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por do quier mas que escuadrones armados y banderas tendidas, atravesando la Vega y los desfiladeros de las montañas: y por otra parte los alarifes y labradores de mármol, buscaban cuantos oficiales podian, y pagándolos á precio de oro, se los llevaban á las canteras del rey, donde trabajaban de dia y de noche.

      Entre tanto el rey Nazar hacia frecuentes escursiones con Yshac-el-Rumi, y llevando consigo los maravillosos pergaminos, á la Colina Roja.

      – Pero aquí no cabe este alcázar, decia á su falso astrólogo: será necesario subir con los muros por la ladera del cerro, y correr por su cumbre, y bajar despues á la Colina de Al-Bahul, cerrando las dos alas del alcázar como con un herrete, con una muralla que cierre el barrio de los Gomeles. ¡Oh! ¡quién tuviera vida para ver terminada esta maravilla!

      Yshac se maravillaba de que el rey Nazar pidiese á Dios vida y no tesoros para construir aquel alcázar.

      – Muy rico debe ser el rey, decia para sus adentros.

      – Cien torres y treinta mil almenas en ellas y en los muros, decia el rey Nazar contemplando los planos: un cautivo para cada almena, un mortero para cada cautivo: treinta mil dirahmes de oro cada un dia; ¡sí, sí, por Allah! hay lo bastante para construir una nueva Damasco. ¡Treinta mil cautivos! ¡uno para cada almena! ¡treinta mil morteros! ¡uno para cada cautivo! ¡treinta mil dirahmes de oro cada un dia!

      Yshac-el-Rumi se contristó, porque creyó que el rey habia perdido el juicio, y esto echaba á tierra todos sus proyectos.

      Y no era solamente Yshac el que pensaba de esta manera.

      Los habitantes de Granada decian tambien, pero en voz baja por temor de ser castigados:

      – ¡El rey Nazar se ha vuelto loco!

      XVIII

      ¡EL REY NAZAR ES UN SABIO!

      Pasaron los ocho dias que el rey habia concedido á los caballeros del reino para un solo dia de algarada alrededor de las fronteras y al frente de la costa.

      El mismo dia en que se cumplia el plazo, amanecieron delante de las puertas de Granada los cuatro mil caballeros, con sus banderas y sus taifas en número de cincuenta mil hombres34.

      En el centro del aduar ó campamento formado por cada una de estas taifas, se veian las presas hechas en las fronteras cristianas y en la ribera de Africa, consistiendo la mayor parte de estas presas en cautivos.

      Notábase que todos estos cautivos eran hombres y hombres robustos; si los caballeros habian hecho cautivas, se habian abstenido sin duda de llevarlas á Granada, enviándolas con algun ligero resguardo á sus posesiones.

      El rey Nazar que esperaba, no sin fundamento, que sus caballeros cumplirian fielmente su promesa, estaba preparado, y cuando le avisaron de la presencia de aquellas gentes de la Vega, salió de su castillo rodeado de su córte y seguido por los mismos esclavos de su guardia.

      Cuando el rey salió á la Vega por la puerta de Elvira, las dulzainas, las trompetas, los tambores, los atabales y las atakeviras de sus caballeros, tocaron la zambra, á la que contestaron los músicos del rey.

      Al pasar por medio de los cerrados escuadrones, los soldados gritaban:

      – Al-Hhamar le galib35.

      A lo que el rey Nazar contestaba, sonriéndose benévolamente, á walíes y soldados.

      – ¡We! ¡le galib ille Allah!36

      El rey llegó al fin acompañado por los xeques37 de las tribus, y de los principales walíes, á una magnífica tienda alrededor de la cual habia amontonado un botin inmenso.

      – Hé ahí poderoso y magnífico señor, dijo el mas anciano de los xeques, señalándole los despojos amontonados, la quinta parte de nuestra presa que te corresponde como emir y sultan de los creyentes.

      Y empezó á poner de manifiesto la presa.

      Consistia esta en dinero, en oro y plata, en cálices, copones, viriles, cruces, ornamentos y otros objetos sagrados robados á las iglesias, y por último, en una multitud de armas y de alhajas de uso particular.

      – Buena grangería habeis hecho, dijo el rey.

      – Nos ha costado en cambio mucha sangre, señor.

      – Si los cristianos se dejasen entrar á saco sin resistencia, las algaras serian el mejor entretenimiento del mundo: todo tiene su precio: la presa de las algaras se paga.

      – Allá quedan sobre la sangrienta frontera centenares de muslimes y millares de infieles.

      – Pero no es esto lo que os he pedido.

      – Espera, espera, señor; dentro de la tienda está la presa que han hecho los que han pasado á Africa.

