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acudían a Violeta en busca de ayuda para reparar su propia historia musical y no repetir como educadores la experiencia que habían vivido como estudiantes. Buscaban tomar contacto con una concepción diferente de la relación con el instrumento y la música. Aquellos que provenían de la educación tradicional necesitaban independizarse de la partitura, integrar a su ejecución la escucha y la comprensión, así como también desarrollar su creatividad. Los autodidactas habían encontrado quién podía ayudarlos a entender y organizar su producción espontánea, tomando como punto de partida su intuición y el enorme desarrollo auditivo que constituía su “ base de operaciones”.

      Cambiar las matrices de aprendizaje en las que nos hemos criado es una tarea enorme y compleja. No alcanza entender racionalmente que hay opciones diferentes que nos parecen más saludables; no alcanza comprender a nivel intelectual la diferencia conceptual que existe entre ambos enfoques; es necesario participar de la experiencia, vivir esta diferencia en “carne propia” para poder internalizarla y modificar o moldear nuestras matrices arcaicas. En este aspecto, mi experiencia era muy diferente, este abordaje novedoso que todos buscaban me era natural, mi propia experiencia era una base confiable de la cual partir. Participé durante muchos años de los seminarios pedagógicos que dictaba Violeta, en los que trabajábamos en la pedagogía del piano por un lado y profundizábamos nuestros conocimientos de todo lo relacionado con el lenguaje musical por el otro. En ambos casos la integración de la comprensión conceptual, la escucha y la acción constituían su sello distintivo. El desarrollo de la creatividad, mediante la improvisación y la composición formaban parte natural del proceso.

      En este libro deseo compartir la experiencia de mi trabajo de muchos años con niños principiantes. Todo el material musical que figura fue creado en clase como consecuencia espontánea de la comprensión y adquisición de conocimientos y destrezas. Aparece la partitura de cada una de estas piezas o canciones y a continuación la forma en que la anotamos juntos en el cuaderno. Los dibujos son espontáneos, los hacemos en el momento; desde el punto de vista artístico no son elaborados ni refinados, son más bien toscos y grandotes ya que simplemente buscamos plasmar aquello que hacemos y que se entienda a “simple vista”.

      El uso de colores tiene como único fin identificar y discriminar aquellos aspectos que, en cada dibujo, queremos resaltar. Estos ayudan a que las diferencias salten a la vista y, a su vez, nos permiten asociar aquello que está marcado con un mismo color: cada dedo con la tecla que debe tocar o con el recorrido que debe realizar sobre el teclado, por ejemplo. Si las primeras veces que aparece la nota sol está identificada con la imagen de un sol amarillo, es a fin de aprovechar la doble asociación posible, ya que es la única nota cuyo nombre coincide con el de un objeto (el sol) bien conocido por cualquier niño. Esta casualidad nos permite generar otro punto de apoyo que le sirva al niño de referencia. Incluso aquellos niños que todavía no leen de forma fluida van a reconocer a la nota sin dificultad. Por otro lado, a medida que construimos nuestro dibujo, eligiendo colores, trazando el teclado y las manos, buscando y pintando la tecla que queremos destacar o marcando el recorrido que el dedo hace sobre el piano, estamos construyendo una imagen mental de todo lo que hacemos. Ésta contiene datos concretos y reales que van a constituir el soporte conceptual de la acción de tocar. Si nos olvidamos podemos recurrir al dibujo, de la misma manera que uno recurre a un texto cuando olvida un dato. Asimismo, sin decirlo, estamos trasladando al papel el mundo sonoro, sentando las bases de la posibilidad de una escritura como medio de plasmarlo. Estas partituras básicas, cumplen la misma función que una receta de cocina: nos explican qué elementos necesitamos, cuál es el procedimiento, y dónde debemos realizarlo. Los colores nos ayudan a visualizar rápidamente las concordancias y las diferencias.

