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una tierra mágica dentro de ti mismo», añadió. «Yo soy muy real pero a la vez, como tú, soy un Druida. Los Druidas no estamos tan atados a lugares físicos como lo están los humanos. Lo que significa que una parte de mi vive aquí, mientras una parte de mí vive en otro lugar. Éste es el motivo por el que siempre estoy contigo, incluso aunque no me puedas ver. Los Druidas estamos en todas partes y en ningún sitio a la vez. Estamos con un pie en dos mundos diferentes, en los que los demás no están».

      «Como Argon», respondió Thor, recordando la mirada distante de Argon, cómo a veces aparecía y desaparecía, cómo estaba en todas partes y en ningún sitio a la vez.

      Ella asintió.

      «Sí», ella contestó. «Igual que mi hermano».

      Thor la miró boquiabierto, sobresaltado.

      «¿Tu hermano?» repitió.

      Ella asintió.

      «Argon es tu tío», dijo ella. «Te quiere mucho. Siempre lo ha hecho. Y a Alistair también».

      Thor, abrumado, reflexionaba sobre todo aquello.

      Su ceño se fruncía mientras pensaba en algo.

      «Pero para mí es diferente», dijo Thor. «Yo no siento igual que tú. Yo siento más apego a los lugares que tú. Yo no puedo viajar a otros mundos tan libremente como Argon».

      «Eso se debe a que eres medio humano», le contestó ella.

      Thor pensó en aquello.

      «Yo estoy aquí ahora, en este castillo, en mi hogar», dijo él. «Éste es mi hogar, ¿verdad?»

      «Sí», respondió ella. «Lo es. Tu verdadero hogar. Igual que cualquier otro hogar que tengas en el mundo. Aún así, los Druidas no estamos tan apegados al concepto de hogar».

      «Así pues, si yo quisiera quedarme aquí, a vivir aquí, ¿podría hacerlo?», preguntó Thor.

      Su madre negó con la cabeza.

      «No», dijo ella. «Porque tu tiempo aquí, en la Tierra de los Druidas, es finito. Tu llegada aquí estaba en tu destino, aún así sólo puedes visitar la Tierra de los Druidas una vez. Cuando te marches, no podrás regresar nunca. Este lugar, este castillo, todo lo que ves y conoces aquí, este sitio de tus sueños, que has visto durante muchos años, todo desaparecerá. Como un río que no se puede pisar dos veces».

      «¿Y tú?» preguntó de repente Thor asustado.

      Su madre negó con la cabeza dulcemente.

      «No volverás a verme nunca tampoco. De esta manera. Pero siempre estaré contigo».

      Thor estaba cabizbajo con ese pensamiento.

      «Pero no lo entiendo», dijo Thor. «Al fin te encontré. Al fin encontré este sitio, mi hogar. ¿Y ahora me dices que es sólo por esta vez?»

      Su madre suspiró.

      «El hogar del guerrero está allí fuera en el mundo», dijo ella. «Es tu deber estar ahí fuera, para ayudar a los demás, para defender a los demás y para ser siempre mejor guerrero. Siempre puedes ser mejor. Los guerreros no deben estar en un solo sitio, especialmente un guerrero con un gran destino como el tuyo. Te encontrarás con grandes cosas en tu vida: grandes castillos, grandes ciudades, grandes pueblos. Aún así no debes aferrarte a nada. La vida es una gran corriente, y debes dejar que te lleve a dónde quiera».

      Thor frunció el ceño, intentando comprenderlo. Era demasiado para poder asumirlo de golpe.

      «Siempre pensé que, una vez te encontrara, mi más grande búsqueda se acabaría».

      Ella le sonrió.

      «Esa es la naturaleza de la vida», contestó ella. «Nos conceden grandes búsquedas, o las escogemos para nosotros y partimos para conseguirlas. Nunca creemos de verdad que podamos conseguirlas y, aún así, de alguna manera, lo hacemos. Una vez hecho, una vez se ha completado una búsqueda, de alguna manera esperamos que nuestras vidas han llegado a su fin. Pero nuestras vidas no han hecho más que empezar. Escalar una cima es una gran  hazaña por sí misma pero, aún así, te lleva a otra cima más grande. Completar una búsqueda te embarca en otra búsqueda más grande».

