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asintió rápidamente. Serena gritó y los arrastró a ambos a un torpe abrazo, agitando los codos y brazos.

      –¿Soy la primera en saberlo?– preguntó Serena cuando los dejó ir, la emoción en su tono creció.

      –Sí—confirmó Daniel—. Pero, ¿puedes traer a Chantelle? Quiero que ella lo sepa antes que el resto.

      –¡Claro!—exclamó Serena.

      Con los ojos nublados, echó una última mirada de adoración al anillo de Emily antes de alejarse, con un paso saltado mientras se alejaba. Emily emitió un ruido que estaba entre una risa nerviosa y un gemido de vergüenza.

      Daniel le apretó la mano de forma tranquilizadora. Sentía como si estuviera simultáneamente felicitándola por haber sobrevivido a la reacción de una persona mientras la impulsaba en anticipación a la siguiente revelación, la que era mucho más importante.

      Emily respiró profundamente. Su corazón latía a una milla por minuto. Ese era. El gran momento.

      El volumen de la fiesta se hizo más fuerte cuando la puerta del comedor se abrió. Entonces apareció la cara de Chantelle, espiando tímidamente a su alrededor. Emily escuchó la voz de Serena desde el otro lado, animando a Chantelle a salir al pasillo.

      –¡Adelante, no hay nada de qué preocuparse!

      Chantelle salió completamente de la habitación y Serena cerró la puerta tras ella, amortiguando el sonido de la alegría de los invitados una vez más. Emily encontró el silencio repentinamente sofocante.

      En un extremo del pasillo estaba Chantelle, con aspecto aterrorizado. En el otro extremo estaban Emily y Daniel, con los nervios igual de palpables. Emily le hizo señas a la niña y Chantelle corrió hacia ellos.

      –¿Estoy en problemas?—preguntó con su vocecita nerviosa—. Serena dijo que necesitaban hablar conmigo.

      –¡Dios, no!—gritó Emily. Alcanzó a Chantelle y la llevó a un abrazo de oso—. ¡No estás en ningún problema!—acarició el suave cabello rubio de Chantelle—. Es solo que papá y yo queremos decirte algo. Nada malo.

      Chantelle salió del abrazo y frunció el ceño a Emily, sus ojos azules traicionando su escepticismo. Tenía solo siete años pero ya había aprendido a sospechar y desconfiar de los adultos.

      –¿Me enviarán de vuelta a Tennessee?—dijo audazmente Chantelle, inclinando su barbilla hacia arriba con falsa indiferencia.

      –¡No!—exclamó Daniel, sacudiendo la cabeza. Si no hubiera sido una declaración tan triste, habría sido cómico. Buscando terminar con la sensación de fatalidad de Chantelle tan pronto como fuera posible, Daniel se agachó para estar al nivel de los ojos de su hija, tomó sus dos manos en las suyas, y luego, con un gran aliento, exclamó—Emily y yo nos vamos a casar.

      Hubo un momento de vacilación cuando Chantelle escuchó la noticia. Entonces el miedo se desvaneció de su expresión y sus ojos se abrieron con asombro. Una enorme sonrisa se extendió por su cara.

      –¿En serio?—gritó, mirándolos con asombro.

      –Sí, de verdad—dijo Emily.

      Extendió su mano para que Chantelle pudiera ver el anillo. Los ojos de Chantelle se abrieron aún más cuando vio como si no creyera en el hermoso anillo que brillaba en el dedo de Emily. Chantelle sostuvo la mano de Emily con fuerza.

      –Pensé…—tartamudeó—. Pensé que se estaban deshaciendo de mí. Pero en realidad, se hizo realidad.

      –¿Qué se hizo realidad?– preguntó con curiosidad Emily.

      –Mi deseo de Acción de Gracias—dijo Chantelle. Todavía estaba agarrando la mano de Emily, y su agarre se apretó—. Deseaba que se casaran para que pudiéramos ser una familia para siempre.

      Al oír la sincera revelación de Chantelle, se formó un bulto en la garganta de Emily. Ella llamó la atención de Daniel. Por la expresión de su cara ella podía decir que su corazón se estaba derritiendo tanto como el de ella.

