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el idiota que cavó este hoyo?”, espetó ella. “Si es así, no es nada gracioso. ¡Sácame de aquí!”.

      Le sorprendió darse cuenta de que estaba llorando.

      “¿Cómo?”, preguntó el hombre.

      Courtney se estiró, extendiendo su brazo lo más que pudo.

      “Toma mi mano y jálame”.

      “No creo que pueda alcanzarte”.

      “Claro que sí puedes”.

      El hombre se echó a reír. Tenía una risa agradable y amable. Aun así, Courtney deseaba poder ver su rostro.

      “Yo me encargo de todo”, dijo él, alejándose del hoyo.

      Ya no podía verlo. Luego oyó metal y chirridos detrás, y sintió un gran peso sobre ella.

      Jadeó y escupió hasta que comprendió que el hombre había vertido tierra sobre ella.

      Sintió sus manos y piernas enfriarse, una señal de pánico.

      “No te asustes”, se dijo a sí misma.

      Aunque no entendía lo que estaba pasando, tenía que mantener la calma.

      Ella vio que el hombre estaba de pie con una carretilla inclinada sobre el hoyo. Un poco de tierra restante cayó de la carretilla sobre su cabeza.

      “¿Qué estás haciendo?”, gritó.

      “Relájate”, dijo el hombre. “Como dije, yo me encargo de todo”.

      Se llevó la carretilla. Entonces oyó un golpeteo sordo.

      Era el sonido del hombre echando más tierra en la carretilla.

      Ella cerró los ojos, respiró profundo, abrió la boca y dejó escapar un grito largo y agudo.

      “¡Ayuda!”.

      Entonces sintió un puñado de tierra pesado directamente en su cara. Un poco de tierra entró en su boca, y ella se atragantó y la escupió.

      Su voz aún amable, el hombre dijo...

      “Me temo que vas a tener que gritar mucho más fuerte que eso”.

      Luego, con una risita, agregó...

      “Apenas puedo oírte”.

      Ella soltó otro grito, sorprendida por la intensidad de su propia voz.

      Entonces el hombre vertió la nueva carretilla llena de tierra sobre ella.

      No pudo volver a gritar. Su garganta estaba obstruida por la tierra.

      Fue inundada por una sensación extraña de deja vu. Había experimentado esto antes, esta incapacidad para huir del peligro o incluso gritar.

      Pero esas experiencias solo habían sido pesadillas. Y siempre había despertado de ellas.

      Sin duda, esto no era más que otra pesadilla.

      “Despierta”, se dijo a sí misma una y otra vez. “Despierta, despierta, despierta...”.

      Pero no podía despertar.

      Esto no era un sueño.

      Esto era real.

      CAPÍTULO UNO

      La agente especial Riley Paige estaba trabajando en su escritorio en el edificio de la UAC en Quántico cuando un recuerdo no deseado le llegó de golpe...

      Un hombre de piel oscura estaba mirándola fijamente con ojos vidriosos.

      Tenía una herida de bala en el hombro, y una herida mucho más peligrosa en el abdomen.

      Con una voz débil y amarga, le dijo a Riley...

      “Te ordeno que me mates”.

      La mano de Riley estaba sobre su arma.

      Debería matarlo.

      Tenía buenas razones para hacerlo.

      Aun así, ella no sabía qué hacer...

      La voz de una mujer sacó a Riley de su ensoñación.

      “Parece que tienes algo en mente”.

      Riley levantó la mirada de su escritorio y vio a una mujer afroamericana joven con cabello corto y lacio de pie en la puerta de su oficina.

      Era Jenn Roston, quien había sido la nueva compañera de Riley en su caso más reciente.

      Riley se sacudió un poco.

      “No es nada”, dijo.

      Los ojos de color marrón oscuro de Jenn estaban llenos de preocupación.

      Ella dijo: “Estoy bastante segura de que no es nada”.

      Cuando Riley no respondió, Jenn dijo: “Estás pensando en Shane Hatcher, ¿verdad?”.

      Riley asintió sin decir nada. Había tenido muchos recuerdos últimamente, recuerdos de su terrible enfrentamiento con el hombre herido en la cabaña de su padre muerto.

      La relación de Riley con el preso fugado se había arraigado en un vínculo extraño y retorcido de lealtad. Pasó cinco meses prófugo, y ella ni siquiera había tratado de restringir su libertad, no hasta que empezó a asesinar a personas inocentes.

      Ahora era difícil para Riley creer que ella lo había dejado en libertad durante tanto tiempo.

      Su relación había sido inquietante y muy oscura.

      De todas las personas que Riley conocía, Jenn era la que más sabía cuán oscura había sido.

      Finalmente, Riley dijo: “No dejo de pensar... que debí haberlo matado en ese mismo momento”.

      Jenn dijo: “Estaba herido, Riley. No supuso una amenaza para ti”.

      “Yo sé”, dijo Riley. “Pero no puedo sacarme de la cabeza que dejo que mi lealtad se interponga en el camino de mi juicio”.

      Jenn negó con la cabeza.

      “Riley, ya hemos hablado de esto. Ya sabes lo que pienso al respecto. Hiciste lo correcto. Y no tienes que creerme. Todos aquí también lo creen”.

      Riley sabía que eso era verdad. Sus colegas y superiores la habían felicitado por haber aprehendido a Hatcher vivo. Su benevolencia le parecía un buen cambio. Mientras que Riley fue la esclava de Hatcher, todo el mundo había sospechado de ella, y con razón. Ahora que todos confiaban en ella, las caras de sus colegas volvieron a ser amables, y era recibida con un respeto renovado.

      Riley verdaderamente se sentía a gusto aquí de nuevo.

      Entonces Jenn sonrió y agregó: “Demonios, incluso hiciste las cosas a rajatabla por primera vez en tu vida”.

      Riley se rio entre dientes. Ciertamente había seguido el procedimiento en la forma en que había aprehendido a Hatcher, totalmente opuesto a cómo había actuado en el caso que ella y Jenn acababan de resolver juntas.

      Riley dijo: “Sí, supongo que recibiste un curso intensivo sobre mis métodos no convencionales…”.

      “Ciertamente”.

      Riley soltó una risita incómoda. Había ignorado incluso más reglas de lo habitual. Jenn la había encubierto con lealtad, aun cuando irrumpió en la casa de un sospechoso sin orden judicial. Jenn pudo haberla denunciado si hubiera querido. Y Riley quizá hubiera sido despedida por eso.

      “Jenn, realmente agradezco…”.

      “Ni lo menciones”, dijo Jenn. “Todo eso quedó atrás. Lo único que importa es el presente y el futuro”.

      La sonrisa de Jenn se ensanchó cuando agregó: “Y no espero que te comportes como una mojigata. Y ni se te ocurra

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