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tiene un asunto por cada personaje.127 Más bien, se debe permitir que cada parábola funcione a voluntad y que exponga muchos puntos según se desee en su propio contexto.

      Constantemente encontraremos la interrogante de cuántos detalles de una parábola tiene significado metafórico. La clave es saber cuándo dejar de interpretar. Con la metáfora, la interpretación de la parábola es entender los límites y el significado de la analogía. Wendell Berry comenta respecto de la metáfora: “Pero la legitimidad de una metáfora depende de nuestro entendimiento de sus límites…. Cuando se construye una metáfora como una ecuación, está fuera de control; cuando se construye como una identidad, es absurda.”128 Este es precisamente el caso con las parábolas, pero los intérpretes quieren que sean semejanzas teológicas; imágenes teológicas completas. Vez tras vez se ha forzado a las parábolas a tratar ideas que nos les competen, o se las critica porque no las tratan. Ninguna parábola trata todo, ni siquiera completamente un tema específico. Esta indiferencia por los límites de la analogía, irreversiblemente conduce al fracaso del entendimiento. Las parábolas no tienen signos de equidad que las hacen idénticas a la realidad que reflejan. Las parábolas solo parcialmente tienen puntos en común con las realidades que pretenden revelar.

      Debemos hacer justicia a las fortalezas y a las limitaciones de las metáforas y las parábolas.129 Las metáforas transmiten imágenes que el leguaje abstracto no puede igualar. Por su fuerza, con frecuencia se las usa para hipérbole. No son invitaciones para que pensemos todos los significados posibles que se pueden aplicar (como es el caso con la frase “Vosotros sois la sal de la tierra”). Son invitaciones para entenderlas dentro de su conjunto de relaciones. Algunas ideas metafóricas están en el centro mismo de las parábolas (como la relación entre el señor y el siervo); otras son periféricas y se las emplea como efecto en vez de transmitir información teológica específica. Por ejemplo, no debemos pensar que, en el Reino, los cristianos literalmente recibirán un lugar de autoridad sobre ciudades (Lc 19.17 y 19) o que Dios divide en grupos las personas (Mt 24.51/ Lc 12.46).

      Determinar la función de las parábolas también implica percibir que las introducciones como “El Reino es como un hombre” (o una mujer o un grano, y otros) en realidad no compara el Reino con los personajes u objetos, sino con todo el proceso de la narrativa. De modo que el Reino no se compara con el grano de mostaza sino con todo el proceso de esta “semilla más pequeña” que, sembrada, crece, y se hace la mayor de las hortalizas. Veremos una y otra vez que la observación está en todo el proceso de la narrativa, y no solamente en el primer asunto que se menciona.130

      En resumen, algunas parábolas resaltan un punto y otras parábolas varios puntos. Un método formulista para la interpretación de parábolas, así como para todos los estudios bíblicos, simplemente no funciona. Uno debe discernir del contexto mismo la intención de la analogía.

      Interprete lo que se da, no lo que se omite. Cualquier intento de interpretar una parábola con base en lo que se omite es incorrecto. Todas las parábolas, como todo material escrito, tienen discontinuidades; también hay omisiones que el autor decide hacer sin que se pierda el entendimiento de la narrativa. Cuanto más se considere lo que se omite en la parábola, mayor será la equivocación, a menos que haya evidencia de que es propósito del autor sacar una conclusión del material ausente. Nótese la omisión entre Lucas 15.21 y 22. El padre corrió a encontrarse con el hijo y, luego del reconocimiento del hijo, dio orden a los siervos. ¿Corrieron los siervos con el padre, o fue la orden del padre antes de que regresara con su hijo a la casa? Desde la perspectiva del relator, este detalle no tiene importancia; atender este tipo de detalle sería vano y disminuiría el drama. Lo importante es el encuentro y la orden del padre de empezar la celebración.

