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      Cliff se dio vuelta desde donde se encontraba la cafetera y con una sonrisa en su rostro se dirigió a la mujer.

      —¡Buenos días!, me llamo Cliff Anderson. ¿En qué la puedo ayudar?

      Cliff esperaba que la joven preguntara por el alquiler de un departamento o quizás una casa poco costosa que pudiera alquilar por un par de semanas. Nunca la había visto antes, así que creía que era una empleada de la tienda Big box.

      Cuando ella le dijo lo que estaba buscando, la curiosidad de Cliff se disparó.

      —Hola. Estoy buscando una granja que tenga al menos 40 hectáreas de pasto, una gran casa y un granero. Muy pronto enviaré un ganado desde la ciudad de Carson, Nevada, así que necesito un hogar para ellos. Pagaré en efectivo, si eso ayuda a acelerar el proceso

      Por su bien, Cliff evitó que su barbilla se le cayera hasta el piso.

      ***

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      —ESTO ES MUY GRAVE—DIJO Alan.

      Intentaba mantener el desayuno en su estómago mientras inspeccionaba la escena del crimen.

      Billy asintió.

      —¿Alguna vez viste algo tan terrible en la ciudad?

      Alan pensó un instante y luego afirmó con su cabeza.

      —Una vez ayudé a limpiar una granja que había ocupado Esteban Fernández. A pesar de que esta se había quemado, encontraron dos cuerpos que pertenecían a los agentes de la Administración para el Control de Drogas. Los habían hecho picadillos. Pensamos que Fernández los había asesinado, así que los federales tuvieron que tomar medidas drásticas. La escena era bastante terrorífica.

      No se había removido nada. Billy quería que Alan examinara toda la evidencia en el momento y no solo con las fotos, puesto que creía que había algo que estaban pasando por alto.

      Alan respiró profundamente tres veces para poder calmarse. Comenzó a estudiar todo lo relacionado con la escena y, de forma metódica, analizó todo antes de moverse. Cuando se sintió preparado, se colocó unos cobertores desechables de papel en los zapatos para no contaminar ninguna prueba microscópica. Poco a poco se acercó a los restos de la joven. Estudió la posición de cada órgano y cómo sus intestinos dibujaban la forma del corazón de San Valentín. Se detuvo para estudiarlo cuidadosamente y luego regresó para hablar con Billy.

      —No hay ninguna ruptura en los intestinos. ¿Te diste cuenta?

      Billy sacudió la cabeza.

      —No.

      —Mira.

      Alan señaló la parte de los intestinos.

      —Aquí es donde el intestino se desconectó del estómago.

      Apuntó a la parte del intestino que estaba junto a la primera parte.

      —Y esta es la parte que se separó del intestino—miró al forense.

      —¿Tengo razón?

      El forense asintió.

      —Entonces, no hubo ningún desgarro. No hay ninguna separación ni tampoco hay torsión.

      Billy estaba confundido.

      —¿Entonces?

      Alan lo miró.

      —Significa que quien hizo esto sacó los intestinos paso a paso y dibujó el corazón a medida que avanzaban. Los intestinos no se enredaron ni se rasgaron o cortaron. Esto requirió una gran concentración o suerte, además de tiempo. Incluso las dos mitades del corazón son idénticas, lo que debe haber sido bastante difícil de realizar.

      —¿Qué piensas del patrón de los órganos?

      Alan los había estudiado durante cierto tiempo.

      Movió la cabeza.

      —No tengo ni idea, Billy.

      —Bien, ¿quién demonios decidió no llamarme en un maldito caso de asesinato? —gritó una voz desde la puerta.

      Tanto Billy como Alan se voltearon para quien acababa de llegar.

      Era Godfrey Malcolm, el jefe de policía de Perry.

      —¡Alto ahí, idiota! ¡Si te vas a acercar ponte un cobertor de papel en las botas!

      —¿Para qué carajo? —gritó Malcolm.

      —¡Para que no contamines la escena del crimen! ¿Cómo conseguiste este trabajo? ¿Chupándosela a los miembros del Consejo Municipal?

      Malcolm miró al comisario, pero no dijo nada. Sus ojos estaban muy enrojecidos y su nariz era de un rojo brillante por beber alcohol tan a menudo.

      Malcolm se apoyó borracho en el marco de la puerta y apenas mantenía el equilibrio para colocarse los cobertores de papel, pero, finalmente cuando lo consiguió, entró al lugar.

      Cuando el jefe de policía vio la escena del crimen vomitó todo el suelo.

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