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los días. Sin razón. Lo odio. Por favor, no me hagas volver con él. No tengo a nadie más."

      Caitlin se volvió hacia Caleb, y vio que la miraba, estaban pensando lo mismo.

      "Ahora estás a salvo", dijo Caitlin. “No tienes que preocuparse más. Puedes venir con nosotros."

      Los ojos de Scarlet se abrieron con sorpresa y alegría, y casi sonrió.

      "¿En serio?" , preguntó.

      Caitlin le devolvió la sonrisa, extendió su mano y Scarlet la tomó y la ayudó a ponerse de pie. Caitlin vio las heridas, aún con sangre, en su espalda y, desde algún lugar profundo en su interior, Caitlin sintió que un poder la invadía. Pensó en lo que Aiden le había enseñado, en la facultad de ser uno con el universo y, en lo profundo de sí, de repente sintió emerger un poder que desconocía. Había sentido su poder para la rabia, pero nunca había sentido un poder como ése. Era diferente, un nuevo poder le hormigueaba desde los pies por las piernas, a través de su torso, por sus brazos, sus dedos.

      Era el poder de curar.

      Caitlin cerró los ojos y suavemente colocó sus manos sobre la espalda de Scarlet, donde estaban las marcas. Respiró profundamente y convocó al poder del universo, convocó toda la formación Aiden le había dado, y se centró para enviar luz blanca a la muchacha. Sintió que sus manos se calentaban mucho y sintió una energía increíble correr por ella.

      Caitlin no sabía cuánto tiempo había pasado cuando abrió los ojos. Miró hacia arriba, abriendo los ojos lentamente, y vio a Scarlet que le devolvía la mirada con los ojos llenos de asombro. Caleb la miraba también, estaba sorprendido.

      Caitlin vio que las heridas de Scarlet se habían curado completamente.

      "¿Eres un mago?" preguntó Scarlet.

      Caitlin sonrió satisfecha. "Algo por el estilo."

      CAPÍTULO SEIS

      Sam volaba sobre el campo británico, Polly iba a su lado, pero manteniendo su distancia. Llevaban las alas extendidas pero no alcanzaban a tocarse, ya que los dos querían guardar un espacio entre sí. Sam lo prefería así, y supuso  que ella también. Le gustaba Polly, realmente. Pero después de su debacle con Kendra, por un largo tiempo, no estaba listo para acercarse a alguien del sexo opuesto. Pasaría un tiempo antes de que pudiera volver a confiar en alguien. Incluso alguien que había estado cerca de su hermana, como Polly.

      Habían estado volando durante horas, cuando Sam miró hacia abajo, en la luz de la mañana, vio extensiones interminables de tierras de cultivo, con casas pequeñas aquí y allá; el humo salía de sus chimeneas de piedra en este hermoso día de otoño. Había una que otra persona en su patio tendiendo la ropa, colgando sábanas en cuerdas. Sin embargo, no había muchas casas. Esta campiña se veía enteramente rural, Sam comenzó a preguntarse si existían ciudades en esta época -cualesquiera fuera la época y el lugar donde se encontraban.

      Sam no tenía idea a dónde ir, y Polly no había sido de mucha ayuda. Ambos habían utilizado sus agudos sentidos de vampiro, valiéndose de su estrecha conexión con Caitlin, para detectar dónde podría estar. Ambos habían intuido que ella podría estar en esa dirección y habían estado volando durante horas. Pero, desde entonces, no habían visto ninguna pista o algo que los condujera a un lugar más preciso. Los instintos le dijeron a Sam que Caitlin estaba en una gran ciudad. Pero, por cientos de kilómetros, no habían pasado nada remotamente parecido a una ciudad.

      Justo cuando Sam estaba empezando a preguntarse si habían elegido la dirección correcta, doblaron una curva y se sorprendieron ante lo que se extendía a lo lejos. Allí, en el horizonte, se extendía una ciudad. No logró  reconocer la ciudad y no estaba seguro de que sería capaz de identificarla aun volando más cerca. Era malo en geografía y en historia era aún peor. Fue el resultado de haberse mudado demasiadas veces, de estar con los amigos equivocados, de no prestar atención en la escuela. Había sido un estudiante de C, aunque sabía que tenía la capacidad para obtener Aes. Pero con el tipo de crianza que había recibido, le había sido demasiado difícil encontrar una razón para aplicarse. Ahora, se estaba  arrepintiendo.

