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Caitlin se sentía avergonzada. Se incorporó, limpiándose la frente.

      “Siento haberte despertado, pero parecía que estabas teniendo un mal sueño", Polly agregó.

      Caitlin se levantó lentamente y caminó mientras trataba de sacarse la terrible visión del sueño. Lo había sentido tan real, casi podía sentir aún el dolor en la garganta donde su propia hija la había mordido.

      Pero había sido sólo un sueño. Tenía que seguir diciéndoselo. Sólo un sueño.

      "¿Dónde está Caleb?", preguntó, recordando. "¿Sabes algo? ¿Cómo te fue con las llamadas?”

      Las expresiones en las caras de Sam y Polly le dijeron todo lo que necesitaba saber.

      "Caleb todavía está buscándola", dijo Sam. “Yo dejé de buscar hace una hora. Es muy tarde. Pero queríamos hacerte compañía hasta que Caleb llegara a casa.”

      "Llamé a todos sus amigos," Polly intervino. “A todos y cada uno. Conseguí hablar con la mayoría. Nadie la ha visto ni ha oído nada de ella. Todos estaban tan sorprendidos como nosotros. Incluso hablé con Blake. Pero dijo que no ha sabido nada de ella. Lo siento mucho.”

      Caitlin se frotó la cara, tratando de sacudirse las telarañas. Había tenido la esperanza de que al despertarse nada de eso fuera real. Que Scarlet estuviera de vuelta en casa, a salvo. Que la vida hubiera vuelto a la normalidad. Pero al ver a Sam y Polly en su casa después de la medianoche, viéndose tan preocupados, regresó a la realidad. Todo era real. Demasiado real. Scarlet no estaba. Y pudiera ser que no volviera nunca más.

      Darse cuenta de ello le pegó a Caitlin como si le hubieran enterrado un cuchillo. Apenas podía respirar con solo pensarlo. Scarlet, su única hija. La persona que más quería en la vida. No podía imaginar la vida sin ella. Quería correr por ahí, por las calles, gritar y gritar ante la injusticia que estaba viviendo. Pero sabía que sería inútil. Sólo tenía que quedarse allí y esperar.

      De repente, se oyó un ruido en la puerta. Los tres se levantaron de un salto y miraron, esperando. Caitlin corrió hacia la puerta, rezando para ver el rostro de su hija adolescente.

      Pero su corazón se desplomó al ver que era Caleb. Regresaba a casa, con una expresión sombría en su rostro. Verlo la hizo sentir aun peor. No la había encontrado.

      Ya sabía la respuesta, pero de todas maneras le preguntó: “¿La encontraste?”

      Caleb miró al piso mientras negaba con la cabeza. Se veía destrozado.

      Sam y Polly intercambiaron miradas, se acercaron a Caitlin y cada uno le dio un abrazo.

      "Regreso a primera hora de la mañana", Polly dijo. "Llámame si sabes algo. Incluso si es muy tarde. ¿Me lo prometes?”

      Caitlin asintió, estaba demasiado abrumada para poder hablar. Sintió que Polly la abrazaba, y le devolvió el abrazo, y luego abrazó a su hermano menor.

      "Te quiero, hermanita", le dijo sobre su hombro. "Aguanta. Ella va a estar bien.”

      Caitlin se enjugó las lágrimas y miró a Sam y Polly salir por la puerta.

      Ahora, sólo estaban ella y Caleb. Por lo general, ella habría estado encantada de estar a solas con él, pero después de su discusión, se sentía muy nerviosa. Caleb, ella podía ver, estaba perdido en su propio mundo de tristeza y lamentación; también todavía estaba enojado con ella por haber expresado sus teorías a la policía.

      Era más de lo que Caitlin podía soportar. Había tenido la esperanza, una pizca de optimismo de que Caleb iba a regresar trayendo buenas noticias. Pero al verlo regresar así, sin nada, nada en absoluto, se dio cuenta de la verdadera realidad. Scarlet había estado afuera todo la noche. Y nadie sabía dónde estaba. Era después de la medianoche y todavía no había regresado a casa. Era una muy mala señal. Ni siquiera quería barajar posibilidades, pero sabía que era algo muy, muy malo.

      "Me voy a la cama," Caleb anunció mientras se volvía y se pavoneaba por las escaleras.

