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como el pulgar de Thanos. La probó, en busca de algún punto débil, algún modo de escapar de los límites de la horca que lo tenía atrapado.

      “¡Eh! ¡Las manos fuera de allí!” exclamó uno de los guardias, y le golpeó con un palo que crujió contra los nudillos de Thanos, provocándole un grito ahogado de dolor mientras intentaba contener la necesidad de chillar.

      “Sé todo lo duro que quieras”, dijo el guardia mirando a Thanos con evidente odio. “Cuando vayamos a por ti, chillarás”.

      “Todavía soy un noble”, dijo Thanos. “Tengo derecho a un juicio ante los nobles del Imperio, y a elegir cómo ser ejecutado si se diera el caso”.

      Esta vez, el palo golpeó las barras, a tan solo un palmo de su cara.

      “Los asesinos de reyes reciben lo que se decide para ellos”, respondió bruscamente el guardia. “¡No habrá un golpe rápido de hacha para ti, traidor!”

      Thanos notaba la rabia que había allí. Rabia de verdad y lo que parecía ser una sensación de traición personal. Thanos lo entendía. Quizás aquello incluso significaba que este hombre en un principio era un buen hombre.

      “Pensabas que las cosas podían cambiar, ¿verdad?” supuso Thanos. Aquel era un gran peligro que corría, pero debía hacerlo, si tenía que encontrar el modo de demostrar su inocencia.

      “Pensaba que tú podías ayudar a mejorar las cosas”, confesó el hombre. “¡Pero resultó que estabas trabajando con la rebelión para matar al rey!”

      “Yo no lo maté”, dijo Thanos. “Pero sé quién lo hizo. Ayúdame a salir de aquí y…”

      Aquel golpe de palo le dio fuerte en sus costillas heridas y, cuando el guardia lo retiró para golpear de nuevo, Thanos intentó encontrar un modo de protegerse. Pero no podía ir a ningún lugar.

      Aún así, el golpe no llegó. Thanos vio que el guardia se detuvo en el último momento, bajaba el palo y hacía una gran reverencia. Thanos intentó girarse para ver lo que estaba sucediendo y aquello hizo que su horca empezara a girar.

      Cuando terminó, la Reina Athena ya estaba delante de él, vestida de riguroso luto, que daba la sensación de que era ella el verdugo. Los guardias se amontonaron a su alrededor, como si tuvieran miedo de que Thanos pudiera encontrar el modo de matarla de la misma manera que ellos pensaban que había matado al rey, a pesar de las barras de la jaula.

      “¿Por qué está aquí colgado?” exigió la Reina Athena. “Pensaba que os había dicho simplemente que lo ejecutarais”.

      “Con el debido respeto, su majestad”, dijo uno de los guardias, “pero no estaba despierto y lleva un tiempo preparar la ejecución que merece un traidor como este”.

      “¿Qué tenéis pensado?” preguntó la reina.

      “Íbamos a colgarlo solo a medias, sacarle las entrañas y ponerlo en la rueda para acabar con él. No podíamos darle una muerte rápida después de todo lo que ha hecho”.

      Thanos vio que la reina lo pensó por un instante y después asintió. “Puede que tengáis razón. ¿Ha confesado ya sus crímenes?”

      “No, su majestad. Incluso asegura que no lo hizo”.

      Thanos vio que la reina negaba con la cabeza. “Eso es ridículo. Lo encontraron encima del cuerpo de mi marido. Deseo hablar con él, a solas”.

      “Su majestad, está completamente…”

      “A solas, he dicho”. La mirada fulminante de la Reina Athena fue suficiente para que incluso Thanos sintiera un instante de pena por el hombre. “Está suficientemente seguro dentro de esta jaula. Apresuraos con el trabajo en el patíbulo. ¡Quiero al hombre que mató a mi marido muerto!”

      Thanos observó que los guardias se retiraban, bien lejos de él y de la reina. Sin duda, lejos a una distancia en la que pudieran escuchar. Thanos no tenía ninguna duda de que era intencionado.

