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setenta, y tal vez el color de piel: blanco."

      "¿Dónde están las cintas?" preguntó O'Malley.

      "Abajo con Sarah," respondió Avery. "Dijo que tal vez le llevaría un rato, pero iba a intentar tener un bosquejo del asesino basado en lo que ve para mañana. Una vez que tengamos reconocimiento facial, podemos compararlo con nuestros sospechosos y pasarlo por la base de datos a ver qué surge."

      "¿Dónde están Jones y Thompson?" preguntó Dylan.

      "Espero que todavía estén trabajando," dijo Avery. "Thompson está a cargo de la vigilancia del parque. Jones está tratando de rastrear el auto desde el callejón."

      "Cuando nos fuimos," agregó Ramírez, "Jones había encontrado al menos seis cámaras distintas en un radio de diez cuadras desde el callejón que podrían ser de ayuda."

      "Incluso si perdemos el auto", dijo Avery, "al menos podemos limitar la dirección. Sabemos que giró al norte desde el callejón. Eso, unido a cualquier cosa que encuentre Thompson en el parque, y podremos triangular un área e ir casa por casa si es necesario."

      "¿Y qué hay de los forenses?" preguntó O'Malley.

      "Nada en el callejón," dijo Avery.

      "¿Eso es todo?"

      "También tenemos algunos sospechosos. Cindy estuvo en una fiesta la noche de su secuestro. Un tipo llamado George Fine estuvo allí. Aparentemente ha estado siguiendo a Cindy durante años: toma las mismas clases que ella, se la encuentra casualmente en eventos. Besó a Cindy por primera vez, bailó con ella toda la noche."

      "¿Has hablado con él?"

      "Aún no," dijo, y miró directamente a Dylan. "Quería tu aprobación antes de empezar una búsqueda exhaustiva en la Universidad de Harvard."

      "Menos mal que tienes algún sentido del protocolo," gruñó Dylan.

      "También está el novio," agregó dirigiéndose a O'Malley. "Winston Graves. Se suponía que Cindy fuese a su casa esa noche. Nunca apareció."

      "Así que tenemos dos potenciales sospechosos, imágenes de los eventos, y un auto que rastrear. Estoy impresionado. ¿Y la motivación? ¿Has pensado en eso ya?"

      Avery esquivó la mirada.

      Las imágenes que había visto, y la posición y manejo de la víctima, todo indicaba a un hombre que amaba su trabajo. Lo había hecho antes y lo haría de nuevo. Su motivación debía tener que ver con sentirse poderoso, ya que le preocupaba muy poco la policía. La reverencia a la cámara del callejón le hizo saber eso. Eso requería valor, o estupidez, y nada en la forma en que se deshizo del cadáver o el secuestro indicaban falta de juicio.

      "Está jugando con nosotros," dijo ella. "Le gusta lo que hace, y quiere hacerlo de nuevo. Yo diría que tiene algún tipo de plan. Esto no ha terminado."

      Dylan resopló y sacudió la cabeza.

      "Ridículo," dijo.

      "De acuerdo," dijo O'Malley. "Avery, tienes permiso para hablar con tus sospechosos mañana. Dylan, contacta a Harvard y avísales. Yo llamaré al jefe esta noche y le diré lo que tenemos. También veré si puedo conseguir algunas órdenes amplias para las cámaras. Mantengamos a Thompson y Jones preparados. Dan, sé que has estado trabajando todo el día. Una cosa más y terminas por esta noche. Consigue las direcciones de esos dos chicos de Harvard si es que todavía no las tienes. Pasa por allí de camino a tu casa. Asegúrate de que están bien arropados. No quiero que nadie se escape."

      "Yo puedo hacer eso," dijo Ramírez.

      "De acuerdo." O'Malley aplaudió. "Pónganse en marcha. Buen trabajo ustedes dos. Pueden estar orgullosos. Avery and Dylan, esperen afuera un minuto."

      Ramírez señaló a Avery.

      "¿Quieres que pase a buscarte por la mañana? ¿A las ocho? ¿Vamos juntos?"

      "Claro."

