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en la parte posterior de Mycoples mientras ella volaba a través de la extensa campiña del Anillo, hacia el sur, a buscar a Gwendolyn. Thor sujetó la Espada del Destino mientras miraba hacia abajo y vio el paraje infinito del ejército de un millón de hombres de Andrónico, cubriendo el Anillo como una plaga de langostas. Sintió que la Espada palpitaba en la palma de su mano y sabía qué era lo que estaba instándole a hacer. Proteger al Anillo. Expulsar a los invasores. Era casi como si la Espada le estuviera dando órdenes – y Thor lo hacía con gusto.

      Muy pronto, Thor daría la vuelta y haría que todos y cada uno de los invasores la pagara. Ahora que el Escudo había sido activado otra vez, Andrónico y sus hombres habían quedado atrapados; ya no podrían filtrarse más refuerzos del Imperio y Thor no descansaría hasta que hubiese matado a todos y cada uno de ellos.

      Pero todavía no era el momento para la matanza. El primer asunto más importante para Thor era su verdadero amor, la mujer por la que había sufrido desde que él se había ido de estas fronteras: Gwendolyn. Thor ansiaba poder verla otra vez, abrazarla, saber que estaba viva. Dentro de su camisa ardía el anillo de su madre, y apenas podía esperar a ofrecérselo a Gwen, de profesarle su amor, de proponerle matrimonio. Quería que ella supiera que nada había cambiado entre ellos, independientemente de lo que había sucedido con ella. Todavía la amaba mucho – incluso más – y necesitaba que ella supiera eso.

      Mycoples se movió suavemente, y Thor podía sentir la vibración a través de sus escamas. Mycoples, presintió él, estaba ansioso por llegar también donde estaba Gwendolyn, antes de que le pasara algo. Mycoples se agachó y entró y salió de las nubes, agitando sus grandes alas y parecía estar contenta de estar aquí, dentro del Anillo, llevando a Thor. Su vínculo estaba creciendo y Thor sintió que Mycoples compartía cada uno de sus pensamientos y deseos. Era como volar en una extensión de sí mismo.

      Los pensamientos de Thor cambiaron hacia Gwendolyn mientras volaba, entrando y saliendo de las nubes. Las palabras de la ex reina dominaban sus pensamientos, seguían volviendo hacia él, tanto, que Thor prefería acallarlos. Su revelación le había dolido más allá de lo que imaginaba. ¿Andrónico? ¿Era su padre?

      No podía ser posible. Una parte de Thor esperaba que fuera otro juego mental despiadado de la ex reina, quien, después de todo, lo había odiado desde el principio. Tal vez ella quiso implantar falsas ideas en su mente para molestarlo, para alejarlo de su hija, por el motivo que fuera. Thor quería creer eso desesperadamente.

      Pero en el fondo, mientras ella pronunciaba las palabras, éstas resonaban dentro del cuerpo y alma de Thor. Él sabía que eran ciertas. A pesar de que quisiera pensar lo contrario, en el segundo en que ella las había dicho, él sabía que Andrónico era, sin duda alguna, su padre.

      El pensamiento pendía sobre Thor como una pesadilla. Siempre había esperado y rezado en algún lugar de su mente, para que el rey MacGil fuera su padre y que de alguna manera Gwen no fuera realmente su hija, para que así pudieran estar juntos. Thor siempre había esperado que el día en que supiera quién era realmente su padre, que todo tuviera sentido en la vida, que su destino se aclarara.

      Saber que su padre no era un héroe era una cosa. Podía aceptar eso. Pero saber que su padre era un monstruo – el peor de todos los monstruos – el hombre a quien Thor quería muerto más que nada – era demasiado para procesar. Thor llevaba la sangre de Andrónico. ¿Qué significaba eso para Thor? ¿Eso significa que él, Thor, estaba destinado a convertirse también en un monstruo? ¿Eso significaba que tenía algo de maldad corriendo por sus venas? ¿Estaba destinado a ser como él? ¿O era posible ser diferente a él, a pesar de tener la misma sangre? ¿El destino viajaba a través de la sangre? ¿O cada generación formaba su propio destino?

      Thor también luchó para entender todo lo que esto significaba para la Espada del Destino. Si la leyenda era cierta – que sólo un MacGil podía blandirla – ¿eso significaba que era un MacGil? Si fuera así, ¿cómo podría Andrónico ser su padre? A menos que Andrónico, de alguna manera, fuera un MacGil.

