Скачать книгу

encontraba incompleta, solo nos autorizaba a suponer ciertos rasgos comunes a la producción silente. Un hallazgo relevante en torno a este corpus tiene que ver con su localización, lo que incluye tanto los lugares donde se producía cine en Chile, como los recorridos que algunas compañías cinematográficas hicieron por el territorio nacional.

      Llama la atención que una parte importante de las producciones estrenadas durante los primeros años del cine chileno se hayan situado fuera de Santiago, dado el centralismo que caracterizó la producción de cine nacional durante el siglo XX. A modo de recuento –aunque las cifras siguen teniendo algunos vacíos, ya que en muchas no es posible identificar el lugar de rodaje– de un total de 367 filmes que transcurrían dentro de Chile, y cuyas locaciones se explicitaron de forma directa, 186 se situaron exclusivamente en Santiago, seguido por Valparaíso y Viña del Mar, zona que concentró 48 estrenos. Ahora, si se piensa en el rol que ocupan las regiones en los inicios del cine, este no deja de ser llamativo: Antofagasta y Magallanes tuvieron 27 y 14 estrenos, respectivamente, y ciudades como Talca, Iquique, Valdivia, Temuco o La Serena también contaron con producciones propias para el periodo que comprende 1897-1932.

      De hecho, los primeros registros de cine nacional se situaron fuera de la capital, en el norte de Chile, específicamente en la ciudad costera de Iquique, un puerto importante hacia fines del siglo XIX, dada la prolífica actividad minera de la zona. Con certeza, fueron cuatro los filmes exhibidos en público por el pionero Luis Oddó y que constituyen las primeras vistas producidas en Chile, como ya se mencionó.

      Y el norte del país seguirá siendo un punto relevante de producción durante la primera década del siglo XX. Específicamente, Antofagasta (otro punto económicamente importante para Chile, gracias a la explotación del salitre) agrupó a partir de 1903 distintos pasos de compañías fílmicas, no solo de emprendedores locales, sino también de extranjeros. Es el caso de la Empresa Pont y Trías, cuyos dueños, los españoles Pijoan Trías y Juan José Pont, llegaron en 1902 al país y exhibieron precursores filmes en Valparaíso y Santiago sobre sucesos ocurridos en ambas ciudades. Por Antofagasta pasaron en 1903, exhibiendo varias vistas internacionales y también dos filmadas en aquella ciudad: Inauguración del templo de la Inmaculada Virgen María e Incendio del buque Nesaia en el Coloso. Su presencia da cuenta de un recorrido que continuaría hacia Bolivia y Perú, según dan cuenta los diarios locales.

      También destacable es la actividad en el norte de dos empresarios, al parecer, locales. Primero, la de Alberto García Maldonado, quien en 1910 estrenó diez filmes rodados en Antofagasta en el mes de noviembre bajo el sello de Compañía Cinematográfica del Centenario, la cual también operó en 1911. Y en 1914 emerge la figura de Francisco Caamaño, que realizó y exhibió cuatro filmes en el Teatro Variedades de la ciudad y que llegó a Santiago a exhibir una película relevante para la historia del cine en Chile: La industria del salitre. Su estreno fue el 15 de junio de 1915, en el teatro capitalino Setiembre, y se presentó como un largometraje que describía las faenas de extracción y refinamiento del mineral, y que habría sido enviada a la Exposición Universal de San Francisco, en Estados Unidos. Si es efectivo lo que señaló la prensa de la época respecto a la duración del filme (2.000 metros, es decir, una hora y media, aproximadamente) –y tomando en cuenta la extensión de los intertítulos del filme, que se transcribieron íntegramente en la edición de El Mercurio de Antofagasta del 11 de julio de ese año– estaríamos muy probablemente ante el primer largometraje de producción nacional.

