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nunca dejar de soñar, nunca dejar de lado mi proyecto y equilibrar el sentido de mi vida personal con mis hijos, mi pareja y todas las exigencias del entorno.

      Mi propósito hoy, y hacia el futuro, es ayudar a que cada mujer pueda confiar en sus deseos más profundos y que juntas podamos construir un mundo mejor, más justo, más equitativo, más amoroso, más equilibrado. Un mundo en el que los niños puedan jugar y disfrutar, sin violencia, sin inseguridad. En el que todos vivamos con esperanza, con confianza, sabiendo que el estudio y el trabajo son la mejor herencia; donde podamos emprender y contribuir con la misma fuerza y con el mismo compromiso, aceptando las diferencias de oportunidades, pero luchando para que todos las tengan.

      En estas páginas no hablo desde la academia, las estadísticas o los estudios; solo expreso lo que la vida me ha enseñado gracias a mi trabajo profesional, que es donde he aprendido quien soy, y también desde mi experiencia como madre de una mujer y dos varones con quienes he constatado estas vivencias al emprender, al ser profesionistas y al tomar decisiones de vida.

      Deseo que todas las mujeres que hoy dudan de sus decisiones sepan que no están solas, que las que han perdido sus sueños los recuperen a costa de lo que sea, que aquellas que viven en desesperanza puedan despertar y ver que el futuro es posible y está sus manos: que ninguna más viva en la soledad, en la depresión o con esa sensación de que la vida la decide alguien más, no su corazón.

      A todas estas mujeres, y a las que sí están inspiradas, a las que han emprendido, a las que tienen grandes sueños y ambiciones, a todas las invito a ser parte de este camino acompañado y solidario. Desearía hacer realidad el «hoy por ti, mañana por mí» y que algunas de nosotras pudiéramos ser el bastón de otras para poder seguir juntas, siempre hacia adelante.

      En esta trayectoria social, lo que he dado a cada mujer que se ha cruzado en mi camino me ha regresado en altas dosis de gratitud, de alegría y de solidaridad; porque con cada momento que paso en una comunidad, en contacto con la sencillez de la vida, con el bosque, la tierra y el sol brillante, encuentro que mi vida en la ciudad no es mejor. Cada vez que comparto con una mujer que vive el día a día y es feliz con lo poco que tiene, me pregunto si teniendo un poco más soy también más feliz que ella, y descubro que esa felicidad es relativa y que no podemos decirle a nadie cómo tiene que vivir para alcanzarla.

      Contribuir a la vida de otras mujeres ha sido mi camino, pero ahora reflexionando sobre lo que las hace felices. Cada una tiene su propio viaje, y cada elección es respetable, por lo que debemos aceptar que no siempre el nuestro es el mejor. Pero lo verdaderamente importante es que exista esa brecha que recorrer, un anhelo, un sueño que nos guíe hacia una vida plena, alegre, llena de satisfacciones, en lugar de vivir en la desesperanza y el sufrimiento que, desafortunadamente, abaten a muchas mujeres de nuestra sociedad hoy en día. Este es mi propósito: ayudar a que cada mujer construya un camino propio. Espero que este libro te ayude a descubrir el tuyo.

      Introducción

      Mira a tu alrededor: a tu familia, a tu comunidad, a la escuela de tus hijos y pregúntate ¿somos iguales las mujeres y los hombres? ¿Nos interesa lo mismo? ¿Actuamos de la misma forma? ¿Atendemos a la familia y a los hijos con la misma responsabilidad? ¿Podemos trabajar con la misma libertad? ¿Hay igualdad en todo lo que hacemos?

      No dudo que algunas de nosotras podamos decir que sí, que contamos con una pareja responsable que también se encarga de los hijos, de la casa o que trabajamos a la par. Incluso, hay mujeres que dicen que se entienden perfecto con hombres que piensan igual que ellas, y que sienten la misma libertad para hacer todo lo que ellos hacen. Siempre hay casos que nos pueden sorprender.

      Sin embargo, aún vivimos haciendo fuertes distinciones entre niños y niñas, entre hombres y mujeres. ¿Qué estudian los niños y qué las niñas? ¿Qué permisos das a tus hijos y cuáles a tus hijas? ¿Quién lava los trastes en la casa? ¿Quién cuida al bebé? ¿Quién trabaja fuera de casa y quién controla el dinero? ¿Quién toma las decisiones importantes?

