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de su  hermosa arquitectura y de que podría encajar a la perfección en el siglo 21. Se sentía muy fuera de lugar, elevándose por encima de todas las pequeñas casas de madera a su alrededor. Caitlin empezó a notar que las iglesias dominaban el paisaje urbano de ese tiempo, y lo importante que eran para la gente. Eran, sin lugar a dudas, omnipresentes. Y sus campanas, muy sonoras, siempre se estaban escuchando.

      Caitlin se detuvo para observar su arquitectura antigua, y no pudo evitar preguntarse si guardaría alguna pista para ellos en su interior.

      “¿Me pregunto si deberíamos entrar?" preguntó Caleb, leyendo su mente.

      Ella examinó la inscripción de su anillo una vez más.

      Al otro lado del puente, Más allá del Oso.

      "Se habla de un puente," dijo ella, pensando.

      "Acabamos de cruzar un puente," respondió Caleb.

      Caitlin negó con la cabeza. No le pareció que era el lugar indicado.

      “Era un puente peatonal. Mi instinto me dice que éste no es el lugar. Donde sea que tengamos que ir, no siento que sea aquí."

      Caleb se quedó allí y cerró los ojos. Por último, los abrió. "No siento nada bueno. Sigamos adelante."

      “Acerquémonos al río", dijo Caitlin. "Si tenemos que encontrar un puente, supongo que sería por el río. Y no me importaría respirar un poco de aire fresco."

      Caitlin vio un camino lateral que conducía a la orilla del río, con un cartel que decía "St. Andrews Hill." Ella tomó la mano de Caleb y lo condujo hacia allí.

      Caminaron por el camino de pendiente suave, desde allí se podía ver el río a lo lejos, estaba lleno de barcos.

      Debía ser el famoso río Támesis de Londres, ella pensó. Tenía que ser. Era lo que recordaba de su clase de geografía básica.

      Esta calle terminaba en un edificio y, como no los llevaba hacia el río, tuvieron que doblar a la izquierda en una calle que corría paralela al río, a sólo unos cincuenta metros de distancia, llamada "Calle Támesis.”

      La calle Támesis era más amable, un mundo aparte de la calle Fleet. Las casas eran más bonitas aquí y, a su derecha, a lo largo de la orilla del río, había grandes fincas con grandes parcelas de tierra que bajaban hasta la orilla. La arquitectura era más elaborada y más hermosa también. Era evidente que esta parte de la ciudad estaba reservada para la gente rica.

      Se veía como un barrio pintoresco, mientras pasaban por muchas calles con nombres divertidos como “Camino de viento del Ganso y “Ca”mino del Viejo Cisne y “Cerro del Ajo y “Cerro de la Calle del Pan”, que daban muchas vueltas. De hecho, se olía a comida por todas partes, y Caitlin escuchó su estómago gruñir. Ruth se quejó también, tenía hambre. Pero no había ningún alimento a la venta.

      "Lo sé, Ruth," Caitlin simpatizó con ella. "Encontraré comida pronto, lo prometo."

      Caminaron y caminaron. Caitlin no sabía exactamente lo que estaba buscando, y Caleb tampoco. Sentía que el acertijo podría llevarlos a cualquier lugar y que no tenían ninguna pista segura. Se estaban adentrando en lo profundo del corazón de la ciudad, y todavía no estaba segura qué camino tomar.

      Cuando Caitlin estaba empezando a sentirse cansada, con hambre y mal humor, llegaron a una gran intersección. Ella se detuvo y miró hacia arriba. En un rústico cartel de madera, leyó “Calle de la Iglesia de la Gracia.” Olía mucho a pescado allí.

      Se detuvo sin saber qué hacer, y miró a Caleb.

      "Ni siquiera sabemos lo que estamos buscando", dijo. "Se habla de un puente. Pero no he visto ni un solo puente por ningún lado. ¿Estamos perdiendo el tiempo aquí? ¿Deberíamos estar pensando de otra manera?"

      De repente, Caleb le dio un golpecito en el hombro y señaló algo.

      Poco a poco, ella se dio la vuelta y se sorprendió por lo que vio.