      En el otro extremo del país, Punta Arenas emergió a fines de 1919 como otro foco de producción alejado de los centros más importantes de producción y exhibición (Santiago y Valparaíso). En este caso, los entusiastas jóvenes José Bohr y Antonio Radonich realizaron tempranamente un filme documental llamado Punta Arenas y su comercio (1919), además de cuatro actualidades. Estas últimas –producciones donde registraban distintas actividades, como desfiles, desastres naturales, lugares importantes de la zona, entre otros– implicaban un nivel de producción no menor28. Estos registros, denominados Actualidades de Punta Arenas, se estrenaron hasta 1922, completando trece ediciones (aunque Bohr no participó en todas). Su existencia asegura la presencia de actividad cinematográfica en el sur del país, donde también aparecieron otros nombres, como el de los valdivianos Arnulfo Valck y Bruno Valck, hijos de inmigrantes de la zona, quienes se dedicaron también en la década del veinte a la actividad cinematográfica. Su película más destacada fue El sur de Chile (1921), un compilado de paisajes y sucesos, como el terremoto de Villarrica y la caza de ballenas. Este último filme, según se señala en la prensa, fue encargado por una firma ballenera de Estados Unidos que pretendía desarrollar la industria pesquera en el sur de Chile.

      La Suiza Sudamericana (1926), película descriptiva y de propaganda turística del sur de Chile, es un interesante ejemplo posterior. Contenía filmaciones de los ríos y puertos de Valdivia, del volcán Osorno, del lago Todos los Santos, además de algunos parajes de Argentina, entre otros. El largometraje estuvo a cargo de la Imperio Film de Puerto Montt y demandó siete meses de trabajo, dando cuenta de una detallada labor de registro de las zonas más conocidas del sur de Chile, así como también de lugares más recónditos, como Peulla, Laguna Fría o Puerto Blest. Películas de este tipo fueron comunes en este periodo del cine y se relacionan con afanes de representación de lo nacional asociado a la belleza de paisajes intocados y de naturaleza exuberante. En esta filmación en particular se comparó el sur de Chile con Suiza, lo que habla de otro rasgo común al cine de la época: la mirada hacia Europa como referente y modelo a seguir para alcanzar el progreso.

      Un cine temprano disperso

      La mirada a una filmografía de carácter documental desde el foco de la historia del cine chileno permite, como se ha visto, captar distintos ejes. Se presenta una evolución tecnológica que pasa por el descubrimiento de la técnica cinematográfica, en 1897, por tempranos y continuos avances en el procedimiento de revelado y por la experimentación con el sonido. Además, se detecta que figuras fundamentales como Carlos Borcosque, José Bohr y Pedro Sienna se entrenaron en el terreno documental; y también las cifras revelan una presencia importante de las regiones. Si la mirada puesta en lo nacional permite detectar estos focos, la mirada hacia lo internacional abrirá otras rutas a partir de la pregunta: ¿cómo se sitúa la cinematografía temprana en relación a otros países?

      Este eje, situado en la época temprana chilena, arroja casos destacados que permiten poner en tensión la idea estricta de lo nacional. Ejemplos de ello son el paso por Chile de los españoles Pont y Trías en 1902 y 1903; las filmaciones en 1902 y 1903 de ceremonias tanto chilenas como argentinas por parte de Empresa Centenera y Ca (de origen aún desconocido); las 32 vistas que el pionero del cine argentino Eugenio Py realizó en su paso por Chile; o los filmes que una excepcional mujer, la argentina Renée Oro, realizó en Chile en los años veinte.

      Si bien los últimos dos casos –los de Py y de Oro– permiten barajar la hipótesis de la existencia de una cinematografía binacional, lo que interesa destacar aquí es que la fuente de las cintas de Py se encuentra en el Catálogo Lepage Nº١٣٠, de junio de 1904, de procedencia argentina. Esto permite señalar, finalmente, que para la construcción de una filmografía temprana se necesita no solo de archivos nacionales, sino también de fuentes extranjeras, donde se encuentran depositadas imágenes sobre Chile que formaron parte de noticiarios o realizaciones internacionales, como las exhibidas por las compañías Pathé y Gaumont, y que tenían una distribución mundial. Son imágenes que posiblemente fueron tomadas por operadores chilenos, que se exhibieron como filmes nacionales, y que posteriormente fueron adquiridos por estos distribuidores internacionales. Esto último da cuenta de un tránsito de registros que forman parte de otra arista a considerar para futuros análisis y pesquisas, y que resulta fundamental para entender el desarrollo del cine en Chile durante el periodo silente. Es por esto que la historia de la filmografía temprana siempre irá mutando, aumentando y corrigiéndose.

      Bibliografía

      Bohr, José (1987). Desde el balcón de mi vida. Buenos Aires: Sudamericana-Planeta.

      Corro, Pablo (2016). «La modernidad despoblada en el cine

Скачать книгу