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Hasta donde llegue la vista.... José Flores Ventura
Читать онлайн.Название Hasta donde llegue la vista...
Год выпуска 0
isbn 9786078801107
Автор произведения José Flores Ventura
Жанр Философия
Издательство Bookwire
© José Flores Ventura
Dirección General: Dolores Quintanilla Rodríguez
Coordinador de Producción: Miguel Gaona
Editor de Contenido: Valdemar Ayala Gándara
Editora de Arte: Jazmín Esparza Fuentes
Diseño Editorial: César Nájera Zapata
Enlace Administrativo: Carmen González Cruz
Ventas: María Isabel Reyna Ibargüengoitia
ISBN: 978-607-8801-10-7
D.R. Quintanilla Ediciones
Josefina Rodríguez 1027, Col. Los Maestros. C.P. 25260. Saltillo, Coahuila
www.quintanillaediciones.com / [email protected].
Introducción
El presente trabajo es una compilación de anécdotas, vivencias y descubrimientos hechos a través de más de 35 años de recorrer el sur de Coahuila, principalmente; incluye tanto derroteros y caminos como poblados, su gente y costumbres, de las escarpadas montañas a los desolados páramos llanos de arena del desierto, muchas veces en senderos poco conocidos o inventándolos donde nadie ha andado nunca. En estos recorridos se ha testificado la riqueza cultural y natural que posee nuestro estado, la cual es algo único no sólo para México, sino para el mundo, y por ello debiera ser tratada como un patrimonio de la humanidad, para la conservación de muchos de sus recursos materiales y humanos. Aunque se ha viajado por todo el territorio de Coahuila, por falta de tiempo y de dinero se han visitado más lugares en el sur de la entidad y, por ello, haré hincapié sobre esta región en particular, en el presente trabajo.
Viajar a través de Coahuila es enteramente emocionante así como desgastante, dada su enormidad y diversidad de alturas de un extremo a otro, así como por lo extremo de su clima. Paisajes refrescantes que en verano son agradables para caminar, en invierno son un congelado infierno a desafiar; aquellos parajes que son algo tolerables en el desierto, en temporada de calor sofocante son prácticamente insoportables; casi no hay puntos medios, pero si en un tiempo los hubo, éstos se dieron en la ciudad de Saltillo, con su otrora clima ideal.
Pasando por alto el extremismo del clima, se pueden admirar y maravillarse con los paisajes bellos que existen en cualquier parte en la que uno se detenga: en las montañas o sus colinas, en los pastizales que delimitan los bosques ―desde los chaparrales al semidesierto― y en las dunas de arena del verdadero desierto; no hay lugar malo para acampar o pasar un rato disfrutando de la naturaleza y de los amaneceres o los atardeceres, que ofrecen magníficas estampas a recordar para siempre.
Son dignos de mención los oasis que salpican el territorio predominantemente semidesértico, como el de Cuatro Ciénegas, cuyas aguas milenarias han dado pie a flora y fauna endémicas, por el aislamiento que dan las escarpadas montañas. También en lo más recóndito de los pliegues de las serranías, es posible hallar bellos manantiales que ofrecen sus aguas casi todo el año. Algunos son bien conocidos, como la cascada del Chiflón, La Casita, Los Nuncios o Los Chorros; sin embargo, muchos otros permanecen ocultos por su dificultad en el acceso, pero ofrecen vistas espectaculares.
No debieran considerarse como patrimonio del estado solamente los paisajes naturales, edificios o lugares históricos, también debe reconocerse, así, a las comidas y dulces regionales, a los olores y colores del campo, a la gente que habita las comunidades. En estos recorridos hemos conocido a gente valiosa, y constatado el esfuerzo que realiza para ganarse el sustento y, aun así, ser amables ante las situaciones adversas que se les presentan a diario.