      La calle Iglesia de la Gracia conducía a un puente enorme, uno de los puentes más grandes que jamás había visto. Su corazón se alegró con una nueva esperanza. Un enorme cartel  decía: “Puente de Londres”, y su corazón empezó a latir más rápidamente. Esta calle era más amplia, una arteria principal; la gente, caballos, carros y todo tipo de tráfico entraba y salía del puente.

      Si estaban buscando un puente, lo habían encontrado.

*

      Caleb la tomó de la mano y la condujo hacia el puente, mezclándose con los transeúntes. Ella levantó la vista y se sintió abrumada por la vista. No se parecía a ningún otro puente que había visto en el pasado. Su entrada estaba anunciada por una enorme puerta con forma de arco, había guardias a cada lado. En su parte superior, había múltiples picos en los que había cabezas cortadas clavadas en las espigas, la sangre goteaba de sus gargantas. Era un espectáculo horrible, Caitlin desvió la mirada.

      "Me acuerdo de esto", suspiró Caleb. "De hace siglos. Era la forma en que adornaban sus puentes: con las cabezas de los presos. Lo hacen como una advertencia a otros criminales."

      "Es horrible", dijo Caitlin, mientras bajaba la cabeza y se dirigía rápidamente hacia el puente.

      En la base del puente, había puestos de venta de pescado, y Caitlin vio los barcos acercarse a la orilla y los trabajadores resbalar mientras llevaban el pescado por la costa fangosa. La entrada al puente apestaba a pescado, tanto que ella tuvo que taparse la nariz. En pequeñas mesas improvisadas, se ofrecían peces de todo tipo, algunos todavía seguían vivos.

      “Mojarra, ¡tres peniques por libra!" alguien gritó.

      Caitlin apresuró su paso, tratando de alejarse del olor.

      El puente la sorprendió de nuevo pues estaba lleno de tiendas. Pequeños expendios y vendedores se alineaban a ambos lados del puente, mientras que los peatones, el ganado, los caballos y los carruajes se apretujaban en el medio. Era una escena caótica llena de gente que gritaba en todas direcciones anunciando sus mercancías.

      “¡Curtiembres por aquí!" alguien gritó.

      “¡Desollamos su animal!" gritó otro.

      “¡Cera de vela por aquí! ¡Tenemos la mejor cera de la vela!"

      “¡Techos de paja!"

      “¡Compre su leña aquí!"

      “¡Plumas frescas! ¡Pliegos y pergaminos!"

      A medida que avanzaban, había tiendas más bonitas, algunas vendían joyas. Caitlin no pudo dejar de pensar en el puente del oro de Florencia, en sus días con Blake y la pulsera que él le había comprado.

      Momentáneamente abrumada por la emoción, se hizo a un lado, se aferró a la barandilla y miró el paisaje. Pensó en todas las vidas que había vivido, en todos los lugares en los  que había estado, y se sintió abrumada. ¿Era todo esto realmente cierto? ¿Cómo una persona podía vivir tantas vidas? ¿O se despertaría en su departamento en la ciudad de Nueva York, y pensaría que todo había sido el sueño más largo y más increíble de su vida?

      “¿Estás bien?" le preguntó Caleb, acercándose a su lado. “¿Qué pasa?”

      Rápidamente, Caitlin se secó una lágrima. Se pellizcó y se dio cuenta de que no estaba soñando. Todo era real. Y eso fue lo más impactante de todo.

      "Nada," dijo ella rápidamente con una sonrisa forzada. Esperaba que él no hubiera podido leer sus pensamientos.

      Caleb estaba a su lado, juntos, se asomaron al Támesis. Aunque era  un río ancho, estaba totalmente congestionado de tráfico. Veleros de todos los tamaños navegaban por el río y compartían las aguas con botes de remos, botes de pescadores y todo tipo de embarcaciones. Era un curso de agua muy bulliciosa; a Caitlin le maravilló el tamaño de todas las diferentes embarcaciones y veleros, algunos alcanzaban varias docenas de metros en el aire. Le sorprendió lo tranquilas que eran las aguas aun con tantos buques. No se escuchaba el sonido de motores, tampoco había lanchas. Sólo se escuchaba el sonido de la tela ondeando al viento. Eso la relajó. El aire allí, con la brisa constante, era fresco y finalmente

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