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      Los discípulos en la teosofía y otros artículos

Editorial

      Los discípulos en la teosofía y otros artículos © H. P. Blavatsky

      [no image in epub file]

      D.R.© Editorial Lectorum, S.A. de C.V., 2021

      Batalla de Casa Blanca, Manzana 147–A, Lote 1621

      Col. Leyes de Reforma, 3a. Sección

      C.P. 09310, México D.F.

      Tel. 55 5581 3202

      www.lectorum.com.mx

      [email protected]

      Primera edición: noviembre 2021

      ISBN: 978-607-457-689-4

      D.R.© Portada: Angélica Carmona Bistráin

      D.R.© Imagen de portada: Shutterstock®

      Características tipográficas aseguradas conforme a la ley.

      Prohibida la reproducción parcial o total sin autorización escrita del editor.

      Chelas

      A pesar de que múltiples artículos sobre este tema han sido publicados en esta revista, todavía parece haber una falta de comprensión y, por lo tanto, muchas explicaciones que son falsas. ¿Qué son los Chelas? ¿Tienen poderes? ¿Tienen alguna falla en su forma? ¿En qué sentido son diferentes de aquellos que no son Chelas? ¿ La palabra del Chela es tan importante, que ha de tomarse como un evangelio?

      Estas preguntas sin sentido provienen de aquellas personas que, por algún tiempo, se han hecho de ideas erróneas acerca de los Chelas, y luego, al descubrir que tienen que cambiar completamente este punto de vista, la reacción ha sido muy violenta en varios casos.

      La palabra “Chela” no significa nada más que un discípulo; pero se ha cristalizado en la literatura teosófica y, para muchos autores, tiene tantas definiciones como la palabra “Dios”. Algunas personas han llegado al extremo de pensar que un Chela, queda colocado en un plano tan elevado que cada palabra que pronuncie es tomada como ex cathedra, y no se le permite ni el pobre privilegio de hablar como una persona común. Si se descubre que cualquier declaración la hizo bajo su propia responsabilidad y cuenta, se le culpa de extraviar a sus oyentes.

      Esta errónea idea debe corregirse de una vez por todas. Hay Chelas y Chelas, así como hay Mahatmas y Mahatmas. De hecho, hay Mahatmas que apenas son los Chelas de otros que están en un nivel superior. Pero nadie, por un instante, debería confundir a un Chela que está empezando su penosa jornada con uno de aquellos mayores que, en realidad, ya es un Mahatma.

      En realidad, el Chela es un hombre infortunado que ha entrado en “un camino no manifiesto”, y Krishna dice “que ese es el camino más difícil”.

      En vez de ser el constante portavoz de su Guru, el Chela se encuentra más solo en el mundo que los que no lo son, y su camino está rodeado de peligros que desanimarían a muchos aspirantes si los vieran en sus colores naturales; en vez de aceptar a su Gurú y pasar un examen de ingreso con el fin de convertirse en bachiller del Arte del Ocultismo bajo la constante y amistosa guía de su maestro, el Chela, en verdad, se introduce a la fuerza en un recinto custodiado, y desde ese momento tiene que luchar y conquistar... o perecer. En vez de ser él quien acepta, tiene que merecer su aceptación. Ni tampoco ha de ofrecerse él mismo. Uno de los Mahatmas ha escrito recientemente: “Nunca trates de hacerte aceptar para el Chelado; espera hasta que descienda sobre ti”.

      Y una vez aceptado como Chela, no es cierto que él sea meramente el instrumento de su Guru. Habla como un hombre corriente, entonces como antes; y solamente cuando el maestro envía por intermedio del Magnetismo del Chela una carta escrita de verdad, es cuando puede decirse que ha venido una comunicación por medio de él.

      Puede acontecerles, como alguna vez pasa con cualquier autor, que preparen declaraciones bellas o verdaderas, pero no por ello ha de sacarse en conclusión que durante esa declaración el Guru estaba hablando por medio del Chela. Si en su mente había el germen de un buen pensamiento, la influencia del Guru puede, como la suave lluvia sobre la semilla, hacer que ese germen crezca y fructifique fuera de lo normal; pero esa no es la voz del maestro. En realidad son raros los casos en que los Maestros hablen por medio de un Chela.