      Lo peor de todo, ¿cómo podría Thor compartir esta noticia con Gwendolyn? ¿Cómo podía decirle que era el hijo de su enemigo más odiado? ¿Del hombre que hizo que la violaran? Sin duda, ella odiaría a Thor. Ella vería la cara de Andrónico cada vez que mirara a Thor. Y sin embargo Thor tenía que decírselo – no podía ocultarle ese secreto. ¿Eso arruinaría su relación?

      La sangre de Thor hirvió de rabia. Él quería golpear a Andrónico por ser su padre, por hacerle eso. Mientras volaban, Thor miró hacia abajo y observó la tierra. Él sabía que Andrónico estaba allí en algún lugar. Pronto se encontrarían cara a cara. Él lo encontraría. Se enfrentaría a él. Y lo mataría.

      Pero primero tenía que encontrar a Gwendolyn. Al cruzar el Bosque del Sur, Thor presintió que estaba cerca. Tenía un mal presentimiento en el pecho, de que algo horrible le iba a ocurrir a ella. Instó a Mycoples a volar más y más rápido, sintiendo que en cualquier momento ella podría morir.

      CAPÍTULO DOS

      Gwendolyn estaba sola en el parapeto superior de La Torre del Refugio, vestida con las túnicas negras que las monjas le habían dado, sintiendo como si hubiera estado aquí desde siempre. Ella había sido recibida en silencio, solo por una monja, su guía, hablando sólo una vez para instruirla sobre las reglas de este lugar: no había que hablar, no había que interactuar con ninguno de los demás. Cada mujer vivía aquí sola, en su propio universo. Cada mujer que quería que no la molestaran. Ésta era una torre del refugio, un lugar para aquellos que buscaban la sanación. Gwendolyn estaría a salvo aquí de todos los daños del mundo. Pero también sola. Absolutamente sola.

      Gwendolyn entendía todo muy bien. Ella también quería que la dejaran en paz.

      Ahora ella estaba allí parada, en la cima de la torre, contemplando la panorámica de gran alcance de las copas de los árboles del Bosque del Sur del Anillo y se sentía más sola que nunca. Ella sabía que debería ser fuerte, que era una luchadora. La hija de un rey, y esposa – o casi esposa – de un gran guerrero.

      Pero Gwendolyn tuvo que admitir que, por mucho que deseara ser fuerte, su corazón y su espíritu aún estaban heridos. Ella extrañaba mucho a Thor y temía que nunca regresaría por ella. Y aunque lo hiciera, una vez que él supiera lo que le había sucedido, temía que nunca querría estar con ella otra vez.

      Gwen también se sentía vacía al saber que Silesia había sido destruida, que Andrónico había ganado, y que todos sus seres queridos habían sido capturados o asesinados. Andrónico ya estaba por todas partes. Él ocupó totalmente el Anillo y no había ningún otro lugar a dónde ir. Gwen se sentía desesperada, agotada; demasiado agotada para alguien de su edad. Lo peor de todo es que sentía que había decepcionado a todos; sentía como si ya hubiese vivido demasiadas vidas y ya no quería ver más.

      Gwendolyn dio un paso hacia adelante, hasta la cornisa, a la orilla del parapeto, más allá de donde se suponía que uno podía pararse. Levantó los brazos lentamente y sostuvo sus palmas hacia fuera de su costado. Ella sintió una ráfaga de viento, los gélidos vientos del invierno. La hicieron perder el equilibrio y se meció al borde del precipicio. Miró hacia abajo y vio la pendiente en picado hacia abajo.

      Gwendolyn miró al cielo, y pensó en Argon. Se preguntaba dónde estaba, atrapado en su propio universo, cumpliendo su castigo, por su culpa. Daría cualquier cosa para verlo ahora, escuchar una última vez su sabiduría. Tal vez eso la salvaría, la haría darse la vuelta.

      Pero se había ido. Él también había pagado un precio y no podía regresar.

      Gwen cerró los ojos y pensó una última vez en Thor. Si tan sólo estuviera aquí, podría cambiar todo. Si tan sólo tuviera a una persona que quedara viva, que realmente la amara, tal vez eso le daría un motivo para seguir viviendo. Ella miró al horizonte, esperando ver más allá de la razón a Thor. Al ver las nubes pasando rápidamente, creyó escuchar débilmente, en algún lugar en el horizonte, el rugido de un dragón. Era tan distante, tan suave, ella debió haberlo imaginado. Solamente era su mente jugando bromas con ella. Ella sabía que ningún dragón podría estar aquí, dentro del Anillo. Y también sabía que Thor estaba lejos, perdido para siempre en el Imperio,

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