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países– puede ser un polo de desarrollo potencial futuro para Chile.

      Por último, en el ámbito laboral debe aumentarse la empleabilidad y fomentarse el emprendimiento de los adultos mayores, lo que requiere de una legislación laboral flexible y programas de reinserción laboral, así como también apoyo al emprendimiento a toda edad. Finalmente, debe procurarse que los adultos mayores no pierdan beneficios si generan ingresos adicionales, para no desincentivarlos a mantenerse activos (ver capítulo “Hacia un envejecimiento con calidad de vida: Silver Economy y Emprendimiento Senior” de P. Pizarro).

      Conclusiones

      El enfoque propuesto en este libro, que la evidencia avala, es focalizarse en los mayores frágiles y pre frágiles, para así evitar o disminuir a los mayores con discapacidad, que son los económicamente más caros. Este modelo ya se está aplicando en algunos países desarrollados y Chile puede avanzar relativamente rápido en este camino, porque no se parte de cero. De hecho, el Servicio Nacional del Adulto Mayor (SENAMA), creado en 2003, ha ido incluyendo crecientemente en la última década programas orientados a promover un envejecimiento activo (ver capítulo “Programas para el adulto mayor: situación actual en Chile” de Vergara et al.). Los programas del SENAMA en la actualidad son una mezcla de aquellos que brindan apoyo socio-económico a adultos mayores en situación de vulnerabilidad y dependencia funcional (en distinto grado) siguiendo un enfoque asilar, esto es, hogares de larga estadía, y otros de promoción de actividades que ayudan a mantener la funcionalidad (para postergar la fragilidad) de los adultos mayores (ej. programa voluntariado adulto mayor o programa de envejecimiento activo). Este segundo tipo de programas son más recientes; la mayoría de ellos son de los últimos 10 años, aproximadamente. También hay programas educativos para los adultos mayores y para la comunidad en general, cuyo fin es fomentar el respeto hacia los adultos mayores. Este segundo grupo de programas debe evaluarse (son recientes y hay poca experiencia acumulada) para luego perfeccionarse y aumentar su cobertura, pero ya existen. De esta manera Chile podría avanzar relativamente rápido aprovechando instituciones existentes.

      Aumentar el número y la cobertura de programas del segundo tipo, que promueven un envejecimiento activo, en conjunto con cambios a la legislación laboral, así como lograr que en todas las carreras de salud se enseñe las bases de la gerontología y que todas las escuelas de medicina brinden la especialidad de geriatría, permitiría tener equipos de salud capacitados que, con programas de salud ambulatorios y manejo continuado-coordinado de los pacientes ambulatorios, lograrían ir reduciendo en el tiempo el número de adultos mayores en estado de fragilidad, disminuyendo por ende a los con dependencia funcional. Con ello se permitiría un ahorro considerable en costos de programas de salud actuales y una mejor calidad de vida para todos los adultos mayores.

      1 Este proceso está documentado en casi todos los capítulos de este libro, por lo que consideramos redundante repetirlo en este resumen. 1 Este proceso está documentado en casi todos los capítulos de este libro, por lo que consideramos redundante repetirlo en este resumen.

      2 En los distintos artículos de este libro los autores usan los términos “fragilidad”, “discapacidad”, “dependencia” o “pérdida de funcionalidad” para referirse a aspectos o etapas distintas de un mismo proceso, cual es la imposibilidad de vivir una vida normal y de modo autónomo según avanza la edad de una persona. En este capítulo no hacemos distinción entre estos términos para facilitar la intuición del problema que nos preocupa.

      3 Según Casen 2013, un porcentaje no menor (20%) de los adultos mayores vive solo actualmente.

      4 Los afiliados a Fonasa pertenecen a los segmentos de más bajos ingresos de la población.

      5 Del total de gastos de bolsillo de los hogares en salud, el gasto en medicamentos representa el 35,8%.

      6 El consumo de fármacos en la población de adultos mayores aumentó de 78,6% en 2007, a 84,3% en 2016 (Forascepi y Simón). En 2016 el 38,7% de los adultos mayores tomaba de tres a cinco medicamentos diarios, mientras 17,3% de ellos consumían más de seis al día (solo un 15,6% no ingería ningún medicamento).

      7 Este fenómeno ya se está produciendo. Por ejemplo, en 2013-18 la población afiliada a Isapres aumentó un 1% anual, mientras la población mayor de 60 (70) años lo hizo en un 6% (8%).

      8 Por ejemplo, en la medición de condiciones físicas del adulto mayor.

      9 Por ejemplo, a través de sistemas de alerta o la adopción de tecnología (internet de las cosas y robótica) que apoye en tareas que de otro modo pueden causar caídas.

      10 Por ejemplo, la telemedicina y el uso de sistemas de alerta remota a cuidadores y familiares.

      11 Por ejemplo, programas que ayuden al adulto mayor a seguir tratamientos (ejercicios físicos o administración de medicamentos.)

      CAPÍTULO 1

      Un nuevo paradigma: mirada económica para analizar el impacto monetario y en salud de los adultos mayores

      BEATRIZ RODRIGUEZ SÁNCHEZ

      Y LUZ MARÍA PEÑA LONGOBARDO

      1. Introducción

      Son abundantes los conceptos económicos que nos rodean y nos envuelven en todas y cada una de las decisiones que tomamos a lo largo de nuestra vida. Es en este sentido donde la economía forma parte del día a día de la sociedad. Tanto es así que el sector sanitario no queda al margen del ámbito de actuación de esta disciplina, haciendo que la economía de la salud juegue un papel relevante en la toma de decisiones del ámbito sanitario.

      Las políticas sanitarias son un elemento central en todas las economías nacionales. En países desarrollados, la proporción del Producto Interior Bruto (PIB) destinado a servicios sanitarios crece rápidamente (Figura 1), a la vez que los métodos tradicionales de financiación de la atención sanitaria (y no sanitaria) están bajo tensión. Como se detallará más adelante en este capítulo, el aumento de la esperanza de vida supone nuevos retos para el manejo a largo plazo de condiciones crónicas y de los años vividos con discapacidad.

      Figura 1: Evolución del gasto sanitario como porcentaje del PIB, años 2005-2018

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