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1984). Los trabajos de Gould (1977) y de Mckinney y McNamara (1991) recopilan una gran cantidad de evidencias que muestran en términos generales la validez operacional del concepto aquí discutido.

      d. Adecuación biológica (fitness)

      El DE afirma que «debido a su constitución como tales, no puede haber seres vivos más o menos adaptados». En el sentido de adaptación absoluta como estado inherente del ser vivo, esta afirmación es correcta. Sin embargo, si a lo que se enfrenta el observador es al hecho de la sobrevida, reproducción y mortalidad diferenciales (todos los seres vivos están vivos, se reproducen y mueren, pero hay seres vivos que viven, se reproducen y mueren más que otros), entonces tiene sentido elaborar un estimador que mida las diferencias que hay entre los individuos de una misma especie, utilizando como variables la viabilidad, la fertilidad, la fecundidad, el tiempo de desarrollo, etcétera. El mencionado estimador de la adaptación es la adecuación biológica relativa o fitness darwiniano. Desde el momento en que el fitness relativo es un estimador basado sobre la comparación de valores (cantidad de huevos fecundados por hembra, cantidad de cigotos que sobrevive, etcétera), es válido hablar de conjuntos de seres vivos que, en promedio y bajo circunstancias particulares de interacción con el medio ambiente, poseen mayor o menor adecuación biológica (adaptación relativa) respecto de otros seres vivos.

      Neutralismo

      El DE afirma que la TME «no considera o no explica adecuadamente el carácter conservador o neutro de los cambios moleculares» (Maturana y Mpodozis, 1992, p. 9). El carácter neutro de los cambios moleculares (fijación al azar de mutaciones selectivamente neutras) ha sido explicado en el marco de la TME por la teoría neutralista de la evolución molecular y se basa en cuatro principios empirícos enunciados por Kimura y Ohta (1947): 1) Para cada proteína la tasa de evolución, en términos de sustituciones de aminoácidos, es aproximadamente constante por años y por sitio para diferentes líneas filogenéticas, mientras no se alteren la función y la estructura terciaria de la molécula (reloj molecular); 2) Las moléculas menos importantes funcionalmente, o las partes menos importantes funcionalmente de una molécula, evolucionan en términos de sustituciones mutacionales en forma más rápida que las más importantes (carácter conservativo de los cambios moleculares); 3) Aquellas sustituciones mutacionales que alteran en menor grado la estructura y función de una molécula, es decir, las sustituciones conservadoras ocurren con mayor frecuencia en la evolución que aquellas que son más disruptivas, y 4) Las duplicaciones génicas deben preceder siempre a la emergencia de un gen con nueva función.

      Entre las evidencias que apoyan la explicación del carácter neutro de los cambios moleculares se encuentran: valor constante de la tasa de sustituciones de las cadenas alfa y beta de hemoglobina obtenida de grupos filogenéticamente alejados, menor tasa de sustituciones que afecta el sitio activo de la hemoglobina o a los segmentos terminales de la proinsulina, alta tasa de sustituciones deletéreas en las tres posiciones de los codones de los pseudogenes de la alfaglobina de mamíferos, alta tasa de sustituciones silentes respecto de las sustituciones de aminoácidos en distintas familias de proteínas.

      Ontogenia y filogenia

      EL DE afirma que la TME «no considera o no explica adecuadamente la relación entre fologenia (F) y ontogenia (O)» (Maturana y Mpodozis, 1992). La explicación de la relación entre F y O que entrega la TME se basa principalmente en la crítica a la noción de recapitulación y a la denominada ley biogenética de Haeckel. Gould (1977), Alberch et al., (1979) y Mckinney y Mcnamara (1991) son quienes han entregado los principales aportes conceptuales y empíricos en el tema.