      En ese momento, Emily se sintió más bendecida que nunca antes en su vida. De alguna manera las estrellas se habían alineado y enviaron a su Daniel para amarla y a Chantelle para sentirse honrada. Todo se sentía bien.

      –¿Puedo ser yo la que se lo diga a todos?– preguntó de repente Chantelle.

      –¿Te refieres a todos los que están ahí?– preguntó Emily, señalando hacia la puerta del comedor de donde emanaban los sonidos de risas y charlas.

      –Uh-huh. ¿Está bien, o quieren hacer el anuncio ustedes?

      –¡Por favor, adelante!– exclamó Emily, aliviada de no tener que ser ella la que lo hiciera.

      –¿Puedo hacerlo ahora mismo, en este momento?—preguntó Chantelle, saltando arriba y abajo.

      Emily sonrió. La reacción de Chantelle la había hecho más que lista para este momento. Ver su emoción y alegría había aliviado los nervios de Emily. Mientras Chantelle estuviera feliz, ¡las reacciones de los demás no importaban tanto!

      –Ahora mismo, en este segundo—repitió Emily.

      Al escuchar la afirmación de Emily, Chantelle gritó y salió corriendo por el pasillo. Era tan rápida que Daniel y Emily tuvieron que saltar para seguirla. Entonces irrumpió en el comedor tan abruptamente que todos se volvieron sorprendidos por la repentina intrusión. A todo pulmón, Chantelle gritó:

      –¡Se van a casar! ¡Se van a casar!

      Parados en el umbral de la puerta, Emily y Daniel esperaron los segundos de conmoción mientras la gente asimilaba los gritos de Chantelle.

      Luego vieron las expresiones de sorpresa aparecer en los rostros de sus amigos y vecinos: desde el exagerado jadeo de Cynthia, hasta el aleteo de la mano de Vanessa a su boca.

      La gente comenzó a sonreír enormemente. Yvonne y Kieran, Suzanna y Wesley, toda la gente que habían llegado a amar y llamar amigos comenzaron a aplaudir.

      –¡Felicidades!—gritó Yvonne, la primera en correr hacia Emily y abrazarla.

      Kieran estaba justo detrás. Estrechó la mano de Daniel, y luego abrazó a Emily una vez que Yvonne la dejó ir. Todos se turnaron para acercarse a Daniel y Emily con abrazos, besos, buenos deseos y exclamaciones de alegría. Emily sintió que el amor de su comunidad la rodeaba. Nunca se había sentido tan apoyada. ¿De qué demonios se había estado preocupando?

      –Tenemos que brindar por la feliz pareja—anunció Derek Hansen con su fuerte voz de alcalde.

      La gente empezó a llenar sus copas con champán. Una copa llegó a la mano de Emily. A su lado, Serena llenó una copa con soda para que Chantelle pudiera unirse. Emily encontró su mente revoloteando por todos lados, estaba tan abrumada con una sensación de euforia. Se sentía como si estuviera en un sueño.

      Entonces los vasos de todos estaban en el aire, la luz del candelabro haciendo que mil puntos de luz bailaran a través de las paredes, el piso y el techo.

      –Por Emily y Daniel—gritó el alcalde Hansen. Luego a Daniel, añadió—: Por encontrar el alma gemela—y hacia Emily—Y por seguir los sueños.

      Todos vitorearon y tintinearon copas mientras Emily secaba las lágrimas de alegría de sus ojos.

      Fue el mejor Día de Acción de Gracias que tuvo.

*

      La fiesta se prolongó hasta bien entrada la noche. Estaba llena de amistad y alegría, y Emily estaba más feliz de lo que nunca había creído posible, por no mencionar lo agradecida que estaba. Pero finalmente la fiesta terminó, los invitados se escurrieron en la noche, y un silencio cayó sobre la posada.

      Incluso cuando ella y Daniel se habían acostado, Emily se sentía aún rebosante de energía. Su cabeza estaba girando, y daba vueltas, incapaz de apagarla.

      –¿No puede dormir?—dijo Daniel con la mitad de su cara oculta por la mullida almohada sobre la que descansaba. Luego sonrió—. Yo tampoco.

      Emily

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