Скачать книгу

No se debe decir.

      CRIADA. Eso es otra cosa. ¡Pero es bien alegre!

      NOVIA. O bien amargo.

      CRIADA. El azahar te lo voy a poner desde aquí, hasta aquí, de modo que la corona luzca sobre el peinado. (Le prueba el ramo de azahar.)

      NOVIA (se mira en el espejo). Trae. (Coge el azahar y lo mira y deja caer la cabeza abatida.)

      CRIADA. ¿Qué es esto?

      NOVIA. Déjame.

      CRIADA. No son horas de ponerte triste. (Animosa.) Trae el azahar.

(NOVIA tira el azahar.)

      ¡Niña! ¿Qué castigo pides tirando al suelo la corona? ¡Levanta esa frente! ¿Es que no te quieres casar? Dilo. Todavía te puedes arrepentir.

(Se levanta.)

      NOVIA. Son nublos. Un mal aire en el centro. ¿Quién no lo tiene?

      CRIADA. Tú quieres a tu novio.

      NOVIA. Lo quiero.

      CRIADA. Sí, sí, estoy segura.

      NOVIA. Pero éste es un paso muy grande.

      CRIADA. Hay que darlo.

      NOVIA. Ya me he comprometido.

      CRIADA. Te voy a poner la corona.

      NOVIA (se sienta). Date prisa, que ya deben ir llegando.

      CRIADA. Ya llevarán todos lo menos dos horas de camino.

      NOVIA. ¿Cuánto hay de aquí a la iglesia?

      CRIADA. Cinco leguas por el arroyo, que por el camino hay el doble.

(La NOVIA se levanta y la CRIADA se entusiasma al verla.)

      Despierte la novia

      la mañana de la boda.

      ¡Que los ríos del mundo

      lleven tu corona!

      NOVIA (sonriente). Vamos.

      CRIADA (la besa entusiasmada y baila alrededor.)

      Que despierte con el ramo verde

      del laurel florido.

      ¡Que despierte

      por el tronco y la rama

      de los laureles!

(Se oyen unos aldabonazos.)

      NOVIA. ¡Abre! Deben ser los primeros convidados. (Entra.)

(La CRIADA abre sorprendida.)

      CRIADA. ¿Tú?

      LEONARDO. Yo. Buenos días.

      CRIADA. ¡El primero!

      LEONARDO. ¿No me han convidado?

      CRIADA. Sí.

      LEONARDO. Por eso vengo.

      CRIADA. ¿Y tu mujer?

      LEONARDO. Yo vine a caballo. Ella se acercaba por el camino.

      CRIADA. ¿No te has encontrado a nadie?

      LEONARDO. Los pasé con el caballo.

      CRIADA. Vas a matar al animal con tanta carrera.

      LEONARDO. ¡Cuando se muera, muerto está!

(Pausa.)

      CRIADA. Siéntate. Todavía no se ha levantado nadie.

      LEONARDO. ¿Y la novia?

      CRIADA. Ahora mismo la voy a vestir.

      LEONARDO. ¡La novia! ¡Estará contenta!

      CRIADA (variando de conversación). ¿Y el niño?

      LEONARDO. ¿Cuál?

      CRIADA. Tu hijo.

      LEONARDO (recordando como soñoliento). ¡Ah!

      CRIADA. ¿Lo traen?

      LEONARDO. No.

(Pausa. Voces cantando muy lejos.)

      VOCES.

      ¡Despierte la novia

      la mañana de la boda!

      LEONARDO.

      Despierte la novia

      la mañana de la boda.

      CRIADA. Es la gente. Vienen lejos todavía.

      LEONARDO (levantándose). ¿La novia llevará una corona grande, no? No debía ser tan grande. Un poco más pequeña le sentaría mejor. ¿Y trajo ya el novio el azahar que se tiene que poner en el pecho?

      NOVIA (apareciendo todavía en enaguas y con la corona de azahar puesta). Lo trajo.

      CRIADA (fuerte). No salgas así.

      NOVIA. ¿Qué más da? (Seria.) ¿Por qué preguntas si trajeron el azahar? ¿Llevas intención?

      LEONARDO. Ninguna. ¿Qué intención iba a tener? (Acercándose.) Tú, que me conoces, sabes que no la llevo. Dímelo. ¿Quién he sido yo para ti? Abre y refresca tu recuerdo. Pero dos bueyes y una mala choza son casi nada. Ésa es la espina.

      NOVIA. ¿A qué vienes?

      LEONARDO. A ver tu casamiento.

      NOVIA. ¡También yo vi el tuyo!

      LEONARDO. Amarrado por ti, hecho con tus dos manos. A mí me pueden matar, pero no me pueden escupir. Y la plata, que brilla tanto, escupe algunas veces.

      NOVIA. ¡Mentira!

      LEONARDO. No quiero hablar, porque soy hombre de sangre y no quiero que todos estos cerros oigan mis voces.

      NOVIA. Las mías serían más fuertes.

      CRIADA. Estas palabras no pueden seguir. Tú no tienes que hablar de lo pasado. (La CRIADA mira a las puertas presa de inquietud.)

      NOVIA. Tiene razón. Yo no debo hablarte siquiera. Pero se me calienta el alma de que vengas a verme y atisbar mi boda y preguntes con intención por el azahar. Vete y espera a tu mujer en la puerta.

      LEONARDO. ¿Es que tú y yo no podemos hablar?

      CRIADA (con rabia). No; no podéis hablar.

      LEONARDO. Después de mi casamiento he pensado noche y día de quién era la culpa, y cada vez que pienso sale una culpa nueva que se come a la otra; ¡pero siempre hay culpa!

      NOVIA. Un hombre con su caballo sabe mucho y puede mucho para poder estrujar a una muchacha metida en un desierto. Pero yo tengo orgullo. Por eso me caso. Y me encerraré con mi marido, a quien tengo que querer por encima de todo.

      LEONARDO. El orgullo no te servirá de nada. (Se acerca.)

      NOVIA. ¡No te acerques!

      LEONARDO. Callar y quemarse es el castigo más grande que nos podemos echar encima. ¿De qué me sirvió a mí el orgullo y el no mirarte y el dejarte despierta noches y noches? ¡De nada! ¡Sirvió para echarme fuego encima! Porque tú crees que el tiempo cura y que

Скачать книгу