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y vio que ese era uno de los motivos por los que esa chica no la aguantaba. A partir de ese día, empezó a ayudarla en sus tareas de estudiante, así como a prestarle apuntes sin que ella se los pidiera si algún día no había venido a clase. Desde ese momento, no volvió a sentirse atacada y, aunque no ha vuelto a ver a esa chica, siempre ha pensado que si no consiguió que dejara de odiarla, sí consiguió dos cosas muy importantes para ella. Conseguió ser respetada, hasta temida por los que más la odiaran, a la par que se ahorró remordimientos de conciencia, que los hubiera tenido en el caso de haber optado por alguna mala acción que, en lugar de beneficiarla, la hubiera perjudicado.

      De todas formas, este libro no pretende ser una lección de vida, aunque los males de ojo también formen parte de ella. Una forma de conseguir que los males de ojo no lleguen a su fin es una traducción mágica de la actitud de la que antes hablábamos. Durante nueve días consecutivos, se envía una flor a la persona que creemos que está siendo la provocante de un mal de ojo hacia nosotros; si el envío se hace con total amistad y desde lo más hondo del corazón, se conseguirá, seguro, que el mal de ojo no llegue a su fin.

Tradición del mal de ojo

      La tradición popular ha temido desde siempre al mal de ojo, y se ha pensado que los ojos tienen el poder de proyectar el mal. Muchos indígenas de África no se dejan fotografiar porque temen que la cámara les proyecte algún mal, puesto que, intuitivamente, ven la cámara como un ojo; ante una cámara, se giran creyendo que se están protegiendo con la espalda.

      En las tribus que se conserva una creencia muy viva en estas acciones, existe un código de protección determinado que suele reconfortar las vidas de los poblados. Las personas suelen protegerse con máscaras que representan los espíritus malignos de forma que estos se asusten ante una dosis de crueldad más fuerte que la suya. Para proteger los hogares, los indígenas suelen utilizar cuernos y astas como símbolo de defensa hacia los malos espíritus.

      El mundo occidental también ofrece tradiciones de protección conocidas e importantes a pesar de que la mentalidad de este mundo sea más racional que la africana o la sudamericana cuya representación más típica es el llamado «espanto», que es una enfermedad nerviosa que, psicológicamente hablando, se trata de histeria pero que en hechicería se atribuye al mal de ojo. En España y en Estados Unidos hay una tradición muy extendida de colgar una herradura en la puerta del hogar como símbolo de protección hacia la maldad.

      En cuanto a las personas, hay signos del comportamiento de algunos europeos que demuestran su creencia y su temor en el mal de ojo. En el centro y el norte de Europa, Hungría, Checoslovaquia y Rumania, el signo de los cuerpos hecho con los dedos tiene su origen en el temor hacia el mal de ojo; por lo visto, tal signo es muy efectivo para asustar a las malas energías. En México, se utiliza la semilla de ojo de ciervo para protegerse de los malos espíritus y las malas intenciones.

      Una leyenda y una ópera nos servirán para demostrar el poder de tales creencias en el mundo occidental. La leyenda de san Narciso, que poseemos desde tiempos muy remotos, narra la historia del mismo santo quien fue castigado por contemplar su imagen reflejada en un estanque durante horas y horas. Los cuentos de Hoffman, título de una ópera de Offenbach, tiene una secuencia de la misma en la que el protagonista, Hoffman comprende que ha sido vencido por un malvado cuando se mira en un espejo mientras se viste, pero no se ve reflado en él. En general este tipo de relatos no son sino un reflejo de las leyendas que se transmiten de generación en generación.

      Tanto en un relato como en el otro vemos que el núcleo del argumento se centra en las imágenes y en la contemplación de las mismas. Por lo tanto, en los ojos. Más que ellos la mirada, constituye una enorme fuente cultural. Se habla muchas veces de la magia de los ojos en el amor; cualquier poema amoroso, sea de la época que sea, habla de los ojos y de la mirada y, de hecho, hay una palabra que define el poder positivo de los ojos que es la fascinación.

