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de estos, en Mesoamérica. Como toda la herramienta conceptual de los principales enfoques para investigar el parentesco —forjados, además, en una antropología cuyo objeto de análisis eran las sociedades preestatales—, está hecha para el estudio de sistemas unilineales (patrilineales o matrilineales); los sistemas bilaterales simplemente no se analizaban. Sí se abordaba el sistema terminológico y se inferían conclusiones de este, pero se prestaba poca atención a lo que hacían juntos los parientes y la composición de sus grupos. Visto desde otro ángulo, se podría decir que tampoco se habían desarrollado enfoques para el abordaje de sistemas bilaterales porque no se estudiaban sociedades estatales en la antropología. Es por ello que también se concluyó en este simposio que, en general, el parentesco no era un principio organizativo fundamental en el área cultural. El trasfondo de esta conclusión es la división de Morgan entre sistemas descriptivos en civitas y sistemas clasificatorios en societas. Reitero que esto se refería a que los sistemas terminológicos no reflejaban la existencia de agrupaciones como clanes, por lo tanto, no había nada que estudiar. Esta forma de delimitar el parentesco —sistema con un énfasis desmedido en la terminología y con el tema de grupos unilineales como los clanes— llevó a un callejón sin salida en la comprensión de la conformación de los grupos y redes de parentesco en Mesoamérica y las prácticas y funciones que tenían en la sociedad. Registrada la terminología, se creía cubierto el expediente. Escasamente fueron estudiados, en la mayor parte del área mesoamericana, la conformación de los grupos de parentesco, el uso de redes de parientes para reclutar equipos de trabajo, la herencia, y otras cuestiones, que, en contraste, son tratados ampliamente en el presente libro. A pesar de la clasificación patrilineal en Chiapas, tampoco se prestó atención a la operación de los principios patrilineales en estos ámbitos por la centralidad que se atribuyó a la terminología a expensas de las prácticas. Es por esto que este libro representa un aporte a diversos aspectos del parentesco que aquellos que llevaron a cabo investigaciones desde la teoría convencional de parentesco a menudo no les dieron suficiente importancia.

      Ahora bien, los numerosos estudios históricos y etnohistóricos que tratan algunos de los grupos y fenómenos descritos y analizados en este libro y que tienen más que ver con prácticas, organización empírica y no con la terminología, se debe, sobre todo y precisamente, al fuerte principio patrilineal que opera sobre la herencia, la residencia y la organización del territorio en prácticamente toda el área maya. Esta característica ha llamado la atención desde el siglo xvi, con fray Diego de Landa, hasta la de autores más recientes que han buscado conceptualizar estos fenómenos de distintas maneras. Los datos sobre los mayas son sumamente interesantes puesto que, siendo una sociedad estatal desde el periodo clásico por lo menos, encontramos descripciones de estos fuertes principios patrilineales, con independencia de referencias a la terminología. Como ya señalamos arriba, se clasifican como “bilaterales” los sistemas cuyas terminologías no distinguen entre parientes patrilineales y matrilineales. Pero hay algo más en lo bilateral que señaló Morgan y que conviene destacar: él vio como indicio de la transición hacia civitas —a la vez que hacia la bilateralidad— la ruptura en la linealidad, por ejemplo, cuando entre los antiguos griegos una hija heredaba en lugar de un sobrino. Para Morgan esto se relacionaba con el desmoronamiento del parentesco como principio organizativo y con el triunfo del principio de territorio, la esencia de civitas.

      La frecuente mención en los trabajos etnohistóricos, históricos y etnográficos —y también en varios capítulos de este libro— de los principios patrilineales y de la preferencia de un sobrino a una hija en la herencia en no pocos casos entre los distintos grupos de filiación mayense, plantea una cuestión interesante. Jack Goody ofrece una perspectiva que toma en cuenta diversas variables para pensar lo bilateral/unilineal, las cuales, en mi conocimiento, aún no se han explorado en América, y mucho menos en tierras mayas. En Production and reproduction, Goody ha planteado para el viejo continente un gran parteaguas entre las sociedades que practican la roza y quema y aquellas que se basan en el cultivo con el arado. Los primeros, propios de África, se caracterizan por la organización en clanes unilineales, mientras que los segundos, situados en Europa y Asia, tienen una organización estatal. En África se acostumbra la práctica del pago o riqueza de la novia, mientras que en Eurasia se usa la dote. La diferencia radica en la direccionalidad del flujo de cada uno de estos bienes intercambiados en ocasión del matrimonio. El precio o la riqueza de la novia es una prestación que va del grupo del novio a la familia o parentela de la novia, mientras que la dote es un bien que trae la novia al matrimonio, según Goody, una herencia inter vivos (Goody, 1976).

