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manera diferente opinaba el príncipe Von Bülow, para quien «en política influye frecuentemente la ineptitud de manera más funesta que la maldad».

      La maldad de los hombres excusa la de los príncipes

      «Ya me guardaría yo de dar tal consejo a los príncipes si todos los hombres fueran buenos, pero como son malos y están siempre dispuestos a romper sus promesas, el príncipe no debe ser exacto y celoso en el cumplimiento de las suyas. Y siempre encontrará con facilidad una manera de disculpar su incumplimiento».

(CAPÍTULO XVIII)

      Para Maquiavelo, el príncipe está legitimado para engañar a la población y no cumplir sus promesas cuando vea que no le reportan ningún beneficio. Este utilitarismo y ocasionalismo moral hace creer al príncipe que la población olvida pronto las afrentas si quien las sufre no tiene fuerza suficiente para atacarle.

      Aunque hay capítulos de la historia, incluso en los momentos actuales, en los que se aprecia que la mentira y la política van de la mano, y se benefician mutuamente, por lo general la verdad acaba saliendo a la luz y permite que la moralidad de las acciones sea evaluada. Muchas veces – aunque menos de las deseables— el líder que no recurre a la moralidad en sus acciones pronto cae en el desprestigio. Maquiavelo considera a la persona como un ser débil. Como pesimista antropológico que es, cree legítimo mentir, ya que el hombre es malo por definición. Esta mezcla de vitalismo y utilitarismo parecería que hoy en día no debería surtir efecto, pero está demostrado que el relativismo moral y la falta de memoria colectiva, o la capacidad de ocultarla, hacen que el pueblo solo se fije en los resultados y no en cómo se han conseguido.

      Lo que sí es cierto es la facilidad que tienen los líderes para justificar incluso las acciones más execrables, con total desparpajo y jaleados por su cohorte de seguidores, la mayoría agradecidos por haberse convertido en beneficiarios del despropósito cometido.

      Los poderosos no tienen amigos verdaderos

      «Los hombres son ingratos, falsos, inconstantes, tímidos e interesados. Mientras se les hace el bien se puede contar con ellos: nos ofrecerán lo que tienen, sus propios hijos, su sangre y hasta su vida, pero todo eso dura mientras el peligro está lejos, porque cuando está cerca, aquella voluntad e ilusión que se tenía desaparece».

      «Los amigos que se adquieren a cambio de dinero, y no en virtud de los méritos del espíritu, rara vez se conservan durante los contratiempos de la fortuna, y no hay caso más frecuente que el de verse abandonado por ellos cuando más los necesita».

(CAPÍTULO XVII)

      De nuevo, Maquiavelo expone el peor lado de las personas: movidas exclusivamente por el más puro egoísmo, solo piensan en su propio beneficio. Mientras creen que están consiguiendo sus objetivos y ven satisfechas sus necesidades y ambiciones, se puede contar con ellas. Pero tan pronto se les exige un gran sacrificio o temen poder sufrir un revés en su vida o hacienda, enseguida abandonan a quien hasta ese momento era su benefactor y al que todo debían. Es la triste condición del alma humana, que pervivirá para siempre.

      Por ello hay que saber rodearse de verdaderos amigos, de personas desinteresadas que estén a tu lado por lo que eres y no por lo que les puedas ofrecer. Y eso es algo que solo se descubre y demuestra en los malos momentos, en los que nada pueden conseguir de ti, más allá de una buena conversación y afecto mutuo. Huelga decir que los poderosos lo tienen más complicado para discernir con quiénes pueden contar de verdad y a quiénes deben considerar sus auténticos amigos, pues lo habitual es que revoloteen a su alrededor un enjambre de aduladores y falsos apoyos, que desaparecerán como por ensalmo tan pronto como se desvanezca el brillo que les da su solvencia económica o su poder político.

      En este sentido, decía Plutarco: «Es preciso poner a prueba al amigo antes de la necesidad, para que no sea puesto a prueba por la necesidad».