      Entró en la tienda el rey Nazar.

      Estaba enteramente cubierta de telas de brocado: la mirra, el aloe y el incienso, formaban grandes montones; brillaban, dentro de cajas, diamantes y perlas y otras piedras preciosas. Veíanse en gran número pieles de leon y de tigre, y en el centro una gran caja llena de doblas marroquíes.

      – Pero yo no os he pedido oro, ni perfumes, ni alhajas, ni preciosidades, dijo el rey Nazar: y ¡ay de vosotros, si solo esto habeis traido!

      – Es, dijo el xeque, que entre africanos y españoles, te traemos justos y cabales los treinta mil esclavos.

      – ¡Los treinta mil esclavos! esclamó el rey.

      – Sí, poderoso señor.

      – ¿Y todos fuertes y robustos?

      – Sí, magnífico señor, porque hemos matado á los viejos, á los niños y á los enfermos.

      – ¡Treinta mil cautivos! esclamó el rey: ¡un dirahme de oro cada un dia por cada cautivo!

      – ¡Treinta mil dirahmes de oro cada un dia! murmuraron por lo bajo los circunstantes. ¿Y de dónde vá á sacar ese tesoro el rey Nazar?

      – El rey Nazar está loco.

      – ¿Y dónde teneis esos treinta mil cautivos? dijo con ansia el rey Nazar.

      – Al punto van á pasar por delante de tí, magnífico sultan.

      Y saliendo algunos walíes, se oyó poco despues la música tañendo la zambra.

      El rey Nazar, en la puerta de la tienda, á caballo, rodeado de su córte, á ambos lados los xeques y los walíes espedicionarios, empezaron á pasar por delante de él entre ginetes moros escuadronados, los cautivos.

      Iban delante los africanos atezados y fieros en medio de su vencimiento: todos jóvenes, todos robustos, todos bravíos: su número llegaria á diez mil: venian despues los cautivos españoles, avergonzados por su derrota, pero al mismo tiempo altivos: conocíase que pertenecian á todas las clases y condiciones, desde el orgulloso noble hasta el humilde pechero: todos fuertes, todos robustos, todos jóvenes; pero impresas en las frentes de todos la desesperacion de la desgracia.

      El rey Nazar contempló los esclavos trasportado de alegría.

      En aquellos tiempos estos azares de la fortuna eran tan comunes, que la desolacion de un esclavo no conmovia á nadie.

      Aquella época endurecia el corazon.

      Por lo tanto nada tenia de repugnante la alegría del rey Nazar.

      Cuando hubieron acabado de pasar los cautivos, el rey Nazar se volvió á los xeques y á los walíes, y les dijo:

      – Guardaos vuestra presa por completo: yo no os he pedido oro sino cautivos; me los habeis traido y estoy satisfecho.

      Y haciendo que se encargasen de la guarda de los cautivos los walíes de los seis mil de su guardia negra, se fué con su presa la Vega adelante.

      – ¡No quiere oro! esclamaban maravillados los espedicionarios: ¡y le hemos ofrecido una riqueza

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<p>34</p>

No debe estrañarse que los capitanes y hombres de guerra del reino de Granada reuniesen bajo sus banderas particulares, tal número de ginetes: debe tenerse en cuenta que al reino de Granada se habian refugiado los restos dispersos por la conquista de los otros reinos moros, y consta por testimonios auténticos que solo la ciudad de Granada, una de las mayores entonces del mundo, tenia una poblacion de dos millones de almas, y arrojaba por sus puertas un dia de combate, ochenta mil caballos y un número incalculable de infantes: no hay que deducir su poblacion de entonces por la antigua demarcacion de sus muros, porque segun sus costumbres, en una habitacion muy reducida moraban y dormian diez, doce y aun veinte hombres, toda una familia: habia que contar además en la jurisdiccion particular de la ciudad, las aldeas y alquerías de la Vega, que eran entonces innumerables. Mas adelante veremos que por efecto de las guerras civiles y por las emigraciones á Africa, la poblacion de Granada habia decaido ya de una manera considerable en los tiempos de la conquista por los reyes católicos.

<p>35</p>

Al-Hhamar el vencedor.

<p>36</p>

¡Bah! ¡solo Dios es vencedor! este es el mote de las armas de los reyes moros de Granada adoptado por Al-Hhamar. Este mote está escrito en carácter nedji africano, en una banda diagonal de oro saliendo de la boca de dos dragantes, sobre un escudo campo verde.

<p>37</p>

Llaman xeque, al mas anciano, al mas autorizado de una tribu, que tiene gobierno sobre ella y derecho de vida y muerte.