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      Por favor, que sepas que soy plenamente consciente de los riesgos. Quiero hacerlo porque quiero hacerlo. Las mujeres deben intentar hacer cosas al igual que los hombres lo han intentado. Cuando ellas fallen, su fracaso será un reto para otras.

      Así fue. image

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      Para leer más

      GAST, P., «DNA tests on bone fragment inconclusive in Amelia Earhart search», CNN, 4 de marzo de 2011.

      GOLDSTEIN, D. M., y DILLON, K. V., Amelia: The Centennial Biography of an Aviation Pioneer, Washington, D. C., Brassey's, 1997.

      MARCK, B., Ellas conquistaron el cielo. 100 mujeres que escribieron la historia de la aviación y del espacio, Barcelona, Editorial Blume, 2009, pp. 124-133.

      Página oficial de Amelia Earhart: www.ameliaearhart.com

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      El mérito de Rosa Parks, lo que la hace estar en este grupo de grandes mujeres, es el heroísmo de lo cotidiano. Ella demostró que un pequeño gesto, una respuesta valiente y aparentemente simple, puede estar cargado de significado y ayudar a cambiar, a mejor, el mundo. Ella dio un pequeño paso con un enorme poder transformador.

      Rosa Parks nació el 4 de febrero de 1913 en Tuskegee, Alabama, la zona más profunda del profundo sur de los Estados Unidos. Su nombre de pila era Rosa Louise McCauley y tenía ascendencia africana, cheroqui, creek, irlandesa y escocesa, una mezcla de sangres que encaja en lo que ahora denominamos, de una manera un tanto absurda: «gente de color».

      El incidente que se convertiría en todo un símbolo de la lucha contra la segregación racial, y que haría de Rosa Parks la personificación de esta, tuvo lugar el 1 de diciembre de 1955. Rosa había terminado su trabajo de costurera en un gran almacén y regresaba a casa en un autobús de su ciudad, Montgomery, Alabama. Cuando unos hombres blancos subieron en una de las paradas, el conductor les ordenó a ella y a otros tres pasajeros negros que se levantaran para cederles los asientos. Basándose en las llamadas leyes Jim Crow, procedentes de la época de la esclavitud, todos los aspectos de la vida cotidiana —restaurantes, escuelas, salas de espera, baños públicos, etc.—estaban segregados. Los autobuses también.

      En concreto, el sistema de autobuses de Montgomery había hecho circular una ordenanza municipal donde indicaba que las cuatro primeras filas del autobús se reservaban para blancos, mientras que los negros debían sentarse en la parte trasera del vehículo. Si había más blancos, se sentaban en las siguientes filas y si había personas de color allí sentadas, se tenían que levantar o bajarse del autobús. Todos los conductores eran blancos y tenían la autoridad para ampliar la zona de los pasajeros blancos u obligar a que un pasajero negro cediese su asiento en la zona intermedia a un pasajero blanco. El mismo conductor que reclamó en ese momento a cuatro personas negras, incluida Rosa, que dejasen los asientos libres la había hecho bajar del autobús, un tiempo antes, dejándola en medio de la lluvia. También esta vez el autobusero les dijo que «lo hicieran fácil y se levantaran». Los tres hombres accedieron, pero Rosa no. Cuando el conductor vio que seguía sentada, puso el freno de mano, se acercó con rapidez hacia ella y le preguntó si se iba a levantar. Ella contestó: «No, no lo voy a hacer». El conductor replicó: «Bueno, si no te levantas, tendré que llamar a la policía para que te arresten». A lo que ella dijo: «Haga lo que tenga que hacer». El conductor bajó del autobús y regresó con un policía que se llevó detenida a Rosa Parks.

      En su autobiografía, Parks cuenta lo siguiente:

      La gente siempre dice que no cedí mi asiento porque estaba cansada, pero no es cierto. No estaba cansada físicamente, o no más cansada de lo habitual al final de un día de trabajo. No era vieja, aunque alguna gente tiene una imagen mía como si fuera mayor entonces. Tenía 42 años. No, de lo único que estaba cansada era de ceder.