      Pensemos en el haancab que ha sido documentado entre los mayas macehuales de Quintana Roo y de prácticas análogas entre otros grupos mayas y de otras partes del país (Robichaux, 2005, p. 251). Al respecto, no cabe duda de que el servicio de la novia —es decir, que el novio resida en casa de esta última y trabaje para su suegro durante meses o más de un año— es lo mismo estructuralmente que el pago o precio de la novia. Nadie podría pensar que los antiguos mayas eran una sociedad igualitaria, pues la evidencia arqueológica es contundente contra una caracterización así. Podría ser que, al disolverse los Estados mayas por catástrofes, entre las que la Conquista sería una de varias, importantes principios patrilineales que ya existían cobraron una mayor importancia y sirvieron para reemplazar funciones que antes realizaba el Estado. Ante la ausencia o poca presencia del Estado, como en el suroeste de China, los grupos patrilineales cumplían funciones a cargo del Estado en otras sociedades. Además, las unidades patrilineales han sido reportadas entre los campesinados de todos los Estados arcaicos preindustriales, como la antigua India, Egipto y China (Goody, 1976), lo mismo que el principio patrilineal entre los actuales descendientes de distintos grupos lingüísticos del imperio incaico, así como en múltiples fuentes del siglo xvi del México central (Robichaux, 2005, 2007).

      En esta discusión hay que distinguir entre el sistema de parentesco como fundamento de la organización social en una sociedad sin Estado, como lo pensaba Radcliffe-Brown, y la operación de principios patrilineales en formaciones sociales particulares, con o sin Estado. Este último punto se refiere al planteamiento de Rodney Needham que, como vimos arriba, rechazó la noción de “sistema de parentesco”, prefiriendo definir el parentesco como un término multiusos que abarca una serie de rasgos muy específicos. Evans-Pritchard, en su trabajo sobre los nuer en Sudán, consideraba el sistema segmentario de clanes, linajes máximos y linajes mínimos como el “sistema político”, ya que cumplía funciones del Estado, incluyendo las del derecho penal y civil. Pero también se refirió a mar que consistía en las relaciones entre parientes, tanto matrilineales como patrilineales (Evans-Pritchard, 1977). El punto que quiero destacar aquí es que, si entiendo bien, la conclusión a la que se llegó en el seminario “Herencia de la Conquista” de que “el parentesco no era un principio organizativo importante en Mesoamérica”, aludía a la ausencia de clanes y de terminologías muy diferentes de la nuestra como la descrita por Guiteras Holmes (1968). La implicación es que los sistemas terminológicos donde no había esa supuesta correspondencia con costumbres y la organización de grupos no eran “interesantes”, para usar las palabras de Sol Tax. Esta concepción de parentesco, o sistema de parentesco, dejó fuera de la mirada las prácticas de las personas, sobre todo entre los grupos donde no había “sistemas interesantes”, pero también donde sí los había, como por ejemplo algunos grupos mayas.

      Sin embargo, conviene señalar varios puntos al tratar de comprender cómo operaban y operan los principios patrilineales en la realidad, sobre todo por los distintos momentos en el tiempo que trata la bibliografía pertinente y la amplitud y variedad del espacio geográfico ocupado por los diferentes grupos de filiación mayense. Hay que recordar la distinción clásica de Nicholas Hopkins en su análisis del parentesco maya entre filiación, herencia y sucesión, frecuentemente olvidada. Filiación (llamada descendencia por otros autores) se refiere a la transmisión de la pertenencia a un grupo, herencia es la transmisión de bienes y sucesión es la transmisión de cargos, como sucede entre los monarcas (Hopkins, 1988, pp. 88-89). En el modelo de Goody, la filiación en África sirve para dar acceso a la tierra y se contrapone a la herencia que en Eurasia opera donde hay propiedad individual; pero en los grupos mayas hay casos en que ambas están presentes, operando en ámbitos distintos. En todo caso, esta especificación tiene que tomarse en cuenta cuando se abordan

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