Скачать книгу

p>

Illustration

      © del texto: Enrique Obrero

      © diseño de cubierta: Equipo Mirahadas

      © corrección del texto: Equipo Mirahadas

      © de esta edición:

      Editorial Mirahadas, 2021

      Avda. San Francisco Javier, 9, P 6ª, 24 Edificio SEVILLA 2,

      41018, Sevilla

      Tlfns: 912.665.684

      [email protected] www.mirahadas.com

      Producción del ePub: booqlab

      Primera edición: septiembre, 2021

      ISBN: 9788418996894

      «Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar o scanear algún fragmento de esta obra»

Illustration

       Índice

       Capítulo 1

       Capítulo 2

       Capítulo 3

       Capítulo 4

       Capítulo 5

       Capítulo 6

       Capítulo 7

       Capítulo 8

       Capítulo 9

       Capítulo 10

       Capítulo 11

       Capítulo 12

       Capítulo 13

       Capítulo 14

       Capítulo 15

       Capítulo 16

       Capítulo 17

       Capítulo 18

       Capítulo 19

       Capítulo 20

       Capítulo 21

       Capítulo 22

       Capítulo 23

       Capítulo 24

       Capítulo 25

       Capítulo 26

       Capítulo 27

       Capítulo 28

       Capítulo 29

       Capítulo 30

       Capítulo 31

       Capítulo 32

       Capítulo 33

       Capítulo 34

       Capítulo 35

       Capítulo 36

       Capítulo 37

       Capítulo 38

       Capítulo 39

       Capítulo 40

       Capítulo 1

      El silencio impropio del lugar sobrecogía. Había cesado el ensordecedor vaivén de máquinas en las obras de la M30 de la orilla oeste del río Manzanares. Un caótico ejército de camiones, excavadoras, hormigoneras, fresadoras y compactadoras de alquitrán permanecía inánime en aquel tramo a medio acabar de la autovía de circunvalación de Madrid, como si sus operarios hubieran huido despavoridos. Solo era perceptible el sonido monótono de la grúa de los bomberos que extraía de las aguas un saco ennegrecido, cubierto de cieno y mugre, y chorreante en su ascenso. Las luces azules y rojas de los coches policiales y de los bomberos centelleaban con intensidad a pesar de la claridad del día. El gruista paró el motor ahondando en el sigilo de la escena y la carga dibujó un movimiento pendular en el aire por encima de la barandilla del río. Los brazos de varios policías envueltos en uniformes grises se abalanzaron sobre el bulto y lo depositaron con sumo cuidado sobre el suelo. Estaba cerrado con torpes nudos en uno de sus extremos, dejando una punta de unos veinte centímetros de tela sobrante. Uno de los grises se puso de rodillas junto al saco con un cuchillo en la mano y fijó la mirada en el comisario que, impertérrito, permanecía de pie a un metro de él.

      —Proceda.

      El uniformado no se entretuvo en los inhábiles nudos y fue desgarrando el saco justo por debajo de la cuerda que lo había sellado. Cuando acabó el trabajo miró nuevamente al superior

Скачать книгу