      Los niños inventan en el instrumento de la misma manera que juegan con las piezas de un lego. Construyen una pieza musical como arman una casa o un camión, acomodan las piezas hasta conseguir la forma deseada o combinan al azar y aparece un producto que no esperaban y que, si les gusta, se convierte en un nuevo modelo. Inventar es una de nuestras actividades cotidianas, así como tocar, sacar de oído, entender el lenguaje, construir y aprender su escritura, etc. A veces logramos un “hit” que nos encanta, gusta a otros y perdura; otras veces no tenemos tanto éxito con el producto final pero a nosotros nos gusta, nos divertimos y aprendemos muchísimo al hacerlo. Aprendemos a cocinar cocinando, a veces nos chupamos los dedos, otras… no nos sale tan tan rico, pero como en cualquier otra actividad, nos entrenamos, adquirimos “oficio” entendiendo “cómo se hace”, disfrutamos y ¡qué orgullosos estamos!

      También estamos aprendiendo a escribir y leer, y nos importa mucho que sea fácil y accesible, para que cumpla su función y el niño pueda establecer de entrada una relación fluida con la música escrita. Esto va a ser posible si el tipo de escritura es el adecuado en cada momento y se adapta a su capacidad real de comprensión en cada etapa, para evolucionar de manera paulatina hacia la abstracción del pentagrama. La clase es un espacio de construcción conjunta. Esta modalidad me permite presenciar todas las operaciones conceptuales y prácticas que el alumno realiza para entender y resolver las situaciones que le son novedosas. Estando presente, puedo conocerlas y por consiguiente operar sobre ellas, construyendo y diseñando mientras “aprendemos”, nuestra forma de aprender.

      En esta ocasión no hago énfasis en el desarrollo y la forma de abordar e incorporar el aspecto rítmico. En coherencia con el resto, en el momento oportuno, a medida que nos encontramos con los distintos grupos rítmicos básicos los presentamos, anotamos y diferenciamos, asignando a cada uno la palabra que lo representa. A menudo, en material muy simple aparecen, junto a los ritmos más básicos, otros más complejos que el niño no está en condiciones de identificar ni entender. Alcanza, en un primer momento, con diferenciarlo de alguna manera si es necesario. Si lo reproduce con precisión, conviene esperar, para incorporarlo como grupo rítmico consciente, a que esté en condiciones de entender su estructura y su origen. El niño tiene un uso del vocabulario y de la estructura del lenguaje hablado mucho más libre y amplio de lo que es capaz de explicar. Lo usa “de oído”. También usamos la música de oído, vamos diferenciando y adjudicando nombres y funciones, de a poco, en la medida en que esté en condiciones de incorporarlo a su vocabulario consciente. La cantidad de variaciones o canciones parecidas que aparecen en algunos casos, se debe al éxito que tuvo la pieza original que cada niño eligió en su momento para aprender. Les gusta cómo suena, les gusta tocarla y esto los motiva para inventar una propia de características similares. Nos ocupamos de tocar, entender, escribir, leer, jugar, inventar, armar historias que tocamos cantando, y otras, que cuenta el piano.

       Aclaración

      Muchas de las reflexiones que se van sucediendo a lo largo del texto, son generales. No atañen a una etapa evolutiva en particular ni se refieren exclusivamente al momento en que aparecen descriptas en el libro. Reflejan una concepción de la enseñanza y del vínculo con el instrumento y la música que, en este caso, se aborda en relación con la niñez. A lo largo del proceso de aprendizaje, la modalidad no se modifica ya que no es exclusiva de la iniciación ni depende de la complejidad del material; se adapta a las necesidades de cada instancia. En cuanto a la iniciación al piano de adolescentes y adultos, las problemáticas que se presentan son parecidas; necesitarán de materiales, estrategias y soluciones acordes a cada individuo según su edad y sus características.

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      1 Violeta Hemsy de Gainza: Pianista y pedagoga musical argentina, referente mundial en la especialidad. Su impronta nutre muchos de los impulsos analíticos sobre la pedagogía del piano que estimulan a la autora a generar, consecuentemente, una nueva serie de planteamientos.

      Los niños y el piano

      El viernes, Camilo, de 6 años, vino a tomar su primera clase de piano.

      Nos habíamos conocido la semana anterior, en que vino a verme con su mamá. Acostumbro a hacer una entrevista previa al comienzo de las clases en la que el futuro alumno (y/o sus padres) me transmite sus gustos, necesidades y expectativas, y yo, a partir de lo escuchado, propongo lo que me parece adecuado y ofrezco que hagamos una “mini clase”, para pasar del “dicho al hecho”, poner en acción

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