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de Filosofía natural en la Universidad de Edimburgo. No era en Filosofía moral como hubiera gustado al ilustrado escocés, pero se tomó seriamente su nueva responsabilidad y pronto elaboró su manual, que contenía las lecciones que impartía en sus clases. Sin embargo, a pesar de sus esfuerzos por enseñar los contenidos de la filosofía natural y de sus buenas relaciones con los científicos de esta área del conocimiento, Ferguson siguió inclinado por estudiar y escribir sobre temas propios de la filosofía política y moral y en 1764 logró una de sus metas, hacerse con la cátedra de Filosofía moral de la Universidad de Edimburgo. Rápidamente se convirtió en un profesor de prestigio, sus clases llegaron a ser muy populares y en pocos años triplicó el número de alumnos que acudía a ellas. Su fama fue tal que algunos autores subrayan que durante un tiempo se convirtió en «el más acreditado de los profesores y filósofos de la época»[8].

      Asentado como profesor y con una buena reputación a cuestas comienza su producción científica. En el otoño de 1766 Alexander Kincaid y John Bell se convierten en los editores de su manual Analysis of Pneumatics and Moral Philosophy. For the Use of Students in the College of Edinburgh, que recogía parte de sus lecciones impartidas en clase. Este trabajo fue revisado, actualizado y modificado por Ferguson en varias ocasiones a lo largo de su vida. Primero apareció con el título antes mencionado, más tarde con algunas modificaciones como Institutes of Moral Philosophy y finalmente, tras una reestructuración en profundidad, en dos volúmenes como Principles of Moral and Political Science.

      Es conveniente subrayar que Ferguson no tiene la refinada pluma de Hume o Smith y que algunas veces pareciera que su discurso es superficial y pedestre. Sin embargo, en sus obras encontramos momentos de enorme brillantez, originalidad e imaginación. Ferguson no es, como algunos han considerado, un simple profesor que casualmente vivió en la época de Smith y de Hume, sino que es un pensador de la misma talla y con propuestas oportunas e innovadoras, alguien que discutió al mismo nivel con ellos, alguien que les apoyó en diversas ocasiones, incluso alguien que les ayudó a dar forma a algunas de sus ideas, más aún, alguien que les impresionó favorablemente.

      Las seis partes del Ensayo comprenden una narración del crecimiento y el deterioro de la humanidad, pero sin que ello signifique necesariamente la defensa de un modelo circular de historia. En la primera parte, De las características generales de la naturaleza humana, Ferguson presenta argumentos para sostener que el hombre es ineludiblemente un miembro de la sociedad. Las siguientes dos partes, De la historia de las naciones rudas y De la historia de la política y las artes, intentan ordenar la multiplicidad de formas que puede adoptar la sociedad utilizando como herramienta explicativa la teoría de los estadios. Conviene subrayar que no estamos aquí ante una simple narración sobre el progreso; Ferguson constantemente advierte sobre la inmanente tensión entre el progreso material y el avance moral. Esta última coordenada de la tensión constituye el núcleo de las siguientes tres partes y Ferguson va desplegándola de manera gradual, primero hace un examen del escenario y progresivamente va advirtiendo sobre sus peligrosos alcances. Los epígrafes son reveladores de las nocivas condiciones con las que pueden encontrarse y enfrentarse las sociedades pulidas: De las consecuencias que resultan del avance de las artes comerciales y civiles, De la decadencia de las naciones y De la corrupción y de la esclavitud política.

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