      "Le preguntaré a Sarah por el bosquejo. Tal vez ya tendrá algo."

      La repentina disposición de un compañero a ayudar, por su cuenta y sin tener que empujarlo, era nueva para Avery. Todos los demás con los que había formado equipo desde el momento en que se unió a la policía habían querido dejarla muerta en alguna cuneta.

      "Suena bien," dijo.

      Una vez que Ramírez se hubo marchado, O'Malley hizo a Dylan sentarse de un lado de la mesa de conferencias y a Avery del otro.

      "Escuchen bien ustedes dos," dijo en una voz calmada pero firme. "El jefe me llamó hoy y me dijo que quería saber que estaba pensando al darle este caso a una conocida y caída en desgracia ex-abogada defensora de criminales. Avery, le dije que eras la policía indicada para este trabajo y mantengo mi decisión. Tu trabajo hoy prueba que estaba en lo cierto. Sin embargo, son casi las siete y media y aún sigo aquí. Tengo una esposa y tres hijos esperándome en casa y quiero desesperadamente llegar y verlos y olvidarme de este miserable lugar por un rato. Obviamente, ninguno de ustedes comparte mis preocupaciones entonces tal vez no entienden lo que digo."

      Ella le devolvió la mirada, pensativa.

      "¡Llévense bien y dejen de molestarme con sus estupideces!", estalló.

      Un tenso silencio cubrió la habitación.

      "¡Dylan, empieza a comportarte como un supervisor! No me llames con cada detalle llorón. Aprende a manejar a tu gente tú solo. Y tú," le dijo a Avery, "más te vale que dejes el acto de humor excéntrico y la actitud esa de 'no me importa una mierda' y empieces a actuar de una vez por todas como que te importa, porque sé que te importa." Le sostuvo la mirada por un largo rato. "Dylan y yo hemos estado esperándote durante horas. ¿Quieres apagar tu radio? ¿No contestar teléfonos? ¿Tal vez te ayuda a pensar? Bien por ti. Pues hazlo. Pero cuando te llama un superior, le devuelves la llamada. La próxima vez que suceda, quedas fuera del caso. ¿Entendido?"

      Avery asintió, sintiéndose humillada.

      "Entendido," dijo ella.

      "De acuerdo." asintió Dylan.

      "Bien," dijo O'Malley.

      Se enderezó y sonrió.

      "Ahora, debí haber hecho antes pero no hay mejor momento que el presente. Avery Black, quiero que conozcas a Dylan Connelly, padre de dos niños, divorciado. Su esposa lo dejó hace dos años porque nunca iba a casa y bebía demasiado. Ahora viven en Maine y nunca puede ver a los niños, entonces está de mal humor todo el tiempo."

      Dylan se puso tenso y estuvo a punto de hablar, pero no dijo nada.

      "¿Y Dylan? Te presento a Avery Black, ex-abogada defensora criminal que metió la pata y dejó salir a las calles de Boston al peor asesino serial del mundo, un hombre que volvió a matar y destruyó su vida. Dejó atrás un trabajo multimillonario, un ex esposo, y un niño que apenas le dirige la palabra. Y, como tú, acostumbra ahogar sus penas en el trabajo y el alcohol. ¿Lo ven? Tienen mucho más en común de lo que creen."

      Se puso completamente serio.

      "No me avergüencen de nuevo, o quedarán ambos fuera del caso."

      CAPÍTULO OCHO

      Una vez que quedaron solos en la sala de conferencias, Avery y Dylan se sentaron uno frente al otro en absoluto silencio por unos momentos. Ninguno de los dos se movía. Él tenía la cabeza gacha. Una mueca se dibujó en su rostro y parecía estar meditando sobre algo. Por primera vez, Avery sintió compasión por él.

      "Sé cómo se siente," empezó a decir.

      Dylan se puso de pie tan rápida y rígidamente que su silla se deslizó y dio contra la pared.

      "No creas que esto cambia nada," dijo. "Tú y yo no nos parecemos en nada."

      Aunque su amenazante lenguaje corporal emanaba ira y distancia, sus ojos decía algo diferente. Avery estaba segura

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