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¡polly!. Stephen Goldin
Читать онлайн.Название ¡polly!
Год выпуска 0
isbn 9788873042785
Автор произведения Stephen Goldin
Жанр Юмор: прочее
Издательство Tektime S.r.l.s.
Luego volvió al asunto en cuestión. âLa acrobacia me da un buen entrenamiento y me ayuda a mantener la figura de niña que has estado admirando cuando pensabas que no estaba mirando.â
Herodotus se ruborizó, pero sólo habÃa orgullo en el tono de Polly cuando dijo: âMira esto.â
HabÃa una cuerda al lado del trapecio, y Polly subió unos cuantos centÃmetros hasta que pudo alcanzar la barra. Empezó a balancearse de un lado a otro, cobrando Ãmpetu, hasta que con un movimiento suave hizo una voltereta hacia atrás enganchando sus rodillas sobre la barra. Se sentó más arriba hasta que estaba de pie en la barra. Herodotus empezó a aplaudir, pero ella le hizo callar. âOh, eso no es nadaâ dijo ella, con el tacto más débil de su voz. âPor favor, espera hasta el final del acto para aplaudir.â
Inclinándose hacia delante, ella empezó a caer mientras, al mismo tiempo, doblaba la cintura y agarraba la barra de trapecio con ambas manos. Su Ãmpetu la llevó alrededor de la barra con un giro completo, en cuyo punto ella extendió sus piernas hacia arriba hasta estar haciendo el pino en la barra. Ella posó allÃ, con una roca firme, durante quince segundos, luego de pronto se soltó y cayó hacia abajo hasta que, en el último instante, se agarró los tobillos en los extremos de la barra de trapecio donde las cuerdas la sostenÃan. Entonces lentamente movió su pierna izquierda hacia un lado, de tal manera que todo su cuerpo estaba colgando simplemente por su tobillo derecho.
Ella mantuvo esa postura durante otros segundos, sólo para probar que no le habÃa salido por casualidad, para después sin esfuerzo inclinarse hacia arriba agarrando la barra con las manos de nuevo. Se inclinó hacia adelante y hacia atrás, usando su cuerpo como contrapeso para balanceándose por el trapecio. Las oscilaciones aumentaron hacia adelante y hacia atrás, cada vez más altas con cada arco sucesivo. Luego, en el ápice del columpio, se soltó y voló por el aire. Su cuerpo se curvó rápidamente y ella hizo dos giros completos antes de enderezar su postura de nuevo y aterrizar en el centro de la cuerda floja.
âNada de aplausosâ le recordó ella a él âpero un suspiro de sorpresa serÃa buen recibido.â
Ella no esperó, y empezó a caminar de vuelta a lo largo del cable, caminando de una manera tan seguro como si estuviera en el suelo. Se desplazo hasta el centro del cable, doblando sus rodillas y dando una voltereta hacia atrás, una segunda y una tercera âcada vez aterrizando sin problemas sobre sus pies.
âAhora es el momento de que el público participeâ dijo âHay un mono ciclo ahÃ. ¿PodrÃas traérmelo, por favor?â
Herodotus fue y le trajo el mono ciclo. No se preocupó por darle las gracias, simplemente balanceó la rueda sobre el cable y se subió a él delicadamente, entonces paladeó hacia atrás y luego hacia adelante dos veces de un extremo al otro del cable.
Tras pedalear hasta el centro, se quedó quieta manteniendo el equilibrio y dijo âAhora, tráeme aquel palo y ese plato que hay ahÃ.â Herodotus hizo lo que pidió.
El palo tenÃa casi un metro de largo por algo más de un centÃmetro de diámetro. Lo tomó por la mitad, puso el plato encima y empezó a darle vueltas. Se lo colocó en el borde de la mano y empezó a girar cada vez más rápido. Cuando vio que habÃa logrado la velocidad adecuada, agarró la barra con ambas manos, tirando su cabeza hacia atrás y balanceando con cuidado el palo sobre su frente. Separó sus manos colocándoselas a ambos lados. Empezó a pedalear hacia delante y hacia atrás a lo largo del cable.
