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de este capítulo han sido los siguientes: Jose Luis Fuertes Herreros: Historia de la Filosofía (textos Bachillerato). Traducciones de Pablo García Castillo). Salamanca: Ediciones Universidad de Salamanca, 2003.

      Es muy probable que una de las preguntas más importantes a las que se ha enfrentado la ciencia, y por qué no, la filosofía, sea la del origen del universo. En relación con este asunto hoy sabemos que hace aproximadamente 13.700 millones de años se produjo una inconcebible explosión que dio lugar a dicho universo; a raíz de esa explosión, conocida popularmente como Big Bang, resulta que el universo se está expandiendo y lo más increíble es que, según dicen los físicos, se expande cada vez más rápido.

      En cualquier caso lo que no está tan claro son las causas por las que se produjo esa explosión, ni tampoco la situación anterior a la misma, si es que la había, ya que con el Big Bang no solo se crearon la materia y la energía, sino también el espacio y el tiempo. En definitiva, si el tiempo no existía hasta entonces no tendría sentido preguntarse que había antes de la primigenia explosión.

      La verdad es que no solo el origen del universo es un misterio, sino también su final. En este contexto los científicos nos dicen que asistimos a dos posibles escenarios: o bien el universo seguirá expandiéndose para siempre llegando a temperaturas próximas al cero absoluto, o bien se contraerá violentamente provocando el llamado Big Crunch.

      Todo esto viene a significar que el universo morirá congelado si nos basamos en la primera hipótesis, o más bien abrasado si nos decantamos por la segunda.

      Para saber a qué atenernos sería necesario calcular la cantidad de materia-energía que existe en el universo. Es fundamental saber la densidad media de materia que existe para determinar si hay materia y energía suficientes como para que algún día la gravitación invierta la expansión cósmica a la que está sometido el universo a partir del Big Bang.

      Si la materia y la energía del universo son suficientes para que la gravedad invierta la expansión, entonces el universo acabará con el Big Crunch. Poco a poco el universo empezará a contraerse sobre sí mismo y las galaxias, incluida la nuestra, la Vía Láctea, comenzarán a chocar unas con otras hasta que al final se fundan. Las estrellas se disolverán antes de empezar a chocar entre sí. La temperatura del universo superará la de la superficie de las estrellas con lo que estas se desintegrarán y dispersarán en nubes de gas a temperaturas inconcebibles. La vida inteligente, si es que la hay, o la hubo en algún momento, de lo cual podemos dudar razonablemente, morirá abrasada por el calor cósmico procedente de estrellas y galaxias.

      Ahora bien, supongamos que el contenido de materia-energía no es suficiente para detener la expansión, en ese caso el universo se expandirá ilimitadamente hasta que su temperatura llegue prácticamente al cero absoluto. Esto traerá como consecuencia el aumento de la entropía que mide la cantidad de desorden o caos en el universo. En este caso estaremos asistiendo a la muerte entrópica del mismo.

      Para comprender por qué ocurre esto sería necesario mencionar alguna de las tres leyes de la termodinámica. La primera dice que la cantidad total de materia y de energía se conserva, es decir, la cantidad total de materia y energía ni se crea ni se destruye,

      En cualquier caso para nosotros, y en relación con la muerte entrópica del universo la ley que más nos interesa es la segunda. Esta ley viene a decir que en cualquier sistema aislado que sufre un proceso, la entropía del mismo, es decir la cantidad de desorden del sistema, siempre aumenta. La entropía es simplemente una propiedad termodinámica que cuantifica el desorden molecular de un sistema y aunque pueda parecer algo muy raro, es algo que podemos comprobar casi diariamente en nuestras vidas. Si echamos algo de leche en una taza de café los dos líquidos se mezclarán irremisible y aleatoriamente haciendo desparecer el orden. La cuestión es que intentar rehacer el orden volviendo a separar la leche del café es algo extremadamente complicado, tan complicado como fácil es conseguir que se desordenen.

