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“traernos” un resfriado cuando empieza el otoño, sino que va mucho más allá, pudiendo hacernos padecer enfermedades graves como la depresión estacional entre otras, pero, por si fuera poco, además el organismo se va a ver por los cambios externos de la naturaleza, es decir, por los ritmos extrínsecos, y por ritmos internos del organismo, denominados endógenos.

      Dentro de cada uno, existe una serie de procesos que se repiten y suceden de forma cíclica, que van a tener igualmente una gran influencia en el rendimiento y las relaciones sociales. La rama de la ciencia que se encarga de estudiarlos se llama Cronobiología.

      Quizás el ritmo interno más evidente, que coincide con el del ciclo día-noche, sea el de la vigilia-sueño de 24 horas; de hecho, el fenómeno del jet lag, que se experimenta cuando se viaja a grandes distancias, es un claro ejemplo de que hay “algo” dentro que hace tener un “ritmo” independientemente del tiempo que haga, y que si se produce un desplazamiento y varía la relación día-noche, viéndose sometido a algunos efectos del reajuste.

      Aunque existían experiencias de jet lag desde que se empezó a viajar, sus efectos se fueron haciendo más evidentes a medida que los medios aéreos y de locomoción se mejoraban, acercando localidades que con anterioridad se podían tardar días e incluso semanas en recorrer, llegándose a denominar “el mal del viajero”.

      El descubrimiento del reloj interno posibilitó el desarrollo de un campo de investigación que estudia cómo los ciclos externos, y ahora internos, influyen en todos los órdenes de la vida cotidiana, tanto en las relaciones sociales, el rendimiento laboral o educativo; o en la salud.

      Un ciclo el de sueño-vigilia que en la mayoría de coincide con el de oscuridad-luz, siendo durante la noche donde se producen algunos de los fenómenos más importantes para la salud física y mental, como la sobreactivación del sistema inmune, a la vez que se crean las huellas de memoria de lo vivido y aprendido durante ese día.

      <<El sueño es esencial para procesos cognitivos tales como la memoria y el aprendizaje, y también está estrechamente conectado a los sistemas periféricos, tales como el sistema inmune y el metabolismo.

      Dª. Vilma Aho, Biocientífica, Equipo del Sueño de Helsinki, Instituto de Biomedicina de la Universidad de Helsinki (Finlandia).>>

      Uno de los procesos más sensibles de la salud es la calidad del sueño, viéndose éste cambiado cuando se está preocupado por algo, igualmente se ha observado cómo el sueño puede verse alterado cuando se experimenta alguna psicopatología, tal y como sucede con los trastornos del estado de ánimo, en especial con el trastorno por depresión mayor y el trastorno de ansiedad.

      Por otra parte, se conoce desde hace tiempo que las mujeres son más sensibles a padecer estos trastornos del estado de ánimo, especialmente con respecto a lo que se refiere a la depresión.

      Pero ésta relación entre el estado de ánimo no parece ser igual durante toda la vida de la mujer, si no que va cambiando en función de su ciclo de fertilidad, que se concentra en tres períodos principalmente, antes de la menarquía (o del primer sangrado de origen menstrual), durante la etapa de fertilidad femenina, y la menopausia (en que se detiene la menstruación).

      Siendo la mujer especialmente sensible a estos trastornos del estado de ánimo durante la segunda fase, que suele ser la más longeva, abarcando desde la pubertad hasta la madurez tardía, pero ¿Se puede encontrar relación entre las distintas fases, el estado de ánimo y la calidad del sueño?