      Y ese día ella decidió que no, que no se iba a mover, que no iba a ceder. La mayoría de los historiadores consideran ese momento, esa fecha, como el día del nacimiento del movimiento por los derechos civiles en Estados Unidos, el inicio de la lucha por la igualdad de todas las personas, independientemente del color de su piel.

      Los padres de Rosa eran un carpintero y una maestra. Se separaron cuando ella tenía dos años, con lo que Rosa se mudó con su madre y su hermano pequeño, Sylvester, a la casa de sus abuelos maternos en Pine Level, a las afueras de Montgomery. Fue a escuelas rurales hasta los once años, momento en el que empezó a estudiar en la Montgomery Industrial School for Girls —Escuela Industrial de Montgomery para Niñas—, un centro privado. Esta escuela, dirigida a muchachas de la comunidad afroamericana, había sido fundada y financiada por mujeres de ideas progresistas del norte de los Estados Unidos. En la Alabama de aquella época, la pretensión de ofrecer a los afroamericanos una educación igualitaria era todo un desafío. Prueba de ello es que durante el tiempo que permaneció abierta aquella escuela sufrió, dos incendios intencionados. Tras terminar allí la educación primaria, Rosa Parks asistió al college de profesores del estado de Alabama para negros, pero tuvo que abandonar su educación secundaria para atender, primero, a su abuela y, luego, a su madre, ambas con problemas serios de salud. Años más tarde, después de casarse, volvió a estudiar y consiguió alcanzar su graduación.

      En su autobiografía, Parks escribe que algunos de los primeros recuerdos de su infancia giraban en torno a la amabilidad de algunos desconocidos de raza blanca. Sin embargo, según se fue haciendo mayor, le resultó imposible no ver el intenso racismo que la rodeaba. Contaba cómo había visto a miembros del Ku Klux Klan, la tristemente famosa organización de extrema derecha conocida por sus violentos ataques a la población negra en Estados Unidos, desfilar por delante de su casa mientras su abuelo se colocaba detrás de la puerta, apostado con una escopeta para proteger la entrada. Este es uno de sus testimonios:

      No teníamos ningún tipo de derechos civiles. Era solamente un tema de supervivencia, de continuar existiendo de un día al siguiente. Recuerdo irme a la cama de niña oyendo galopar al Klan durante la noche, escuchando un linchamiento, temiendo que quemaran la casa.

      En 1932 Rosa se casó con Raymond Parks, un barbero miembro de la NAACP —National Association for the Advance of Coloured People—, una de las principales organizaciones no gubernamentales que trabajaba y trabaja para mejorar las condiciones de vida de las personas de color y por la igualdad racial. Tras la boda, ambos comenzaron casi de inmediato a colaborar con la organización, recaudando dinero para la defensa de los llamados «chicos de Scottsboro». Se trataba de un grupo de adolescentes negros falsamente acusados de violar a dos mujeres blancas y condenados a muerte. A las profundas irregularidades —acoso policial, pruebas falsas, testigos falsos, un jurado formado exclusivamente por blancos, intentos de linchamiento, intentos de agresión, manipulación de todas las fases de la instrucción, etc.— siguió una sucesión de juicios que pusieron de manifiesto la desigualdad de la justicia para blancos y para negros, las profundas perversiones de un sistema que se autodenominaba democrático y la necesidad de levantarse y luchar para cambiar las cosas.

      «La gente siempre dice que no cedí mi asiento porque estaba cansada, pero no es cierto. […] tenía 42 años. No, de lo único que estaba cansada era de ceder».

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      En el momento de su detención tras el incidente del autobús, Rosa Parks era secretaria del capítulo local de la NAACP en Montgomery. No era una responsabilidad política, sino que, según ella: «era la única mujer que había allí, necesitaban una secretaria y yo era demasiado tímida para decir que no». El trabajo en las organizaciones pro derechos civiles no tenía

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