      No imponga tiempo real en el tiempo de la parábola. El tiempo en la narrativa de las parábolas no es una cronología real, y esforzarse porque así sea resultará en una distorsión. Note la parábola de la fiesta de bodas en Mateo 22.1-14 o de la gran cena en Lucas 14.15-24. La primera tiene una extensa cronología que permite una guerra durante la fiesta, aparentemente sin que la comida se enfríe, mientras que la segunda tiene una cronología que se omite, en la que se supone que el siervo sale, cumple la orden y regresa. El intento de poner una cronología real en Jesús o la misión de la iglesia en cualquiera de estas parábolas crea grandes problemas, por ejemplo cuando se sugiere que la invitación a los marginados sólo ocurre después que los pudientes rechazaran la invitación.131 Además, no hay “tiempo lógico” que se extienda más allá del tiempo narrativo de la parábola. Cuando la parábola termina, el tiempo narrativo también concluye. De modo que preguntar sobre eventos fuera del tiempo de la narrativa, como querer saber qué hizo el mercader de perlas después de haber vendido todo lo que tenía y comprar la perla,132 anula la parábola y señala una incomprensión de cómo funcionan las analogías y las parábolas.

      Preste particular atención a la regla del énfasis final. Algunas parábolas tienen material decisivo que se propaga en toda la parábola, como sucede con la del sembrador y los labradores malvados. Incluso en estas parábolas el material más importante está al final. Algunas parábolas son tan breves que no tiene sentido mencionar la regla del énfasis final, aunque es una buena guía que se debe considerar. Para la mayoría de las parábolas, lo que está al final es el claro indicador de la intención. Más adelante se trata cómo esto tiene relación con las inquietudes críticas sobre la autenticidad de las conclusiones de las parábolas.

      Note dónde las enseñanzas de las parábolas se cruzan con la enseñanza de Jesús en otros lugares. Esta regla sumamente importante es simplemente una variación del criterio de atestación múltiple y coherencia, pero ayudará a prevenir errores de interpretación. Si uno no puede validar la enseñanza que supone hay en la parábola de materiales no parabólicos en otros lugares de los evangelios, lo más probable es que esté equivocado.133 Algunos aspectos de la enseñanza de Jesús no aparecen en las parábolas. Ellas no tratan de guardar el sábado, la ley sobre los alimentos, los milagros, los exorcismos, el sufrimiento que los discípulos puedan esperar,134 la cruz (aunque esto se puede observar en la parábola de los labradores malvados), o la resurrección. Las parábolas no muestran la enseñanza de Jesús sobre la venganza, el divorcio, los juramentos, o la fe (por lo menos en forma directa), pero parece que todos los temas que se tratan en las parábolas, en alguna medida, se tratan también en los materiales no parabólicos.

      Determine el propósito teológico y el significado de la parábola. Esto no supone que las parábolas o metáforas se deban reducir a un discurso literal sin que haya pérdidas de contenido cognitivo o fuerza afectiva. Ella supone que la misma enseñanza se puede presentar en diversas formas y especialmente que las parábolas no son el centro de su propia narrativa. Se las narra para enseñar y convencer respecto de otra realidad más importante. Son de referencia, y no sirven si no determinamos a qué aluden, qué enseñan y qué debemos hacer con tal conocimiento. Aunque algunos han tratado de negar que las parábolas son de referencia, otros han tratado de limitar su relevancia teológica, afirmando a veces explícitamente que no podemos hacer teología de las parábolas,135 la cual si se toma de modo absoluto sería una conclusión intolerable. Las parábolas son una forma diferente de argumentos teológicos de las que encontramos en la epístola a los Romanos, pero son de igual relevancia teológica. Sin ellas, seríamos teológicamente faltos. He argüido contra la consideración de las parábolas como imágenes de líneas rectas de realidad teológica. Son reflejos de la realidad, con ángulos de diferentes grados, diseñadas con frecuencia para impresionar, cautivar y provocar una respuesta del oyente. Por ejemplo, la dureza de algunas parábolas de juicio (como Mt 18.34 o 24.51) para algunos es ofensiva y problemática, pero éstas no son descripciones realistas del juicio. Más bien, ellas advierten sobre la realidad y seriedad del juicio. De ningún modo las parábolas de Jesús revelan toda la teología cristiana. Sin la cruz y la resurrección, la teología cristiana no existiría. Sin embargo, las parábolas proveen material para una imagen poderosa y convincente de la enseñanza de Jesús sobre el reino, su comprensión de Dios, y el tipo de vida que se espera de sus discípulos, sea los del siglo primero o los del siglo presente. La teología de estas historias merece nuestra dedicación. Una cosa es preguntar qué significa dada característica en una parábola, como si tuviera que ser

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