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“Perfecto”, dijo Rose, la alegría ahora ausente en su voz. “Mamá, ¿me estás jodiendo ahora mismo?”.

      Avery había oído a Rose maldecir antes, pero esta vez fue como una daga a su corazón porque se lo merecía.

      “Rose, tengo un nuevo caso. Uno muy grave y tengo que…”.

      “Sé lo que tienes que hacer”, dijo Rose. No gritó. Ni siquiera levantó la voz. Y, de alguna manera, eso era mucho peor.

      “Rose, no es mi culpa. No me esperaba esto. Cuando hice esos planes contigo, estaba completamente libre. Pero ahora pasó esto y… bueno, las cosas cambian”.

      “Supongo que lo hacen a veces”, dijo Rose. “Pero no contigo. Contigo las cosas no cambian… bueno, cuando se trata de mí, de todos modos”.

      “Rose, eso no es justo”.

      “¡Ni se te ocurra decirme lo que no es justo en este momento! ¿Y sabes qué, mamá? Solo olvídalo. Olvídate de este momento y los demás en los que quieras pretender que eras buena madre. Simplemente no es nuestro destino”.

      “Rose…”.

      “Lo entiendo, mamá. De verdad. Pero ¿sabes lo horrible que es tener a una mujer así como madre… una mujer dura con un trabajo exigente? Una mujer que respeto… ¿pero una mujer que me decepciona una y otra vez?”.

      Avery no tenía idea qué decir. Aunque eso no importaba, porque Rose estaba harta.

      “Adiós, mamá. Sin embargo, gracias por avisarme por adelantado. Supongo que es mejor que ser plantada”.

      “Rose, yo…”.

      Pero la línea se cortó.

      Avery se metió el teléfono en su bolsillo y respiró profundamente. Una lágrima rodó por su ojo derecho y se la limpió lo más rápido que pudo. Luego caminó resueltamente hacia el área que había sido acordonada con cinta policial esa mañana y se la quedó mirando por mucho tiempo.

      “Fuego”, pensó. “Tal vez sea algo más que lo que el asesino está utilizando para sus actos. Tal vez sea simbólico. Tal vez el fuego ofrece un pista mayor que lo demás”.

      Mientras esperaba que llegara el taxi, pensó en el fuego y qué clase de persona podría utilizarlo para enviar algún tipo de mensaje. Sin embargo, era difícil analizarlo, ya que sabía muy poco sobre el incendio provocado.

      “Necesitaré a otra persona con otra perspectiva”, pensó.

      Y con ese pensamiento, sacó su teléfono y llamó a la sede de la A1. Pidió que la comunicaran con Sloane Miller, la psicóloga de los oficiales y detectives de la A1. Sloane sería la indicada… Podría entrar en la mente de un asesino obsesionado con fuego.

      CAPÍTULO SIETE

      Avery estaba de vuelta en la sede de la A1 media hora más tarde. Al entrar, no tomó el ascensor hasta su oficina. En cambio, se quedó en el primer piso y se dirigió hacia la parte trasera del edificio. Había estado aquí antes, cuando había recibido la orden de hablar con Sloane Miller durante su último gran caso que la había afectado de una forma que aún no comprendía. Pero ahora estaba de visita por otra razón… para conocer a fondo la mente de un asesino. Y esta visita se sentía más natural porque estaba en su elemento.

      Llegó a la oficina de Sloane y se sintió aliviada al encontrar la puerta entreabierta. Sloane no tenía un horario fijo y más bien atendía las solicitudes de la fuerza policial a medida que las iba recibiendo. Cuando Avery tocó su puerta, oyó a Sloane tecleando algo en su portátil.

      “Adelante”, dijo Sloane.

      Avery pasó, sintiéndose mucho más a gusto que la última vez que había venido a ver a Sloane. Aquí en su oficina, en lugar del lugar que usaba para atender a sus pacientes, las cosas eran un poco más formales.

      “Ah, detective Black”, dijo Sloane con alegría genuina a lo que levantó la mirada de su portátil. “¡Me da mucho gusto verte! Me alegró saber de ti cuando llamaste. ¿Cómo has estado?”.