      Gould (1977) parte del supuesto que la relación entre F y O se podrá explicar siempre y cuando: 1) se logre establecer un paralelo entre F y O, y 2) se describan las causas que producen dicho paralelo. Los paralelos que establecen el nexo entre F y O son, de acuerdo con Gould, la recapitulación (la ontogenia de los descendientes más recientes repite los estados adultos de la serie filética de los ancestros) y la paedomorfosis (retención de los estados juveniles ancestrales en los estados ontogénicos avanzados de los descendientes). Recapitulación y paedomorfosis son el resultado de desplazamiento en el tiempo (por retardo y aceleración, respectivamente), de patrones del desarrollo ya existentes en los ancestros. A estos cambios del desarrollo de base filogenética Gould les denominó heterocronías. Alberch et al., (1979) propusieron distinguir como únicos criterios de heterocronía a las paedomorfosis y las peramorfosis (los descendientes adultos sobrepasan la condición morfológica del ancestro), eliminando el término recapitulación por la connotación de progreso evolutivo que conlleva (dirección del cambio, según Haeckel, hacia estados cada vez más avanzados de la recapitulación, hasta llegar a la aparición del organismo adulto en su totalidad en las primeras etapas del desarrollo embrionario de los descendientes).

      Mckinney y McNamara (1991) proponen tres categorías básicas de cambios heterocrónicos, referidos a la velocidad y al momento del desarrollo (al inicio o al final de la fase morfogenética) en que ellos ocurren. En vista de que cada cambio puede expresarse como un aumento (peramorfosis) o una disminución (paedomorfosis) del tiempo de desarrollo, se distinguen a su vez seis tipos básicos de cambio heterocrónico: neotenias (menor velocidad), aceleraciones (mayor velicidad), postdesplazamientos (inicio tardío), predesplazamientos (inicio temprano), progénesis (finalización temprana) e hipermorfosis (finalización tardía).

      Cuando en lugar de variables etáreos (temporales) lo que se mide son variables corporales (espaciales), se habla de heterocronías alométricas o simplemente de alometrías. Una de las conclusiones que se deduce de la relación entre alometría y heterocronía es que las diferencias alométricas que hay entre ancestros y descendientes son diferentes del patrón de desarrollo causadas por procesos heterocrónicos. Evidencias que avalan la explicación de la TME sobre la relación entre F y O aquí descrita se han obtenido, entre otros organismos, con mutantes heterocrónicos de C. elegans, con salamandras paedomórficas (axolotl), y con braquiópodos fósiles (del Cenozoico) de los géneros Tegulorhynchi y Notosauria.

      2.2 Lenguaje

      El lenguaje: herramienta de reconstrucción del pensamiento

      El lenguaje, siendo algo íntimamente ligado al ser humano y estar inmerso en varios aspectos de nuestra vida diaria, ha sido estudiado desde diferentes perspectivas de pensamiento. Algunas ciencias, particularmente las humanas, han prestado atención especial al lenguaje hablado. Sin embargo, son innumerables los análisis realizados hasta el presente sobre el lenguaje escrito y sus características. La idea de que el lenguaje ha transformado la conciencia humana porque permite el desarrollo de nuevas formas de pensamiento y la adquisición de conocimientos, nos lleva a buscar una explicación teórica sobre las relaciones existentes entre el pensamiento, el lenguaje y su posible relación en la determinación de las acciones de un receptor.

      En el escrito que se presenta a continuación se pretende hacer un análisis teórico crítico sobre algunos elementos que componen el lenguaje y su potencial injerencia en los procesos de comunicación social. Aspecto que debe ser atendido por los expertos del campo de la comunicación por las implicaciones que puede generar durante el desarrollo y envío de mensajes dirigidos a la población.

      Lenguaje

      Son varias las definiciones que existen desde tiempos remotos para describir el término lenguaje. Definiciones que proyectan las visiones y creencias individuales de sus proponentes. Debemos inferir que las interpretaciones que se hacen del término lenguaje están atadas —en su mayoría— a los intereses particulares de cada proponente de la definición.

      Watson (1924) define el lenguaje como un hábito manipulatorio. Considero que esta definición carece de sentido práctico, ya que, más allá de manipular el lenguaje, brinda la oportunidad al emisor o receptor de otorgar los significados de un texto de acuerdo con sus propias experiencias y características lingüísticas. Este aspecto deja a un lado el elemento manipulador otorgado por Watson.

      Chomsky (1957) expone que el lenguaje es un conjunto finito o infinito de oraciones, cada una de ellas de longitud

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