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sin hacerle caso.

      “¡Dije que estoy buscando la Legión del Rey!”, insistió Thor, en voz más alta, decidido a ser reconocido.

      Después de varios segundos, el soldado lo miró, burlón.

      “¿Me puede decir dónde está?”, dijo Thor presionando.

      “¿Para qué quieres saberlo?”.

      “Tengo un asunto muy importante que tratar”, instó Thor, con la esperanza de que el soldado no lo presionara.

      El soldado volvió a mirar al frente, ignorándolo de nuevo.  Thor se sintió descorazonado, temeroso de que nunca recibiría una respuesta.

      Pero después de lo que le pareció una eternidad, el soldado respondió: “Ve a la puerta Este, después ve todo hacia el norte. Dirígete a la tercera puerta a la izquierda, y da vuelta a la derecha, y vuelves a dar vuelta a la derecha. Pasa por el segundo arco de piedra, y está más allá de la puerta.  Pero déjame decirte que pierdes tu tiempo.  No reciben visitas”.

      Era todo lo que Thor necesitaba escuchar.  Sin perder más tiempo, dio media vuelta y corrió por el campo, siguiendo las instrucciones, repitiéndolas mentalmente, tratando de memorizarlas.  Se dio cuenta de que el sol estaba en lo alto del cielo y solo rezaba para que cuando llegara, no fuera demasiado tarde.

*

      Thor bajó corriendo los senderos inmaculados llenos de conchas, serpenteando hacia la Corte del Rey. Hizo todo lo posible para seguir las instrucciones, con la esperanza de no perderse. Al fondo del patio, vio todas las puertas y eligió la tercera a la izquierda.  Corrió hacia ella y siguió la desviación, doblando de un camino a otro. Corrió en contraflujo, miles de personas afluían en la ciudad, la multitud era mayor minuto a minuto.  Se topó con los músicos del laúd, malabaristas, bufones y todo tipo de artistas, todos vestidos con sus mejores galas.

      Thor no podía soportar la idea de que empezara la selección sin él, e hizo todo lo posible para concentrarse mientras doblaba camino tras camino, buscando alguna señal del campo de entrenamiento. Pasó por un arco, giró hacia otro camino y después, a lo lejos, vio lo que sólo podría ser su destino: un mini coliseo, construido en piedra, en un círculo perfecto. Los soldados vigilaban al centro la enorme puerta. Thor escuchó una ovación débil desde atrás de sus paredes y su corazón se aceleró.  Ese era el lugar.

      Él corrió, con los pulmones a reventar.  Cuando llegó a la puerta, dos guardias se acercaron y bajaron sus lanzas, cerrando el paso.  Un tercer guardia se adelantó y levantó una mano.

      “Alto ahí”, le ordenó.

      Thor paró en seco, sin aliento, apenas capaz de contener su emoción.

      “Usted…no…entiende”, jadeó, hablando a borbotones, entre cada respiración. “Tengo que entrar. Ya voy retrasado”.

      “¿Retrasado para qué?”.

      “Para la selección”.

      El guardia, un hombre de baja estatura, robusto, con la piel picada de viruela, se volvió y miró a los demás, que lo veían con cinismo.  Se volvió y examinó a Thor con una mirada de menosprecio.

      “Se eligieron los reclutas hace horas, en el transporte real.  Si no tienes invitación, no puedes entrar”.

      “Pero usted no entiende. Tengo que hacerlo”.

      El guardia se acercó y sujetó a Thor de la camisa.

      “ no entiendes, muchachito insolente.  ¿Cómo te atreves a venir y tratar de entrar a la fuerza? Ahora vete—antes de que te encarcele”.

      Empujó a Thor, quien tambaleó hacia atrás, varios centímetros.

      Thor sintió una punzada en su pecho, donde la mano del guardia lo tocó—pero más que eso, sintió el dolor del rechazo.  Se sintió indignado.  No había venido hasta aquí para ser rechazado por un guardia sin siquiera ser visto.  Estaba decidido a entrar.