      “¡Es Londres!" Polly gritó de alegría y sorpresa. “¡Oh, Dios mío! ¡Londres! No lo puedo creer. ¡Estamos aquí! ¡Estamos realmente aquí! ¡Es un lugar fantástico!" gritó ella, emocionada.

      Gracias a Dios por Polly, Sam pensó, sintiéndose más estúpido que nunca. Se dio cuenta de que tenía mucho que aprender de ella.

      Al acercarse y los edificios aparecieron a la vista, se maravilló ante la arquitectura. Incluso desde esta gran distancia, podía ver los campanarios de las iglesias elevándose  hacia el cielo, convirtiendo a la ciudad en un un campo de lanzas. A medida que se acercaban, vio cuán grandes y magníficas eran todas las iglesias -y le sorprendió de que ya se vieran antiguas. En comparación, todo el resto de la arquitectura quedaba eclipsada.

      Mientras lo veía todo, sintió con fuerza de que Caitlin estaba allí. Y la idea lo entusiasmó y lo emocionó.

      “¡Caitlin está allí abajo!" él gritó. "Puedo sentirla.”

      Polly le devolvió la sonrisa. “¡Yo también!” ella gritó.

      Por primera vez desde que había llegado a esta época y lugar, Sam se sintió conectado a tierra, sintió que tenía dirección y un propósito en la vida. Finalmente, sentía que estaba en el camino correcto.

      Trató de sentir si Caitlin estaba en peligro. Por mucho que lo intentó, no logró percibir nada. Pensó en la última vez que la había visto en París, justo antes de que ella huyera de Notre Dame. Estaba con ese hombre -Caleb-y se preguntó si aún estaban juntos. Aunque había visto a Caleb una o dos veces, le había caído muy bien. Esperaba que Caitlin estuviera con él y que la estuviera cuidando. Tenía la sensación de que estaban juntos.

      Sin previo aviso, de repente Polly se zambulló hacia abajo, cerca de los tejados. O no le interesó que Sam la siguiera, o supuso que lo haría. Eso molestó a Sam. Le habría gustado que ella le hubiera dado algún aviso, o al menos que tuviera la deferencia de indicarle que estaba bajando. Y, sin embargo, una parte de él tenía la sensación de que a ella sí le importaba. ¿Simplemente se estaba poniendo difícil?

      ¿Y, de cualquier manera, por qué le importaba tanto? ¿No se había dicho de que no estaba interesado en las chicas en este momento?

      Sam se lanzó hasta llegar a a su nivel, y los dos volaron a pocos metros por encima de la ciudad. Pero también marcó su posición virando a la izquierda, de modo que volaron aún más lejos uno del otro. Toma eso, pensó Sam.

      Cuando se acercaron al centro de la ciudad, Sam estaba impresionado. Esta época y este lugar eran muy diferentes, pero muy diferentes, a todo lo que había visto o experimentado antes. Estaba tan cerca de los tejados que sentía como si casi pudiera agacharse y tocarlos. La mayoría de los edificios eran bajos, sólo tenían unos pocos pisos y techos inclinados, cubiertos con lo que parecían enormes montones de heno o paja. La mayoría de los edificios estaban pintados de un blanco brillante, con líneas cafés enmarcándolos. Las iglesias -enormes, de mármol y piedra caliza-, se elevaban en el paisaje, dominando cuadras enteras, y aquí y allá había una que otra estructura grande que parecían ser palacios. Probablemente, supuso, eran las residencias de la realeza.

      La ciudad estaba dividida por un río ancho, sobre el que ahora volaban. El río estaba lleno de barcos de todas formas y tamaños -y las calles también eran bulliciosas. De hecho, no podía creer que estuvieran tan llenas de gente. Había gente por todas partes, corriendo de aquí para allá. No podía imaginar por qué podrían tener tanta prisa. No era como si tuvieran internet o e-mails, o faxes, o incluso teléfonos móviles.

      Sin embargo, otras partes de la ciudad se veían relativamente tranquilas. Los caminos de tierra, el río, y todos los barcos creaban una sensación de tranquilidad. No había coches corriendo, autobuses, bocinas, camiones o motocicletas acelerando. Todo estaba relativamente tranquilo.

      Es decir, hasta que escuchó un súbito rugido.

      Sam volvió la cabeza, y lo mismo hizo Polly.

      Allí,

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