más alto de las instalaciones de Austin, pero en el camino me contó que sólo había Reiniciado hacía cinco meses. Parecía estar más cómoda ofreciéndose como la voz de los Reiniciados de Austin y yo no estaba muy segura de cómo la hacía sentir prepararlos para la batalla. Su mirada era neutral, pero enredaba con frenesí un mechón de pelo alrededor de uno de sus dedos.

      —¿Te parece bien quedarte aquí para la segunda oleada? —le pregunté en voz baja. Tragó saliva, su expresión era incierta.

      —Sí.

      Un tipo de pelo oscuro dio un paso adelante, con la expresión tranquila y reconfortante.

      —Os pondremos al tanto de lo que esté pasando.

      Beth asintió y me hizo un gesto para que me fuera. Corrí para alcanzar a Micah. Lo seguí fuera de la reja de la reserva y me giré para ver la primera oleada de Reiniciados. Ahora estaban relajados, apoyados en la barda de madera y charlando. El ambiente era tranquilo, pero lleno de expectación. Siempre había disfrutado la emoción de perseguir y luchar, así que casi podía entender cómo algunos de ellos se mostraban ansiosos por la pelea. Hacer acopio de emoción ayudaba a mantener el miedo a raya.

      —¿Qué tal eres para pilotar ese transbordador? —preguntó Micah. Se detuvo y entrecerro los ojos para mirar en la distancia.

      —Buena, excepto por el aterrizaje. El mío quedó bastante golpeado.

      —Haremos que otra persona lo pilote, entonces. Tú y yo nos iremos en un transbordador y trataremos de disparar a todos los que podamos en el aire antes de que lleguen aquí —me miró con aprobación—. Qué estupenda idea, robar los transbordadores de la CAHR para escapar. ¿Cómo lo hicisteis?

      —Nos ayudaron los rebeldes. Tony y Desmond y algunos más. Los conoces, ¿no?

      Micah se rio, aunque no estaba del todo segura de por qué.

      —Sí, los conozco desde hace tiempo. Unos tipos muy serviciales.

      A decir verdad, tipos muy serviciales se quedaba corto. No habría logrado entrar en las instalaciones de Austin para conseguir el antídoto para Callum de no haber sido por ellos. Sin duda, sin ellos no habría podido liberar a todos los Reiniciados y escapar. Y probablemente ya les debía algo. Qué mala suerte.

      Micah caminó de un lado a otro mientras esperábamos los transbordadores y hablaba de vez en cuando

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