      Estas son solo algunas de las diferencias que aún subsisten en la sociedad, y no son culpa de los hombres o de las mujeres, sino que son una herencia que ha pasado de generación en generación sin que podamos hacer mucho por evitarlo. Y todo esto que sucede dentro de la casa, en el trabajo, en la empresa y la comunidad es producto de lo que «creemos» que es lo correcto, de lo que se espera de nosotros, de lo que consideramos adecuado en cada situación.

      Si «creemos» que solo las mujeres cuidan bien a los bebés, no damos oportunidad a los hombres de hacerlo. Si «creemos» que ellos son los proveedores y responsables de lo que hay en casa es porque no nos vemos a nosotras mismas como tales. Si «creemos» que los niños deben ir a la escuela y las niñas ayudar en las labores domésticas, ese será el patrón que enseñaremos sin cuestionar. Es muy importante reflexionar sobre estos aprendizajes heredados porque, definitivamente, tienen una gran influencia en las decisiones que tomamos y en las acciones que llevamos a cabo en nuestra vida.

      Hace treinta años que trabajo con mujeres, y durante este tiempo he observado que estas y otras «ideas» son las que en realidad generan las diferencias y nos hacen tomar ciertas decisiones, algunas ventajosas y otras no. En particular, cuando se trata de emprender hay «creencias» que son determinantes: «lo haré yo porque nadie tendrá mi toque», «tiene que ser barato para vender», «solo los hombres son creativos en los negocios», «lo hago de ma-nera informal para no arriesgarme».

      Es probable que al leer este libro algunas mujeres se identifiquen con más de una de las «creencias» que expondré; otras quizá sientan que las han transformado o habrá quien diga que ya no ve distinciones de género: todo dependerá de las oportunidades de cambio que cada una haya experimentado. Sin embargo, la cultura sigue siendo ese espacio en donde se refuerzan una gran cantidad de «creencias» que pasan desapercibidas y que, precisamente por ello, no consideramos como una posible fuente de fracaso. De ahí que sea importante observarlas.

      Cuando miro a mi alrededor pienso que a pesar de todos los avances sociales y económicos, de la participación de las mujeres en la economía, de los avances en tecnología y de la modernidad en general, no veo un mundo mejor o más equilibrado. El nivel de estrés, de ansiedad, de pri-sa y agotamiento, de insatisfacción y desesperanza es preocupante, así como los niveles de depresión y de falta de sentido. En algunos casos, la doble o triple jornada de las mujeres las agota y desanima, al grado de llevarlas a abandonar su vida personal, sus sueños y hasta su propósito de vida.

      ¿Existe una mayor equidad hoy en día? Creo que sí, sobre todo si miramos cómo la mujer se ha sumado a los espacios políticos, económicos y sociales. No hay duda de que hemos ganando terreno en diversos ámbitos, en posiciones laborales dentro del gobierno, en las empresas y en todos los espacios públicos, de manera lenta, pero segura. No hay duda, hay avances.

      Ciertamente también hay progreso cuando las mujeres crecen profesionalmente a la par de hombres que las acompañan e impulsan en su empresa o en la actividad comunitaria. Antes era impensable que una mujer exitosa pudiera tener pareja porque era imposible que un hombre aceptara vivir con una pareja más valorada que él o que tuviera mayores ingresos. Hoy es una posibilidad y una realidad que vemos con más frecuencia, por lo menos en las sociedades avanzadas. En algunas comunidades las mujeres ya no tienen conflicto al trabajar porque sus parejas lo han aceptado sin problema.

      Creo que hay cambios importantes cuando observo algunas relaciones de pareja, pocas aún, en las que ha sido posible intercambiar roles y generar acuerdos para el cuidado de la familia. Al trabajar con jóvenes —y a través de mis propios hijos— percibo transformaciones importantes en los papeles que desempeñan. Me encanta ver cómo mi hijo se levanta a preparar a sus niñas para ir al colegio, mientras su esposa trabaja desde temprano; aprendió a peinarlas a capricho y se organiza para preparar el desayuno, mochilas y uniformes.

      También me ha tocado ver a padres que se quedan en casa mientras su esposa sale a trabajar, o a parejas que se turnan las responsabilidades para lograr ese equilibrio que dé seguridad a sus hijos. Esto era impensable en mi época, salvo por los casos en los que el papá se quedara

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