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de tejidos.

      En 1958, exponiendo el suero de tres pacientes a glóbulos blancos de otro individuo descubrió el primer anticuerpo aglutinante que nombró con las iniciales del apellido de los donantes, MAC. Era una época de gran actividad en el campo de la inmunohematología en que todos esperaban realizar importantes descubrimientos y Dausset con su grupo se adelantaron a todos al descubrir el primer antígeno humano que producía el rechazo de tejidos y que él nombró Hu-1. Esto sentó los cimientos del descubrimiento de lo que más tarde se denominó el sistema HLA (Antígenos Leucocitarios Humanos). Por este trabajo sería reconocido con el Premio Nobel de Medicina en 1980.

      De esos modestos inicios hasta hoy, en que reconocemos más de 13.000 antígenos de histocompatibilidad, el avance ha sido fruto del trabajo colaborativo de miles de personas que fueron lentamente desenredando la madeja de un sistema que ha sido mucho más complejo de lo esperado. Sin embargo, este trabajo tenía un fin ineludible: hacer que la medicina del trasplante de órganos y tejidos fuera exitosa y permitiera salvar miles de vidas de pacientes necesitados.

      Un día en el hospital los padres de Ilan pidieron hablar conmigo. Fue ella quien me lo planteó directamente: ¿concebir otro hijo serviría para trasplantar a Ilan si era necesario? Fue la primera de muchas veces en que padres me plantearon esta inquietud, especialmente cuando no teníamos la posibilidad de un donante no emparentado. En esa oportunidad les contesté desde la intuición. Si bien ellos eran una pareja joven y su proyecto de familia contemplaba más niños, todo indica que, desde que surge la intención de tener un hijo hasta que nace, pasa un año en promedio y ese plazo era muy largo si el hermano recae. Además, la probabilidad de compatibilidad en estos casos es uno de cada cuatro y, si las cosas no salían como las planeaban, además de un esfuerzo en vano, tendrían que sumar al cuidado de Ilan, el de un recién nacido.

      Poder concentrar los cuidados en un solo hijo es, en estos casos, una garantía de atenuar las posibilidades de sufrimiento. Porque cuando hay más hermanos, esos niños sanos no solo sufren por el hermano o hermana enfermo, sino que durante meses también notan que su mamá ha desaparecido detrás de él, que el papá está trabajando o yendo al hospital y la familia rápidamente se desintegra. Si a eso se suma una guagua en el momento de mayor necesidad de apego y lactancia, la solución puede ser peor que el problema, salvo que ese niño venga con la buena noticia de la compatibilidad.

      Me hacía cierta gracia cuando yo contaba esta historia y muchas personas encontraban desafortunado que un niño fuera concebido para este propósito específico. En lo personal, encontraba maravilloso que un hermano llegara al mundo con una misión tan inmediata y trascendental como salvarle la vida a otro. Muchos niños -decía John Lennon- nacen fruto de una botella de güisqui un sábado por la noche. Había otros motivos ahora.

      Les comenté todo eso y en adelante la decisión les correspondía enteramente a Jessica y Gianfranco. Ella me aclaró que no quería opiniones, sino estadísticas, que la decisión estaba tomada. Dos meses más tarde me comunicaron que estaba embarazada.

      El tratamiento de Ilan ya había pasado a una fase de mantención y ella acudía al centro de oncología a que su hijo se realizara exámenes y recibiera medicamentos. Paralelamente, el embarazo avanzaba sin incidentes y cuando comenzó a acercarse la fecha de parto, nos preparamos para poder recolectar la sangre del cordón umbilical, que ya entonces era reconocida como una fuente útil y suficiente de células madre para un niño pequeño.

      El parto fue por cesárea y nació una niña sana y linda, que no tenía idea alguna de la misión con que había llegado. Recolecté personalmente la sangre y la envié al laboratorio para que fuera criopreservada y se mantuviera en un sueño profundo a -196 ° C.

      Al día siguiente hicimos el examen de compatibilidad. Era 100% igual. Teníamos la donante, teníamos la sangre de cordón. Nos tocaba decidir si usarla ahora o esperar una posible recaída. Nos asustaban los efectos del trasplante en el niño y de las secuelas a largo plazo que debería enfrentar a consecuencias de la quimioterapia preparatoria y la posibilidad de la enfermedad de injerto versus huésped. Finalmente, y de común acuerdo, elegimos esperar.