      Esto es precisamente lo que se trata de averiguar con una investigación llevada a cabo conjuntamente desde el Departamento de Salud Mental y Abuso de Sustancias, Instituto Nacional de Salud; el Departamento de Fisiología, la Unidad de Investigación del Sueño, Universidad de Turku; el Departamento de Obstétrica y Ginecología y el Centro del Corazón, Hospital Universitario de Turku; el Departamento de Neurofisiología Clínica, Hospital del Distrito de Pirkanmaa; el Departamento de Fisiología, Universidad de Helsinki; el Departamento de Psiquiatría de la Adolescencia, Hospital Central Universidad de Helsinki junto con la Facultad de Medicine, Universidad de Tampere (Finlandia) cuyos resultados han sido publicados en la revista científica B.M.C. Psychiatry.

      En el estudio participaron sesenta y una mujeres, separadas en tres grupos, once, entre 20 a 26 años (en pleno ciclo menstrual); veintiuna, entre 43 a 51 años (en fase pre-menopáusicas); y veintinueve, entre 58 a 71 años (en plena fase menopáusicas). Con respecto al segundo y tercer grupo, se garantizó que ninguna de las participantes había empleado terapia hormonal durante un año previo al estudio.

      También se garantizó que sólo se incluyeran participantes que no mostraron ningún trastorno del sueño específico.

      A todas las participantes se les administró el cuestionario estandarizado B.D.I. para evaluar la presencia de sintomatología depresiva, también se evaluó la calidad del sueño a través del cuestionario B.N.S.Q. sobre el insomnio subjetivo a través de un cuestionario estandarizado sobre el sueño.

      Todas llevaron un diario del sueño durante tres semanas antes y después del estudio donde debían de registrar la hora de ir a dormir y la de levantarse.

      Además, se realizó un análisis de la sangre para evaluar los niveles de estradiol conocida como la hormona esteroide sexual femenina.

      Y por último se tomaron datos sobre las primeras fases del sueño a través de la actividad eléctrica cerebral (E.E.G.), de la conductancia eléctrica (E.C.G.) y de la mandíbula (E.M.G.).

      Los resultados muestran cómo con respecto a los síntomas depresivos evaluados con B.D.I, no se mostraron síntomas entre las más jóvenes, presentando sintomatología leve o moderada en las mujeres pre-menopaúsicas y menopaúsicas.

      Siendo las mujeres más jóvenes las que tienen más tiempo de sueño, con menos interrupciones durante la noche, con menores puntuaciones de insomnio.

      Encontrando una relación entre los niveles más elevados de sintomatología depresiva con el insomnio, que sufrían las mujeres pre-menopáusicas y especialmente las menopáusicas.

      A pesar del esfuerzo de la investigación, son pocas las participantes para poder establecer una correcta relación, además de necesitar incluir un grupo previo de comparación con mujeres antes de que tengan su primera menstruación.

      Dicho lo cual, queda evidenciada la relación entre el estado de ánimo en mujeres y las alteraciones del ciclo sueño-vigilia.

      Pero si ya era sorprendente descubrir la utilidad del sueño, aún más misterioso fue observar cómo dentro del propio sueño se van sucediendo procesos de forma repetitiva. Uno de los ciclos internos más importantes es el que se produce mientras el cuerpo está en reposo, es el denominado ciclo del sueño, en el que se suceden dos fases consecutivas bien diferenciadas, la fase de M.O.R. (Movimientos Oculares Rápidos) y la No-M.O.R.; donde el final de una fase da paso a la siguiente, así toda la noche hasta el momento de despertase.

      - En la fase M.O.R. también conocida como fase de R.E.M. (Rapid Eyes Moviment), producen movimientos oculares rápidos, y es cuando el cerebro está tan “activo” como cuando se está despierto, produciéndose el sueño paradójico, ligero y fácil de interrumpir.

      Cuando se despierta a una persona en esta fase y se le pregunta sobre el contenido del sueño, éste se suele describir como muy vivido, con gran cantidad de detalles y elementos, aunque con ausencia de “linealidad” tanto temporal como espacial en la argumentación.

      La explicación a esto se encuentra en la desactivación de algunas regiones del cerebro, sobre todo las implicadas con el movimiento de forma que la persona no “actúe” como sujeto

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