      Para Mazarino: «Son raras las amistades que nunca decepcionan», por lo que, como suele decirse, no esperes nada de los demás y evitarás decepciones.

      La obediencia y el «efecto Lucifer»

      «Los hombres aman por voluntad o por capricho, pero temen, por el contrario, según el deseo de quien los gobierna».

(CAPÍTULO XVII)

      Existen muchos estudios sobre la deshumanización de la guerra, provocada por la cadena que conecta a quien toma la decisión con quien aprieta el gatillo o lanza la bomba. Se produce, de este modo, una sensación de pérdida de responsabilidad personal.

      El psicólogo Stanley Milgram llevó a cabo una serie de experimentos que cambiaron para siempre nuestra percepción de la moral. Las investigaciones realizadas por Milgram y Philip Zimbardo para entender lo ocurrido en la Segunda Guerra Mundial y en los campos de exterminio mostraron lo influenciables que somos y cómo las personas pueden causar dolor a otras por el simple hecho de que alguien se lo pida. Ni siquiera los gritos o las muestras de dolor detenían las acciones de los sujetos del experimento, que justificaban su comportamiento en que una autoridad les ordenaba realizarlas. Es el denominado «efecto Lucifer», un mecanismo que facilita la irresponsabilidad personal y promueve la obediencia ciega.

      Entender cómo la gente común puede cometer el más horrible de los crímenes, al evaporarse su sentido de la responsabilidad personal cuando se encuentra bajo la influencia de una fuerte autoridad, nos ha permitido conocer lo más profundo y oscuro de la naturaleza humana.

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LA VISIÓNDEL LÍDER

      Aunque Maquiavelo se refiere en su obra al príncipe, nosotros podemos compararlo con el líder, ya sea en la política, en una organización o en una empresa, según el caso. Del mismo modo que en tiempos del autor florentino se buscaban príncipes, reyes o emperadores capaces de gobernar, hoy en día buscamos líderes que puedan llevar adelante una empresa, un equipo de trabajo o un país. Por eso debemos traducir los términos de la época de Maquiavelo a nuestra realidad actual e intentar aprovechar lo que todavía pueda sernos útil e iluminador, al mismo tiempo que rechazamos aquello que ya no coincide con nuestros valores o nuestras necesidades. Por otra parte, nunca hay que olvidar que algunos expertos y lectores de El príncipe han considerado que muchos pasajes de esta obra deben leerse de manera irónica, como una crítica encubierta de su autor a los tiranos, pues él siempre fue partidario de un estado republicano.

      Necesidad del liderazgo

      «Los vasallos aceptan con gusto cambiar de señores, creyendo que así obtendrán alguna ventaja».

(CAPÍTULO III)

      Los términos que emplea Maquiavelo («cambiar» y «ventaja») apuntan al anhelo humano de seguir a un líder que decida y que conduzca al grupo o colectivo hacia un objetivo común, y que pueda satisfacer las necesidades, ambiciones y aspiraciones de todos.

      La tendencia humana a agruparse y a tener ambiciones como comunidad, a aceptar ser dirigidos por un líder que les transmita una sensación creíble de mejora, se ha visto agravada en las últimas décadas por la crisis de liderazgo que estamos viviendo en muchos ámbitos.

      Seguimos a nuestros líderes porque nos ofrecen una visión que nos impulsa a mejorar, porque nos transmiten una promesa llena de esperanza. Esto se puede traducir como definir el «qué», el «por qué» y el «para qué» de cualquier organización, los tres elementos básicos de la automotivación humana. Cuanto más alineada esté la visión de un líder con mis propias expectativas, mayor será la sensación de que puedo mejorar y, en consecuencia, lo seguiré con mayor convencimiento. Por descontado, las personas siempre vamos a seguir a quien nos ofrezca mayores ventajas de toda índole, incluso si son inmerecidas o en exceso fantasiosas.

      Los avances en la neurociencia y el conocimiento de la psicología y las motivaciones nos están conduciendo a un tipo de liderazgo diferente, más moderno y humano. Los últimos descubrimientos nos revelan que conocer el «qué» nos conecta a través

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