      Afortunadamente para Ilan la enfermedad no volvió. Tuve la suerte de ser invitado a una ceremonia que su comunidad hizo para su sexto cumpleaños en que a Ilan se le permitió tocar el libro sagrado de la Torá en la sinagoga y luego a una fiesta muy emotiva en la que Jessica contó cómo esa experiencia le había cambiado la vida, dándole armas que antes no tenía y que mucha gente que poco conocía la tenía ahora como un referente. Habían escapado del infierno, sentían.

      Pero el cáncer construye caminos subterráneos, corroe incluso a quienes creen haberse librado. Jessica y Gianfranco tuvieron cuatro hijos a quienes siguieron cuidando unidos a pesar de que finalmente se separaron en términos poco amistosos. ¿Sucumbieron por la traumática experiencia que tuvieron con Ilan y cómo develó aspectos ocultos de cada uno que los hicieron incompatibles? Nunca lo sabré con certeza, aunque sospecho que nada de eso puede ser inocuo. A Ilan, en cambio, la última vez que lo vi fue cuando estudiaba medicina, estaba ya muy cerca de graduarse y lucía esa gallardía de quien tiene toda la vida por delante.

      Lamentablemente, y como todos suponen, el camino del cáncer no está sembrado solo de finales felices.

      Susana tenía seis años y una forma crónica de leucemia mieloide que podía estar larvada por mucho tiempo pero que inevitablemente se convertiría en una forma aguda y en poco tiempo terminaría con su vida. A menos que recibiera un trasplante.

      Como Ilan, la niña también era hija única, y aunque en ese tiempo ya teníamos acceso a bancos con sangre de cordón, contaban todavía con muy pocos donantes. Por mucho que buscamos, el esfuerzo fue en vano. Entonces, y como su situación podría extenderse por largo tiempo, sus padres me plantearon nuevamente la inquietud: ¿y si tenemos otro hijo? La diferencia era que ellos no tenían en sus planes tener más niños, no todavía. De todos modos, les contesté lo mismo que a los papás de Ilan. Con el éxito de su caso como antecedente, y luego de pensarlo un tiempo, decidieron buscar un nuevo embarazo. Al mes lo habían conseguido.

      En los años 60 y 70 los antígenos de compatibilidad fueron derivados de las reacciones del suero de personas que habían recibido numerosas transfusiones y de mujeres multíparas, a un panel extenso de células humanas en cultivo. La dificultad inicial mayor era que cada grupo de investigadores poseía sueros con diferentes especificidades que reaccionaban de manera diferente y fue necesario un trabajo de colaboración internacional permanente para ir completando las piezas del puzle. Pocas áreas de la medicina se han desarrollado gracias a la generosa colaboración de tantos investigadores.

      Quizá por un golpe de fortuna, como podemos decir cuando la naturaleza se apiada y nos simplifica el trabajo, muchos investigadores comprobaron que todos estos antígenos de compatibilidad eran parte de un complejo genético único que llamaron HLA. En 1980 la tecnología permitió buscar la ubicación de los genes HLA alineados en el cromosoma 6. Esto confirmaba a un nivel molecular que este complejo se transmite en bloque y que cada persona contiene dos “haplotipos” o mitades que hereda del padre una y de la madre otra. Esto tiene varias consecuencias:

      •Dos hermanos del mismo padre y madre tienen un 25% de probabilidades de ser completamente iguales, un 50% de ser medio iguales (“haploidénticos”) y un 25% de ser completamente distintos.

      •Siendo la diversidad genética del sistema HLA tan vasta, es muy poco probable que dos personas que no son hermanos sean compatibles. Esta realidad es la justificación para la creación de registros de donantes donde la inscripción de millones de personas puede dar la posibilidad de encontrar donante a aquellos que no los tienen en la familia

      •Los “alelos” (mitades) se distribuyen en la población según la etnia de las personas y se transmiten siguiendo migraciones, ocupaciones y conquistas. Es más fácil encontrar donantes en personas de la misma población, lugar geográfico y origen genético. Desde que comenzamos a buscar donantes no emparentados para pacientes chilenos en registros y bancos de sangre de cordón umbilical (capítulo 4), casi el 100% de nuestros donantes han sido de Estados Unidos o de Europa, en partes iguales. Una proporción importante de los donantes de Estados Unidos son de origen latino y algunos

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