Otro rubro de la naturaleza que muchas veces pasa desapercibido, pero que aporta un valor agregado para México y el mundo, es el enorme acervo paleontológico y arqueológico que posee nuestra entidad. En cuanto al primero, los últimos años se ha acrecentado, a un nivel nunca antes visto mundialmente, el hallazgo y descripción de fósiles, por los descubrimientos que se han realizado y que siguen sucediendo día a día, y en muchos de los cuales hemos podido ser testigos. En cuanto al segundo de los acervos, el de arqueología, creemos que el de Coahuila es el más importante, por su cantidad, a nivel América, ya que se pueden contabilizar centenas de kilómetros continuos con registros de representaciones rupestres y campamentos ininterrumpidos que cuentan con cientos de sitios, muchos de ellos descubiertos en nuestros recorridos realizados a través de los años.
En estas aventuras me han acompañado muchas personas a lo largo del camino, pero quiero agradecer especialmente al ingeniero Rufino Rodríguez Garza, quien ha sido testigo de la hechura de lo que aquí se narra y se escribe, por los 25 años que tenemos de salir al campo; él ha sido la persona que más me ha aguantado en estas agotadoras jornadas de descubrimientos y deleites ante el paisaje natural incógnito de nuestra tierra.
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El patrimonio tangible e intangible de Coahuila
Quién no recuerda aquellos olores de las comunidades alejadas entre las montañas, por caminos de terracería que, antes de llegar a ellos, huelen a ocote de pino, a yerbanís o menta, en sus laderas y, ya en las casas, a leña y a tortillas de harina. En el semidesierto los olores cambian: del aroma a gobernadora, con lo fresco de la mañana, a flor de huizache pasando enero, a eloísa u oreganillo después de mayo, a barro mojado en los patios después de las lluvias y, en las cocinas, a té de salvia y al maíz de las tortillas.
Cada región tiene sus olores característicos. Recuerdo en Saltillo bajar la calle de Hidalgo en el mes de agosto, el aroma a adobe mojado de las casas viejas que había en los costados, y en la tarde la fragancia de las panaderías contrastaba con el olor del petróleo que usábamos para alumbrar con quinqués las casas pobres de la periferia.
Es así que esos instantes quedaron registrados en la memoria del tiempo de aquellos que los vivimos y, muchas veces, por esos recuerdos es que sobrevivimos.
También los colores juegan un importante papel dentro de las bellezas de Coahuila. El campo es como un sarape multicolor en diferentes circunstancias climáticas del año. Los bosques se tiñen hermosamente de tonos dorados cuando el otoño es avanzado, para luego transformarse en tonos ocres apagados. Las montañas a la distancia son más azules y los cielos más celestes, casi nunca son de grises agrestes. La variedad de verdes cambia con el avance del día, y entre la espesura es posible ver bellas flores entre las rocas escondidas. En ocasiones el semidesierto se viste totalmente de flores coloridas; a veces, con el comienzo de los primeros calores, un manto de alfombra blanca se extiende por kilómetros, la humedad retenida en el subsuelo por los fríos húmedos sale y hace brotar las semillas que el año pasado dejo esparcidas el viento. En otras ocasiones, al comenzar las primeras lluvias, brotan flores amarillas, ya sea en el seco campo o en terrenos de cultivo, endulzando con su aroma el aire cálido de verano.
A pesar de tener poca foresta, el semidesierto resalta su piel desnuda, con el color de su suelo saturado de minerales, principalmente de polvo de hierro y otros metales que le dan su aspecto rojizo ocre oxidado. Los tonos, después de una lluvia, resaltan con fuerza, sobre todo los de las capas de las serranías erosionadas, que tienen tonos rojizos, azules, amarillentos, verdes y grisáceos; cada capa guarda secretos escondidos por eones y cada cerro tiene historia guardada.
Entrados en enero, los campos se visten de una fragancia dulce y de flores amarillas por los huizaches, y al siguiente mes las retamas lo hacen; para cuando llega la primavera, el campo explota en algarabía de colores. Por su parte, los atardeceres evocan nostalgia y melancolía, pues son bellamente provocadores en su agonía, antesala de la noche oscura pero poblada de estrellas. El amanecer no sólo anuncia un nuevo día, sino también una nueva jornada con la esperanza renacida, y tiñe el horizonte de dorado