âAquà es donde imparto el gran secreto del universoâ dijo, sin quitar los ojos del plato. âToda la sabidurÃa de los antiguos se reducÃa a una sola palabra: Equilibrio. Mantente en equilibrio y el mundo es tu ostra. Asumiendo que te gustan las ostras, es decir, de otra manera toda la metáfora no tiene valor.â
Ella continuó en la barra sobre su frente durante un minuto. A continuación, la sujetó con su mano derecha, la sacó de su frente y la tiró al suelo. Tomó el plato con su mano izquierda y, mirando a Herodotus, dijo âCógelaâ mientras se la tiraba. Mientras tanto, permanecÃa en el mono-ciclo subida en la cuerda, pedaleando hacia atrás y hacia adelante durante otro minutos sin mostrar esfuerzo alguno.
Al final, se bajo del mono-ciclo de una manera tan fácil como habÃa subido a él, y fue hacia Herodotus. Se agachó y agarró el cable dándole vueltas, dejó caer sus piernas hasta que ella estaba colgando por sus manos, luego se dejó caer ligeramente a la alfombra quedando los brazos triunfantemente sobre su cabeza.
âMuy bien, ahora puedes aplaudirâ dijo ella.
Herodotus estaba por encima de cualquier aplauso. A pesar de como se sentÃa, dijo de una manera entusiasta â¡Fantástico! ¿Eres una profesional?â
Polly bajó las manos y se inclinó. âNunca me han pagado por ello, asà que supongo que eso me convierte en una aficionada con talento. Pero me gusta un poco. ¿Tienes hambre? Siempre tengo hambre después de un entrenamiento funambulista.â
HabÃa pasado mucho tiempo desde el desayuno y ese canapé apenas lo habÃa llenado, pero Herodotus estaba receloso acerca de pedir más generosidad. âOdio molestarte. Ya has hecho tanto...â
âNingún problema. Llamare a Mario para que nos traiga un snack.â
âUna cosa, ¿te importarÃa que usara el baño para refrescarme?â
âEn absoluto. Mejor que hacerlo en el suelo. Adelante.â lo acompañó hasta fuera del gimnasio hasta el pasillo. âEs la segunda puerta a la izquierda en esa dirección. No entres en la puerta verde. Cuando termines, toma el ascensor hasta el primer piso. Nos veremos allÃ.â
Fue al servicio, cerró la puerta con llave. Estaba bien tener unos pocos minutos de privacidad. Polly era muy guapa y amable, pero aquello habÃa sido muy... intenso. SÃ, habÃa una palabra para definirla. Intensa.
Tomó aire a fondo y abrió los ojos. A continuación los volvió a cerrar. PodrÃa haber imaginado que Polly no tendrÃa un baño cualquiera, pero aquello iba más allá de lo más bestia que se hubiera imaginado.
Abrió los ojos otra vez para contemplar aquello. El papel de las paredes y el techo era un trampantojo que representaba una enorme catedral, quizás echo para tal efecto.
El lavabo estaba, literalmente, en un trono âuna elaborada construcción tallada en roble oscuro con incrustaciones de marfil y joyas. Los robustos apoya brazos tenÃan cabezas de leones al final, y los cuatro pies eran garras con pelotas. La parte de atrás del trono era un terciopelo de color vino, y una luz constante brillaba en el asiento como si viniera de una vidriera arriba. Un rollo de papel higiénico estaba unido discretamente a un lado.
Se dirigió al trono y levantó el asiento con cautela. Para su gran alivio parecÃa un inodoro ordinario por dentro. Se alivió; entonces, como su esposa, que pronto serÃa la ex esposa, se recordó a sà mismo, volvió a bajar el asiento. Cuando se inclinó, se dio cuenta de que el papel higiénico parecÃa un poco extraño. Se acercó para tocarlo.
No era papel. Era de seda.
Caminó hasta el fregadero, que parecÃa una fuente bautismal octogonal que habÃa visto en su visita a las viejas iglesias. Los accesorios eran todo de oro macizo, y cuando encendÃa los grifos el agua que fluÃa hacia afuera era ligeramente perfumada de rosas. Los jabones eran en forma de cisnes pequeños, y las toallas de mano eran de lino plegado en forma de cisne.
Se