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papel sabiendo que estaba buscando lo mismo que él ya había comprobado.

      Nick acababa de echar a dos fanáticos de los vampiros y a un vampiro que se habían colado allí y aquello le había fastidiado para el resto de la noche. Odiaba a los vampiros y a cualquier humano estúpido capaz de salir por ahí con ellos. No vio ningún indicio de que esa chica estuviera asociada con ellos y, oliendo la excitación que le había causado a su hermano, Nick decidió dejar que Devon se encargara de sus asuntos.

      Le devolvió el formulario.

      –Pero dile que se deje la pistola paralizante en casa –Nick observó a su hermano un momento y añadió–: Kat dice que el tío al que le ha dado la descarga era su novio y que el que le puso las esposas era su hermano.

      –Ese novio suyo tenía una pistola. Pude olerlo –Devon se encogió de hombros y sus ojos se estrecharon–: Tal vez no era tan buen novio.

      –Tal vez quieras andar con cuidado... –Nick agitó la cabeza, y vio como aquello despertaba más interés en su hermano–. Si la quieres, a lo mejor deberías encargarte de controlarla mientras esté aquí –Nick apretó los dientes al notar olor a vampiro. Sin mediar palabra, se fue por donde había venido.

      Envy miró a un lado y a otro con nervios y vio un ascensor que no había visto antes. Levantó una ceja al ver que tenía un teclado en lugar del típico botón. Empezó a dar golpecitos con el bolígrafo preguntándose cuánto tiempo estaría allí esperando. Todavía tenía que enterarse de si Chad había arrestado a Trevor o simplemente lo había obligado a abandonar la discoteca.

      Observó el escritorio para intentar alejar su mente de allí por un momento. Ella era una investigadora nata, como su hermano, aunque Chad intentaba no darle importancia. La verdad es que Chad podría llegar a ser un gran detective. Él le decía a todo el mundo que era un simple policía de patrulla, pero no podía ser menos cierto. Era el líder de los SWAT.

      Al final, ella echó un vistazo al papel que había cogido despreocupadamente de la mesa. Era la factura de un proveedor. Escaneó con la mirada la información de facturación y vio un nombre en la parte inferior. Con un golpe volvió a poner el papel sobre la mesa. Devon Santos… mierda. Él era uno de los raritos dueños y le había dejado creer a ella que solo era un bailarín.

      En ese momento, la puerta volvió a abrirse y Devon entró.

      –¿Cuándo quieres empezar?

      *****

      Nick se apresuró hacia la pista de baile escaleras arriba y hacia la entrada. Empujó la puerta con más fuerza de la necesaria y observó al hombre que intentaba pasar por el control de seguridad. Como todos los seguratas eran cambiantes, podían oler a un vampiro incluso cuando no había señales aparentes de que lo fuera.

      El sentido de la moda de un vampiro normal en la ciudad parecía haber sido sacado de la tribu Gótica. En los últimos meses, sin embargo, unos diez vampiros habían intentado entrar con traje y corbata o simplemente con ropa normal de fiesta. Por eso, ahora se fiaban más de los aromas que de las apariencias. Regla número uno... No pasa ningún vampiro sin el permiso del dueño.

      –¿Qué estás haciendo aquí? –preguntó Nick tratando de parecer profesional delante de su clientela humana. El hombre inclinó la cabeza hacia un lado y sonrió malvadamente, algo que hizo que el estómago de Nick se revolviera.

      –Me gustaría pasar –dijo Raven mientras sus pupilas se agrandaban intentado usar sus poderes para cautivar a cualquiera que fuera capaz de caer rendido bajo un hechizo de sumisión de un vampiro.

      Nick lo miró de arriba a abajo. El tipo llevaba el pelo negro con mechas de un rosa neón en las puertas que le colgaban por la parte baja de la cara. Era joven; probablemente no llegaba a los veinticinco, con la piel muy pálida y maquillado con línea de ojos bastante fuerte. Llevaba los labios maquillados de negro, incluso las uñas las llevaba negras.