      Imaginemos que tenemos dos recipientes. En uno tenemos canicas blancas y en otro negras. Es evidente que el tiempo que tardaremos en deshacer el orden y mezclarlas en muy poco si vaciamos el contenido de los recipientes en uno mayor. Pero si intentamos rehacer el orden volviendo a separar las canicas blancas de las negras tendremos que invertir una enorme cantidad de esfuerzo y trabajo, y es que teniendo en cuenta la dirección del tiempo hay que concluir que los sistemas desordenados acontecen más tarde que los ordenados.

      En el fondo, como decíamos antes, la entropía es algo a lo que nos enfrentamos de manera constante en nuestra vida cotidiana. Todo envejece, todo se agota, y en el fondo todos sabemos que es mucho más fácil destruir que construir, desordenar que ordenar.

      ¿Qué hombre no ha recibido una bronca alguna que otra vez a causa de este principio? Cuando nuestra madre o nuestra mujer entran en la habitación y ven lo que hay, entiéndase desorden y caos, se arma la tangana, lo cual, por cierto, no dice mucho en nuestro favor...

      Todos sabemos que un edificio puede tardar varios años en ser construido, pero solo minutos en ser destruido. Lo cierto es que con la entropía aumenta el desorden y esto tiene que ver con el hecho de que la energía se conserva, pero en cualquier proceso siempre pasa de formas más útiles a menos útiles. Un ejemplo de esto último es el hecho de que cuando quemamos carbón o gas una parte de la energía del combustible es dispersada en forma de calor a la atmósfera, donde ya no puede ser recuperada para realizar ningún trabajo útil. Si tomamos como sistema a todo el universo, habría que considerarlo como un sistema aislado en el que la entropía está aumentando constantemente, por lo tanto el universo estará cada vez más desordenado, o lo que es lo mismo, la energía que contiene será cada vez más sucia y menos utilizable.

      La entropía no puede detenerse, ya que si bien es cierto que podemos restaurar el orden de un sistema, la energía que utilizamos para ello es siempre mayor que la que recuperamos, de tal forma que a nivel general la entropía siempre aumenta.

      Así pues si aplicamos la segunda ley de la termodinámica al universo entero las consecuencias parecen claras. Las estrellas agotarán su combustible nuclear, las galaxias dejarán de brillar y el universo se hundirá en la oscuridad, acercándose a su muerte definitiva por ausencia de calor cuando la temperatura esté muy próxima al cero absoluto.

      Entonces ya no habrá ninguna posibilidad de formar algo nuevo en el universo.

      Permitidme ahora el atropello de aplicar estas leyes de la termodinámica, fundamentalmente la segunda, al ámbito futbolero. Una primera consecuencia, en la que creo que todos estaríamos de acuerdo, es que en muchos equipos de fútbol se produce este proceso entrópico que, en la mayoría de los casos, les conduce desde el orden hasta el desorden haciéndoles perecer en el mismo.

      Esto es algo que podemos apreciar con claridad cuando un equipo pequeño o mediano se enfrenta con uno grande. El orden es importante para los dos, pero solo es vital para uno de ellos, el de menor calidad.

      El equipo más poderoso puede prescindir del orden, es más, en algún momento incluso le vendrá bien hacerlo puesto que así podrá liberar la creatividad de algunas de sus mejores estrellas. Sin embargo, para el equipo más pequeño el orden es esencial, es la única forma de sobrevivir a la avalancha de calidad y juego que se le viene encima. En muchos casos hemos visto cómo este se mantiene al principio. Durante los primeros minutos cada jugador ocupa correctamente su posición, el equipo está junto, no hay distancias entre líneas, se producen los relevos con relativa fluidez y si un lateral sube por causalidad, siempre hay un centrocampista que le cubre las espaldas.

      El problema surge en la medida en que el tiempo comienza a transcurrir y el cansancio hace mella en los jugadores del equipo más modesto. Entonces gran parte de la energía de la que disponían los jugadores se va dispersando en formas menos útiles, y poco a poco el desorden, la entropía empieza a hacer de las suyas y a instalarse en el césped.

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