      Muchos otros mecanismos de defensa acaban de forjar la tradición popular hacia el mal de ojo. Entre ellos, hallamos una acción tan típica en la actitud social que, seguro, no se le da más importancia que la de ser pura tradición. Por lo visto, que el novio coja en brazos a la novia para atravesar el umbral de su casa en la noche de bodas, tiene su origen en la creencia que, si alguien ha echado un mal de ojo, la novia al pisar el suelo podría ser víctima de las malas intenciones de ese alguien.

      Protección hacia el mal de ojo

      A modo de síntesis, se ofrecerá, ahora, los distintos modos de proteger una casa de los espíritus malignos:

      • la herradura, clavada en la puerta de la casa, preserva del mal de ojo;

      • los prometidos que temen el mal de ojo deben llevar en el bolsillo, en un cartucho, tres granos de sal hasta que se consume el matrimonio;

      • llevar turquesas protege del mal de ojo y de los espíritus malignos;

      • el ajo en el bolsillo o colgado de la puerta preserva del mal de ojo;

      • para neutralizar las tijeras, después de un corte de cabello, se deben frotar con ajo;

      • antes de utilizar las ollas nuevas, se purificarán frotando su interior con ajo;

      • esparcir perejil por la cama;

      • tener en casa un gato negro;

      • llevar puesto un saquito de seda verde que tenga en su interior un imán;

      • las esporas de helecho alejan el mal de ojo, los espíritus malignos y los fantasmas;

      • tener la escoba detrás de la puerta de la casa hace que no entren los espíritus malignos; si se coloca, en cambio, en la parte de afuera, se ofende al vecino o al huésped;

      • durante el período de luna menguante, en martes o en sábado, barrer la casa, para limpiarla de todas las influencias negativas;

      • cuando se encuentra a una persona negativa, es necesario escupir al suelo y cubrir el esputo con el pie izquierdo;

      • los collares de coral protegen del mal de ojo.

      Esta lista podría continuar durante páginas y páginas, y hasta se podría dedicar un libro a la protección hacia el mal de ojo pero, sea como sea, todos estos métodos son eficaces si se trata de maldiciones débiles, es decir, maldiciones más o menos ingenuas de personas que no son tan malas como su maldición. Por ello, cabe señalar que los dos métodos más conocidos y eficaces para los males de ojo verdaderamente perjudiciales son el de la bola dorada y el del muro psíquico que ahora explicaremos. Tanto el uno como el otro son sistemas pensados para llevarse a cabo gracias a una total concentración de quien los haga y a una total creencia en ellos.

La bola dorada

      El mejor sitio para realizar esta protección es la misma casa y dentro de ella la habitación de la persona que va a protegerse. Debe empezarse con la operación en horas lejanas a las comidas puesto que así el cuerpo adquiere un estado de pureza total.

      La posición tiene que ser cómoda, los pies deben estar descalzos y en el suelo y se esté tumbado o sentado, la cabeza debe estar orientada al norte y los pies al sur, de forma que se consiga la alineación con la Tierra, a la par que hay que mantener los brazos extendidos a lo largo del cuerpo y tener las palmas de las manos hacia abajo.

      Conseguida la posición, hay que respirar profundamente, mantener los ojos cerrados, fijar entre las cejas un punto imaginario y repetir mentalmente o en voz alta (preferiblemente) las instrucciones. Estas pueden ser repetidas en primera o segunda personas, aunque si se hace en segunda persona la sugestión es mayor, con lo que se consigue unos resultados óptimos.

      Instrucciones

      Piensa en ir relajándote cada vez más, relájate tras cada respiración, cada vez más. Tu cuerpo es agradablemente pesado y está completamente relajado, agradablemente pesado y completamente relajado… Muy bien, ahora piensa en el color azul, respira en color azul, imagina que estás envuelto por una nube completamente azul, que cada vez que respiras entra en tu interior y te relaja cada vez más. Estás calmado, tranquilo y relajado, tranquilo y relajado…

      Ahora el

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