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con tan pocos hombres. Pero eso ya no importaba. No importaba si morían. Todo lo que importaba era cómo morirían. Morirían de pie, como hombres, en un choque final de valor.

      "¿Esperamos a que se acerquen a nosotros?", preguntó Erec en voz alta. ¿O les ofrecemos el saludo de los MacGil?".

      Thor sonrió, junto con los demás. No había nada como un ejército más pequeño atacando a uno más grande. Era imprudente, pero también era el tamaño del valor.

      Al unísono, Thor y sus hombres soltaron de repente un grito de guerra, y todos fueron a la carga. Corrieron a pie, apresurándose hacia la brecha del puente entre los dos ejércitos, sus gritos de batalla llenaban el aire, sus hombres los seguían muy de cerca. Thor sostuvo su espada por lo alto, corriendo al lado de sus hermanos, con su corazón latiendo aceleradamente, una fría ráfaga de viento pegaba en su cara. Así era como se sentía estar en una batalla. Le recordaba lo que se sentía estar vivo.

      Los dos ejércitos fueron a la carga, corriendo tan rápido como podían, para matarse unos a otros. En unos momentos se reunieron en el centro, en un tremendo choque metálico de armas.

      Thor empuñaba su arma por todos lados, metiéndose en la primera fila de los soldados del Imperio, quienes empuñaban lanzas largas, picas, lanzas cortas. Thor cortó la primera pica que encontró a la mitad, y luego apuñaló al soldado en los intestinos.

      Thor se agachó y se movió de un lado al otro, mientras múltiples lanzas se dirigían a él; empuñó su espada, girándola en todas direcciones, cortando todas las armas a la mitad con un sonido metálico y pateando y dando codazos a cada soldado fuera de su camino. Abofeteó a varios más con su guantelete, le dio una patada en la ingle a otro, un codazo en la mandíbula a uno más, un cabezazo a otro, apuñaló a uno más y giró y apuñaló a otro. Los cuarteles estaban cerca y era un mano a mano, y Thor era una máquina de un solo hombre, abriéndose paso a través del ejército superior.

      Alrededor de él, sus hermanos estaban haciendo lo mismo, luchando con increíble velocidad y potencia y fuerza y espíritu, aunque ellos eran superados en número, se lanzaban al ejército mucho más grande y se abrían paso entre las filas de los hombres del Imperio que parecía no tener fin. Ninguno dudó, y ninguno se retiró.

      Alrededor de Thor, miles de hombres con miles de otros hombres gritaban y gruñían al luchar cuerpo a cuerpo en la gran batalla feroz, la batalla determinante para el destino del Anillo. Y a pesar de las fuerzas infinitamente superiores, los hombres del Anillo estaban cobrando fuerza, manteniendo a raya al Imperio e incluso haciéndolos retroceder.

      Thor arrebató un mayal de las manos de un soldado del Imperio, lo pateó, luego lo hizo girar y lo golpeó en un costado del casco. Entonces Thor lo hizo girar por lo alto, en un amplio círculo y derribó a varios más. Lo lanzó a la multitud y derribó a otros tantos.

      Entonces Thor levantó su espada y volvió al combate cuerpo a cuerpo, acuchillando de un lado a otro, hasta que sus brazos y hombros se cansaron. En un momento dado fue demasiado lento, y un soldado se acercó a él con una espada levantada; Thor se volvió para enfrentarse a él, demasiado tarde y se preparó para recibir el golpe y las lesiones.

      Thor escuchó un gruñido y Krohn pasó zumbando, saltando en el aire y clavando sus mandíbulas en la garganta del soldado, derribándolo, salvando a Thor.

      Pasaban horas de combates cercanos. Aunque Thor al principio se sentía alentado por sus victorias, pronto se hizo evidente que esta batalla era un acto de poca importancia, prolongando lo inevitable. No importaba a cuántos de ellos mataran, el horizonte se seguía llenando con un sinfín de hombres. Y mientras que Thor y los otros se estaban fatigando cada vez más, los hombres del Imperio estaban frescos, y llegaban cada vez más y más.

      Thor, perdía impulso, no defendía tan rápido como lo había estado haciendo y de pronto recibió un corte de espada en el hombro; gritó de dolor, mientras la sangre brotaba de su brazo. Thor recibió entonces un codazo en las costillas, y un hacha de batalla descendió hacia él, que apenas pudo bloquear con su escudo. Casi acababa de levantar el escudo un segundo demasiado tarde.