      –Lo siento, señor…

      Nick permanecía quieto observando todos y cada uno de los movimientos del vampiro. Daba igual el tamaño o la edad, los vampiros siempre eran peligrosos y no debían ser subestimados.

      –Raven, llámame Raven –contestó el hombre preguntándose cuánto podría presionar a un jaguar.

      –Lo siento, Raven, estamos llenos –le explicó Nick mientras apretaba los dedos alrededor de su revólver Derringer de dos disparos que llevaba escondida en el bolsillo de su chaqueta. La llevaba cargada con balas de plata llenas con agua bendita. Esbozó una sonrisa sádica con la comisura de los labios, mientras notaba la hoja de madera de la daga con mango de hueso que llevaba en el antebrazo.

      –Entonces ¿por qué está toda esa gente esperando en la cola? –preguntó Raven viendo como el matiz dorado empezaba a recorrer los ojos del jaguar.

      Nick sonrió, pero sintió como le rechinaban los dientes. –Tienen reserva.

      Los ojos de Raven brillaron en la tenue luz por un momento como si brillaran de manera inquietante con algún tipo de fuego interior. Nick bajó los tres escalones que le separaban del nivel de la calle y se puso entre Raven y la multitud de humanos, entonces se acercó al oído de Raven.

      –Vete, vampiro –le susurró con una calma fría mientras presionaba sus costillas con la punta de la daga de madera de modo que nadie pudiera verlo–: No vas a entrar.

      Nick se enderezó y dobló el brazo de modo que solo le bastaría un amago rápido para apuñalarlo con la daga. –Le pido disculpas, señor, que tenga una buena noche.

      Raven volvió a sonreír, esta vez casi amablemente.

      –Sí, esa es mi intención.

      Se alejó de la puerta y empezó a andar calle abajo con las manos metidas en los bolsillos de sus vaqueros negros y silbando una canción un tanto inquietante. Cuando el jaguar se acercó a su oído, Raven vio que su maestro entraba en la discoteca. No había visto a Kane desde hacía bastante tiempo. De hecho, esa era la primera vez en bastantes semanas, aunque había sentido sus ojos de padre clavados en él muchas veces.

      Lo que más sorprendió a Raven era que Kane pudiera entrar en la guarida de sus enemigos. El Maestro le había contado la historia de que fue enterrado vivo por el líder del clan de los jaguares. ¿Tenía el Maestro su propio plan?

      ‘Te tendieron una trampa, maestro, pero ahora me aseguraré de que haya sangre en sus manos.’ Raven susurró para sí mismo antes de desvanecerse en las sombras. Sabía que no tendría que esperar mucho. Todavía podía oler la sangre de su última víctima ya que el aroma seguía flotando con la brisa hacia el Moon Dance.

      *****

      Kat observó cómo Chad y Jason sacaban a pobre novio fuera del local... esposado. Dicen que la curiosidad mató al gato, pero ella solo quería comprobar qué planeaban hacerle. Al menos, no quería estar preguntándoselo el resto de la noche.

      Saliendo por una de las puertas laterales, se quedó en las sombras mientras los seguía. Con sus sentidos intensificados, no tenía que estar demasiado cerca para oír lo que decían.

      Chad y Jason bloquearon a Trevor entre su coche y el coche patrulla para que no pudiera volver sobre sus pasos para buscar a Envy. Chad le quitó las esposas porque sabía que no podía arrestarlo sin una razón legal... a menos que Trevor le empujara.

      –¡Seguro que has sido tú el que le ha dicho que estaba aquí! –Trevor gruñó a Jason. –No creas que no he visto cómo se te ponía dura por ella. No podías mantenerte al margen, ¿verdad?

      Chad sacó el brazo cuando Jason dio un paso adelante de manera amenazante.

      –Jason, yo me encargo a partir de ahora. ¿Por qué no vuelves dentro e intentas encontrar a Envy? No la quiero por aquí hasta que Trevor se haya ido.

      –No puedes evitar que vuelva ahí dentro. ¡Estoy trabajando! –siseó Trevor sin pensar.

      –Sí, ya hemos visto en

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