      Caleb siempre le decía "buenas noches", y él siempre le preguntaba si iba a la cama con él. De hecho, Caitlin no recordaba una noche que no hubieran ido juntos a la cama.

      Ahora, él ni siquiera le preguntó.

      Caitlin volvió a su silla en la sala de estar, y se sentó y escuchaba sus botas mientras subía la escalera, y la puerta de su dormitorio cerrarse detrás de él. Era el sonido más solitario que jamás había oído.

      Se echó a llorar, y lloró por quien sabe cuánto tiempo. Eventualmente, se acurrucó en una bola, llorando en la almohada. Recordaba vagamente que Ruth se le acercó tratando de lamerle la cara; pero todo era muy borroso, porque, pronto, su cuerpo atormentado por los sollozos, cayó en un sueño profundo e inquieto.

      CAPÍTULO TRES

      Caitlin sintió algo frío y húmedo en la cara, y lentamente abrió los ojos. Se sentía desorientada mientras miraba de lado su sala de estar; se había quedado dormida sobre la silla. La habitación estaba en penumbra, y una luz tenue entraba por las cortinas, se dio cuenta de que estaba amaneciendo. La lluvia golpeaba contra el vidrio de las ventanas.

      Caitlin escuchó lloriquear, y otra vez sintió algo húmedo en la cara y vio a Ruth de pie sobre ella, lamiéndola y gimiendo histéricamente. La pinchaba con su hocico frío y húmedo, y no dejaba de hacerlo.

      Finalmente Caitlin se sentó, dándose cuenta de que algo andaba mal. Ruth no dejaba de lloriquear, y lo hacia cada vez más fuerte, y finalmente le ladró; nunca antes Caitlin la había visto actuar de esa manera.

      "¿Qué pasa, Ruth?", Caitlin preguntó.

      Ruth volvió a ladrar, luego se volvió y salió corriendo de la habitación, hacia la puerta principal. Caitlin miró hacia abajo y, en la penumbra, vio un rastro de huellas de patas embarradas por toda la alfombra. Caitlin se dio cuenta que Ruth debió haber estado fuera,. La puerta de entrada debió quedarse abierta.

      Caitlin se apresuró a ponerse en pie, dándose cuenta de que Ruth estaba tratando de decirle algo, de conducirla a algún lugar.

      Scarlet, pensó.

      Ruth volvió a ladrar, y Caitlin sintió que era eso. Ruth estaba tratando de llevarla con Scarlet.

      Caitlin salió corriendo por la habitación, su corazón latía con fuerza. No quería perder ni un segundo subiendo las escaleras para avisar a Caleb. Atravesó corriendo la sala de estar, de la recepción, y por la puerta principal. ¿Dónde podría haber encontrado a Scarlet? se preguntó. ¿Estaba a salvo? ¿Estaba viva?

      Llena de pánico Caitlin salió por la puerta principal, que Ruth ya se había ingeniado en abrir, al porche delantero. El sonido de la lluvia torrencial lo invadía todo. Un trueno retumbó suavemente y le siguió un rayo de la luz del amanecer y, en el suave gris del cielo, la lluvia torrencial azotaba la tierra.

      Caitlin se detuvo en lo alto de la escalera para ver a donde había ido Ruth. Se sintió invadida por el pánico. Un relámpago iluminó el cielo y allí, ante ella, había una imagen que la traumatizó -que se alojó en su cerebro y que nunca podría olvidar en toda su vida.

      Tirada sobre el césped, acurrucada en una bola, inconsciente, desnuda, estaba su hija. Scarlet. Expuesta a la lluvia.

      Mientras caminaba junto a ella, ladrando como loca, Ruth miraba a Caitlin y a Scarlet.

      Caitlin estalló en acción: bajo corriendo las escaleras, tropezando, gritando de terror mientras corría hacia su hija. Por su mente se sucedía un millón de escenarios de lo que podría haberle ocurrido, a donde podría haber ido, cómo había regresado. Si estaba sana. Con vida.

      Mientras Caitlin corría por el césped embarrado, resbalándose y deslizándose, los peores escenarios posibles pasaron por su mente al mismo tiempo.

      "Scarlet" Caitlin chilló mientras otro trueno se unía a su clamor.

      Era el lamento de una madre consumida por la pena, el lamento de una madre que no podía dejar de gritar mientras corría hacia

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