      El guardia se volvió hacia sus hombres y Thor se alejó lentamente, en sentido contrario, rodeando el edificio circular. Él tenía un plan. Caminó hasta que se perdió de vista, y luego echó a correr, a lo largo de las paredes. Se aseguró de que los guardias no estuvieran mirándolo, y después aceleró hasta correr. Cuando estaba a mitad del camino alrededor del edificio, vio otra entrada hacia la arena—en lo alto, había entradas arqueadas en la piedra, bloqueada por barras de hierro.  Una de estas aberturas no tenía sus barras.  Oyó otro rugido, subió a la cornisa y miró.

      Su corazón se aceleró. En el interior del enorme campo de entrenamiento había docenas de reclutas—incluyendo a sus hermanos. Todos alineados, estaban frente a una docena de Los Plateados. Los hombres del rey caminaban entre ellos, examinándolos.

      Otro grupo de reclutas estaban de pie a un costado, bajo la atenta mirada de un soldado, arrojando arpones a un objetivo distante.  Uno de ellos falló.

      Las venas de Thor ardían de indignación.  Él pudo haber dado en las marcas; era tan bueno como cualquiera de ellos. Solamente porque era más joven y más pequeño, no justificaba que lo hicieran a un lado.

      De repente, Thor sintió una mano en su espalda mientras lo jalaban hacia atrás y salió volando por los aires.  Aterrizó con fuerza en el suelo, sin aliento.

      Levantó la vista y vio al guardia de la entrada, con desprecio.

      “¿Qué te dije, muchacho?”.

      Antes de que pudiera reaccionar, el guardia se echó hacia atrás y pateó a Thor con fuerza. Thor sintió un fuerte golpe en las costillas, mientras el guardia intentaba patearlo de nuevo.

      Esta vez, Thor atrapo el pie del guardia en el aire, tirando de él, haciéndole perder el equilibrio y que cayera.

      Thor se levantó rápidamente.  Al mismo tiempo, el guardia también se levantó. Thor se le quedó mirando, sorprendido por lo que acababa de hacer.  Frente a él, el guardia echaba chispas por los ojos.

      “No solo te voy a encadenar”, dijo el guardia entre dientes, “me la vas a pagar.  ¡Nadie toca a un guardia del rey! Olvídate de unirte a la Legión – ¡ahora vas a revolcarte en el calabozo! ¿Tendrás suerte si alguna vez vuelven a verte!”.

      El guardia sacó una cadena con un grillete en el extremo.  Se acercó a Thor, con la venganza en su rostro.

      Thor pensó rápidamente. No podía permitir ser encadenado—pero tampoco quería hacerle daño a un miembro de la Guardia Real.  Tenía que pensar en algo—y rápido.

      Se acordó de su honda. Sus reflejos entraron en acción cuando la agarró, colocó una piedra, apuntó, y la dejó volar.

      La piedra se elevó por los aires y derribó las cadenas de las manos, dejó al guardia aturdido; también golpeó los dedos del guardia.  Éste se echó hacia atrás y movió su mano, gritando de dolor, mientras las cadenas caían al suelo.

      El guardia miró a Thor con odio, sacó su espada. Salió con el conocido sonido metálico.

      “Ése fue tu último error”, le dijo de manera amenazante y yendo al ataque.

      Thor no tenía otra opción: este hombre no iba a dejarlo en paz.  Puso otra piedra en su honda y la lanzó. Apuntó deliberadamente—no quería matar al guardia, pero tenía que detenerlo. Así que en lugar de apuntar hacia su corazón, nariz, ojos o cabeza, Thor apuntó hacia el único lugar que lo detendría sin matarlo.

      Entre las piernas del guardia.

      Dejó volar la piedra—no a toda velocidad, sino que solamente lo suficiente para derribar al hombre.

      Fue un tiro perfecto.

      El guardia se desplomó, dejando caer su espada, agarrando su entrepierna mientras se desplomaba en el suelo y se acurrucaba en ovillo.

      “¡Te ahorcaré por esto!”, gimió él entre gruñidos de dolor. “¡Guardias! ¡Guardias!”.

      Thor miró hacia arriba y a lo lejos vio a varios guardias del rey corriendo hacia él.

      Era

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