      Thor la miró sorprendido.

      «Así es», dijo ella, leyéndole la mente. «Encontrarme a mí te llevará a otra búsqueda más grande».

      «¿Qué otra búsqueda puede haber?» preguntó Thor. «¿Qué puede ser más grande que encontrarte a ti?»

      Ella le sonrió, con los ojos llenos de sabiduría.

      «No puedes ni imaginarte las búsquedas que te esperan», dijo ella. «Algunas personas vienen a esta vida con una única búsqueda. Algunas personas con ninguna. Pero tú, Thorgrin, has nacido con un destino de doce búsquedas».

      «¿Doce?» repitió Thor con estupor.

      Ella asintió.

      «La Espada del Destino era una. La completaste maravillosamente. Encontrarme a mí fue otra. Has completado las dos. Te quedan diez más, diez búsquedas incluso más grandes que estas dos».

      «¿Diez más?» preguntó él. «¿Más grandes? ¿Cómo es posible?»

      «Déjame que te lo muestre», dijo ella, mientras se colocaba a su lado y lo rodeaba con su brazo, guiándolo gentilmente pasillo abajo. Lo guió a través de una puerta de brillantes zafiros que conducía a una habitación hecha completamente de relucientes zafiros verdes.

      La madre de Thor lo condujo a través de la habitación hacia una enorme ventana arqueada hecha de cristal. Thor estaba de pie junto a ella, colocó una mano en el cristal, sintiendo que necesitaba hacerlo, y mientras lo hacía, los dos cristales se abrieron suavemente.

      Thor miró hacia el océano, un majestuoso panorama desde aquí, cubierto por una cegadora neblina, una blanca luz que rebotaba por todas partes, haciendo que pareciera que estaban encaramados en el mismo cielo.

      «Mira hacia fuera», dijo ella. «Dime lo que ves».

      Thor miró hacia fuera y, al pricipio, no vio nada, aparte del océano y la blanca neblina. Sin embargo, la neblina pronto se volvió más brillante, el océano empezó a desaparecer y empezaron a pasar imágenes rápidamente por delante de él.

      Lo primero que vio Thor fue a su hijo, Guwayne, flotando en una pequeña barca en el mar.

      El corazón de Thor se aceleró preso por el pánico.

      «Guwayne», dijo. «¿Es eso cierto?»

      «Ahora mismo está perdido en el mar», dijo ella. «Te necesita. Encontrarlo será una de las grandes búsquedas de tu vida».

      Mientras Thor observaba a Guwayne flotando, sintió el impulso de dejar inmediatamente aquel lugar para salir corriendo hacia el océano.

      «¡Debo irme con él, ahora!»

      Su madre puso la mano en su muñeca para calmarlo.

      «Mira lo que te queda por ver», dijo ella.

      Thor miró hacia fuera y vio a Gwendolyn y su pueblo; sentados acurrucados en una isla de rocas preparados para soportar una bandada de dragones que descendía del cielo, cubriéndolos. Vio una pared de llamas, cuerpos ardiendo, gente chillando de agonía.

      El corazón de Thor palpitaba con prisa.

      «Gwendolyn»,” gritó Thor. «Debo ir donde está ella».

      Su madre asintió.

      «Te necesita, Thorgrin. Todos ellos te necesitan, y también necesitan un nuevo hogar».

      Mientras Thor continuaba observando, vio como el paisaje se transformaba y vio como el Anillo entero estaba devastado, un paisaje ennegrecido, el millón de hombres de Rómulo cubriendo cada centímetro del mismo.

      «El Anillo», dijo horrorizado. «Ya no existe».

      Thor sintió un ardiente deseo de salir corriendo de allí y rescatarlos a todos ellos ahora mismo.

      Su

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