      “Yo no maté al rey”, insistió Thanos, aunque imaginaba que aquello no cambiaría para nada su situación. Sin pruebas, ¿cómo iba alguien a creerle, mucho menos la reina, a la que nunca le había gustado?

      Por un instante, el gesto de la reina se quedó fijo. Thanos vio que miraba a su alrededor, casi furtivamente, como preocupada por la posibilidad de que la escucharan. En aquel instante, Thanos lo comprendió.

      “Ya lo sabe, ¿verdad?” dijo Thanos. “Sabe que yo no lo hice”.

      “¿Cómo iba yo a saber una cosa así?” preguntó la Reina Athena, pero su voz tenía un tono nervioso. “Te atrapamos con la sangre de mi querido esposo en tus manos, encima de su cuerpo”.

      “Querido”, repitió Thanos. “Solo se casó con el rey por un pacto político”.

      Thanos vio que la reina apretaba las manos contra el corazón. “¿Y no puede ser que acabáramos amándonos?”

      Thanos negó con la cabeza. “Usted nunca amó a mi padre. Solo amó el poder que le otorgaba ser la esposa de un rey”.

      “¿Tu padre?” dijo la Reina Athena. “Parece ser que sabes más de lo que deberías, Thanos. A Claudio le dio muchos problemas esconderlo. Probablemente ya está bien que vayas a morir por esto”.

      “Por algo que hizo Lucio”, replicó Thanos.

      “Sí, por algo que hizo Lucio”, respondió la Reina Athena, con la ira dibujada en su rostro. “¿Piensas que puedes decirme algo de mi hijo que me sorprenda? ¿Incluso esto? ¡Es mi hijo!”

      Thanos notó la actitud protectora, dura y sólida como el hierro. En aquel instante, se puso a pensar en el hijo que nunca tendría con Estefanía, y lo protector que hubiera sido con su hijo o hija. Quería pensar que hubiera hecho todo lo posible por su hijo, pero mirando a la Reina Athena sabía que aquello no era cierto. Había ciertos límites que incluso un padre no podía pasar.

      “¿Y qué pasa con todos los demás?” replicó Thanos. “¿Qué harán cuando lo descubran?”

      “¿Y cómo van a saberlo?” preguntó la Reina Athena. “¿Vas a gritárselo tú ahora? Adelante. Que todo el mundo oiga al traidor que está dentro de la jaula asegurando que, a pesar de que lo encontraron encima de su padre asesinado, fue su hermano quien llevó a cabo el acto. ¿Crees que alguien te creerá?”

      Thanos ya conocía la respuesta a aquello. El simple hecho de donde estaba se lo decía. Para cualquiera que tuviera poder en el Imperio, él ya era un traidor, y había entrado a hurtadillas en el castillo. No, si intentaba decirles la verdad, nunca la creerían.

      Entonces supo que, a no ser que escapara, moriría aquí. Moriría, y Lucio se convertiría en rey. Lo que sucedería después de esto sería una pesadilla. Debía encontrar el modo de detener aquello.

      Seguramente la Reina Athena podría ver lo mal que irían las cosas. Solo tenía que hacérselo entender.

      “¿Qué cree que sucederá cuando Lucio sea rey?” preguntó Thanos. “¿Qué piensa que hará?”

      Vio que Athena sonreía. “Creo que hará lo que sugiera su madre. Lucio nunca ha tenido mucho tiempo para… los detalles aburridos de su papel. De hecho, probablemente debería agradecértelo, Thanos. Claudio era demasiado terco. Nunca me escuchó cuando debería haberlo hecho. Lucio será más dócil”.

      “Si piensa esto”, dijo Thanos, “está tan loca como él. Ha visto lo que Lucio le hizo a su padre. ¿Cree que ser su madre la mantendrá a salvo?”

      “El poder es la única seguridad que existe”, respondió la Reina Athena. “Y tú no estarás allí para verlo, pase lo que pase. Cuando el patíbulo esté acabado, morirás, Thanos. Adiós”.

      Se dio la vuelta para irse y, mientras lo hacía, en lo único que podía pensar Thanos era en Lucio. En que fuera coronado. En cómo se había comportado Lucio en la aldea que Thanos salvó.

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