      Thor fue perdiendo terreno, y cuando miró alrededor, se dio cuenta de que los demás lo perdían también. La marea empezaba a girar otra vez; los oídos de Thor se llenaron con los gritos de la muerte de muchos de sus hombres, empezando a caer. Tras horas de combates, estaban perdiendo. Pronto, todos estarían acabados. Pensó en Gwendolyn, y se negó a aceptarlo.

      Thor levantó la cabeza hacia los cielos, tratando desesperadamente de convocar a cualquier poder que le quedaba. Pero su poder de druida no respondía. Sintió que mucho de él, había sido drenado por el tiempo que pasó con Andrónico, y que necesitaba tiempo para sanar. Se dio cuenta de que Argon estaba en el campo de batalla, ya no tan poderoso como había sido antes; sus poderes también se habían visto afectados combatiendo contra Rafi. Y Alistair se había debilitado también, sus poderes se habían visto mermados resucitando a Argon. No tenían más refuerzos. Sólo su fuerza de armas.

      Thor echó la cabeza hacia atrás a los cielos y soltó un gran grito de desesperación, deseando que algo fuera diferente, que algo cambiara.

      Por favor, Dios, oró. Te lo ruego. Sálvanos a todos en este día. Me dirijo a Ti. No al hombre, no a mis poderes, sino a Ti. Dame una señal de Tu poder.

      De repente, para sorpresa de Thor, el aire se llenó con el ruido de un gran rugido, tan fuerte que parecía dividir el cielo.

      El corazón de Thor se aceleró al reconocer inmediatamente el sonido. Miró hacia el horizonte y vio salir de las nubes a su vieja amiga, Mycoples. Thor estaba sorprendido, feliz de ver que estaba viva, que estaba libre y que estaba aquí de regreso, en el Anillo, volando hacia él. Era como si una parte de sí mismo hubiese sido recuperada.

      Aún más sorprendente era ver al lado de ella, a un segundo dragón. Un dragón macho con antiguas y descoloridas escamas y enormes y brillantes ojos verdes, de aspecto más feroz que el de Mycoples. Thor miró a los dos volando por el aire, entrando y saliendo y después bajando en picado hacia él. Entonces se dio cuenta de que sus oraciones habían sido contestadas.

      Mycoples levantó sus alas, arqueó su cuello y chilló, igual que el dragón que estaba a su lado y los dos soplaron un muro de fuego sobre el ejército del Imperio, iluminando el cielo. El frío día se volvió repentinamente cálido, luego caliente, mientras muros de llamas rodaban y rodaban hacia ellos. Thor levantó sus brazos a su cara.

      Los dragones atacaron por detrás, así que las llamas no alcanzaron a Thor. Aun así, el muro de fuego estaba lo suficientemente cercano para que Thor sintiera su calor, los vellos en su antebrazo se chamuscaron.

      Los gritos de miles de hombres se elevaron en el aire, mientras el ejército del Imperio, división por división, era incendiado, decenas de miles de soldados gritaban por sus vidas. Corrieron en todos los sentidos – pero no había ningún lugar a dónde huir. Los dragones eran despiadados. Era una destrucción y estaban llenos de furia, listos para acabar con la venganza del Imperio.

      Una división del Imperio tras otra, tambaleaban hacia el suelo, muertos.

      Los soldados restantes frente a Thor, se dieron vuelta llenos de pánico y huyeron, intentando escapar de los dragones que entrecruzaban el cielo, soplando fuego por todas partes. Pero sólo corrían a su propia muerte, mientras los dragones apuntaban hacia ellos y los remataban de uno en uno.

      Pronto, Thor se encontró frente a nada más que un campo vacío, con nubes negras de humo, el olor a carne quemada llenaba el aire, de aliento de dragón, de azufre. Mientras las nubes se elevaban, revelaron un páramo carbonizado ante él, ni un sólo hombre sobrevivió, toda la hierba y árboles se marchitaban en el vacío de nada más que oscuridad y cenizas. El ejército del Imperio, tan indomable unos minutos atrás, había desaparecido completamente.

      Thor se quedó allí parado, en estado de shock, eufórico. Viviría. Todos vivirían. El Anillo era libre. Finalmente, eran libres.

      Mycoples bajó en picado y se sentó delante de Thor, bajando su cabeza y resoplando.

      Thor dio un paso adelante, sonriendo mientras se acercaba a su vieja amiga, y Mycoples

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