      Los poderes de los Chelas varían según su progreso; y toda persona debería saber que cuando un Chela tiene algunos poderes, no se le permite usarlos excepto en casos raros y excepcionales, y jamás puede hacer alarde de poseerlos. Por lo tanto los que apenas son principiantes no tienen más poderes que el hombre corriente. En realidad, la meta colocada ante el Chela no es la adquisición de poder psicológico; su tarea principal es desprenderse de ese dominante sentido de personalidad que constituye el tupido velo que oculta nuestra parte inmortal; el hombre real. Mientras retenga ese sentido, permanecerá clavado fijo en la misma puerta del ocultismo, incapaz de adelantar un solo paso.

      El sentimentalismo, pues, no hace parte del equipo de un Chela. Su labor es dura, su camino es pedregoso, la meta está lejos. Con simple sentimentalismo no avanzará nada. ¿Para qué esperar que el maestro le pida que demuestre su valor, precipitándose por un abismo, o escalando con coraje los escarpados y fríos Himalayas? Falsa esperanza; no es así como ellos le llamarán. Y por tanto, puesto que el Chela no ha de revestirse de sentimentalismo, el público no deberá echar un falso velo de sentimentalismo sobre todas sus acciones y palabras cuando quieran pensar en él. Mostremos, por lo tanto, desde ahora en adelante, un poquito más de discernimiento al referirnos a los Chelas.

      Chelas regulares y Chelas laicos

      Chela es la persona que se ofrece a un Maestro como discípulo para aprender los misterios de la naturaleza y poner en práctica los poderes psíquicos latentes en el hombre. El Maestro que lo acepta se llama en la India “Guru” y el verdadero Guru es siempre un adepto de la ciencia oculta; un hombre de profundo saber exotérico, y sobre todo esotérico, que ha sometido a la esclavitud su naturaleza carnal y desarrollado en sí mismo el poder (Siddhi) de dominar las fuerzas de la naturaleza, y sondear sus misterios por medio de poderes antes latentes y al presente activos en su ser.

      Ofrecerse como aspirante al Chelado es relativamente fácil. Desarrollarse hasta lograr el Adeptado es la tarea más difícil que el hombre puede emprender. Hay muchas personas que nacen poetas, matemáticos, estadistas, etc., pero un adepto “de naturaleza” es imposible, porque si bien a veces oímos hablar, con muy raros intervalos, de personas naturalmente dotadas de extraordinaria aptitud para la adquisición de la ciencia y de los poderes ocultos, estas tienen forzosamente que pasar por las mismas pruebas y la misma educación que sus menos favorecidos coaspirantes. Sobre todo, en este punto, cabe decir con razón que no hay camino real para los favorecidos.

      Aparte de un grupo hereditario adscrito al gonpa (templo), los Chelas fueron, durante siglos, escogidos por los Mahatmas del Himâlaya en persona, entre la clase de místicos naturales, muy numerosos en el Tíbet. Solo ha habido excepciones en favor de occidentales como Fludd, Thomas Vaughan, Paracelso, Pico de la Mirándola, el Conde de Saint Germain y otros, cuya afinidad de constitución para esta elevada ciencia forzó, hasta cierto punto, a los Adeptos a entrar en relación personal con ellos y así obtuvieron una porción más o menos extensa de la verdad completa, en relación con el ambiente social que los rodeaba.

      En el libro IV del Kni–to, capítulo sobre las leyes de los Upasanas, encontramos las cualidades exigidas al Chela. Son las siguientes:

      1. Perfecta salud corporal.

      2. Absoluta pureza física y mental.

      3. Deseos no egoístas, caridad universal, compasión por todos los seres animados.

      4. Constancia y fe inquebrantable en la ley del Karma, independiente de la intervención de poder alguno de la naturaleza; ley cuyo curso no puede desviar intermediario alguno, ni detenerla ningún ruego, ni ceremonia propiciatoria exotérica.

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