      “Las cosas van bien”, dijo Avery. Pero, en el fondo de su mente, sabía que Sloane aprovecharía la oportunidad de analizar sus problemas con Rose y su relación complicada con Ramírez.

      “¿Qué se te ofrece?”, preguntó Sloane.

      “Bueno, estaba esperando que me dieras tu perspectiva sobre un tipo de personalidad en particular. Estoy llevando un caso que involucra a un hombre que estamos bastante seguros de que quema a sus víctimas. Dejó solo huesos y cenizas en la escena del crimen, huesos limpios, no carbonizados ni dañados. También nos percatamos de un olor químico en el aire… procedente de las cenizas, creo. Es bastante claro que sabe lo que está haciendo. Él sabe cómo quemar un cuerpo, y eso me parece un conocimiento muy específico. Pero no creo que esté usando el fuego únicamente como una herramienta para sus actos. Necesito saber qué clase de persona no solo utilizaría el fuego para eso, sino como un símbolo”.

      “La idea de que esté utilizando el fuego como un símbolo es una gran deducción”, dijo Sloane. “En un caso como este, casi puedo garantizar que eso es lo que está pasando. Creo que podrías estar tratando con alguien que tiene un interés o tal vez incluso un historial con incendio provocado. Tal vez tuvo un trabajo o un pasatiempo relacionado con fuego. Los estudios han demostrado que hasta los niños que están fascinados con fogatas o fósforos muestran señales de interés en actos relacionados con incendios provocados”.

      “¿Qué puedes decirme acerca de este tipo de personalidad que podría ayudarnos a atraparlo más pronto que tarde?”.

      “En primer lugar, tendría problemas mentales, pero nada demasiado grave. Podría ser algo tan simple como una tendencia a la ira, incluso en la más inocente de las situaciones. Probablemente no tenga mucha educación. La mayoría de los incendiarios reincidentes no se gradúan de la escuela secundaria. Algunos lo ven como una forma de rebelarse contra un sistema que nunca pudieron entender, la idiotez esa de que “algunos hombres solo quieren ver el mundo arder”. Algunos dirán que provocan incendios como un acto de venganza, pero nunca pueden definir de qué se quieren vengar.

      Por lo general se sienten aislados o apartados del mundo. Así que es bastante probable que estés buscando bien sea un hombre soltero o un hombre que forma parte de un matrimonio sin amor. Para mí, es probable que viva solo en una casa pequeña, que pasa mucho tiempo en un despacho, sótano o garaje de algún tipo”.

      “¿Y qué sucede cuando mezclas todo eso con alguien que claramente no le importa matar personas?”.

      “Eso dificulta las cosas”, admitió Sloane. “Pero creo que las mismas reglas aplican. A los incendiarios usualmente les gusta que la gente vea su trabajo. Prender fuegos es una manera de llamar la atención. Casi se sienten orgullosos de ello, como si fuera algo que ellos crearon. En lo que respecta al hecho que tu sospechoso dejó restos… eso es extraño. Supongo que podría estar relacionado con estudios que indican que algunos incendiarios visitan las escenas de sus fuegos para ver a los bomberos apagarlos. El incendiario ve a los bomberos trabajando duro y siente que hizo que eso sucediera, que el incendiario está controlando a los bomberos en cierto sentido”.

      “¿Entonces crees que nuestro sospechoso pudiera estar cerca, observando?”.

      Sloane lo consideró por un momento y luego se encogió de hombros. “Ciertamente es una posibilidad. Sin embargo, la precisión con la que dijiste que está quemando los cuerpos me hace pensar que este tipo también es paciente y organizado. No creo que haría algo tan tonto como volver a visitar la escena del crimen”.

      “Paciente y organizado”, pensó Avery. “Esto coincide con su excelente planificación, el uso de la niebla como cobertura para llegar a sus víctimas y verter los restos”.

      Pensó en la forma en la que los huesos casi habían sido puestos en exhibición, casi igual de chocante y obvio como un fuego desatado.

      “¿Qué piensas del caso hasta ahora?”, preguntó Sloane.

      “Pienso que

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