ТОП просматриваемых книг сайта:
Casi Ausente. Блейк Пирс
Читать онлайн.Название Casi Ausente
Год выпуска 0
isbn 9781094304694
Автор произведения Блейк Пирс
Жанр Зарубежные детективы
Издательство Lukeman Literary Management Ltd
Margot se quedó parada en la puerta, con las manos sobre sus caderas. Llevaba un vestido de seda turquesa y el cabello rubio recogido en una trenza floja. La mancha del rímel era lo único que estropeaba sus rasgos perfectos.
La furia emanó de ella, y Cassie sintió que se le retorcían las entrañas.
—¿Por qué demoraste tanto? —Le dijo Margot de mala manera—. ¡El llanto de Ella nos despertó, duró horas! ¡Nos acostamos tarde, y no te vamos a pagar para que nuestro sueño se vea interrumpido!
Cassie se quedó mirándola, confundida porque el bienestar de Ella parecía ser lo último que se cruzaba por la mente de Margot.
—Lo siento —dijo ella.
Ella se aferraba a ella y hacía imposible que pudiera pararse y enfrentar a su jefa.
—Vine apenas la escuché, pero la luz en mi dormitorio se quemó, estaba completamente oscuro y eso hizo que me llevara más tiempo llegar...
—¡Sí, te llevó demasiado tiempo y ahora esta es tu primera advertencia! Pierre trabaja muchas horas y se enoja cuando los niños lo despiertan.
—Pero… —En un arranque de rebelión, la pregunta brotó de la boca de Cassie—. ¿No podía venir usted, si escuchó que Ella estaba llorando? Es mi primera noche aquí, y en la oscuridad no sabía en dónde estaban las cosas. Lo haré mejor la próxima vez, lo prometo, pero era su hija que estaba teniendo un sueño horrible.
Margot se acercó a Cassie con el rostro tenso. Por un momento, Cassie pensó que le iba ofrecer repentinamente unas disculpas y que llegarían a una tregua forzada.
Pero eso no ocurrió.
En cambio, Margot estiró la mano rápidamente y golpeó a Cassie en el rostro.
Cassie contuvo un alarido y despejó las lágrimas con los párpados, mientras los gritos de Ella aumentaban. La mejilla le ardía por el golpe, el chichón en la cabeza le punzaba aún más fuerte y tenía la mente conmovida por el horror, al darse cuenta de que su nueva jefa era violenta.
—Antes de que te contratáramos, una criada de la cocina hacía tus tareas, y puede volver a hacerlo, tenemos muchas criadas. Esta es tu segunda advertencia. No tolero la haraganería y tampoco que el personal me conteste. Tu tercera infracción provocará el despido inmediato. Ahora, haz que la niña deje de llorar, así podremos dormir un poco.
Salió de la habitación, dando un portazo detrás de ella.
Cassie envolvió a Ella en sus brazos frenéticamente, y sintió un alivio inmenso al ver que sus sollozos se apagaban.
—Está bien —susurró—. Está todo bien, no te preocupes. La próxima vez vendré más rápido, encontraré el camino mejor. ¿Quieres que duerma aquí el resto de la noche? Podemos dejar la lámpara de tu mesa de luz prendida, para mayor seguridad.
—Sí, por favor, quédate. Puedes ayudarme a impedir que ellos vuelvan —susurró Ella—. Y deja la luz prendida. No creo que a ellos les guste.
La habitación estaba amueblada en tonos de azul neutro, pero la lámpara de la mesa de luz, con su pantalla rosa, era un elemento luminoso y reconfortante.
Aún mientras consolaba a Ella, Cassie sentía que iba a vomitar, y se dio cuenta de que sus manos temblaban violentamente. Se retorció debajo de las sábanas, encantada por su calidez, porque ella estaba congelada.
¿De qué manera iba a seguir trabajando para una jefa que la había maltratado verbal y físicamente enfrente de los niños? Era impensable, inexcusable y le traía demasiados recuerdos que ya había logrado olvidar. Lo primero que haría en la mañana era empacar y marcharse.
Pero… aún no le habían pagado, tendría que esperar hasta fin de mes para recibir algo de dinero. No había forma de que pudiera pagar el viaje en taxi al aeropuerto, mucho menos los costos de cambiar su pasaje de avión.
También estaba el tema de los niños.
¿Cómo podía dejarlos en manos de esta mujer violenta e impredecible? Necesitaban a alguien que cuidara de ellos, especialmente la pequeña Ella. No podía sentarse allí, consolarla y prometerle que todo estaría bien, para luego desaparecer al otro día.
Con una sensación de malestar, Cassie se dio cuenta de que no había otra opción. A estas alturas no podía irse. Estaba obligada a quedarse financiera y moralmente.
Tendría que intentar hacer equilibrio en la cuerda floja del temperamento de Margot para evitar cometer su tercera y última infracción.
CAPÍTULO CINCO
Cassie abrió los ojos, observando confundida el techo desconocido. Le llevó unos minutos orientarse y darse cuenta en dónde estaba: en la cama de Ella, con la luz de la mañana pasando por un hueco entre las cortinas. Ella aún dormía profundamente, escondida debajo del acolchado. La cabeza de Cassie le punzaba cuando se movía, y el dolor le recordó todo lo que había ocurrido la noche anterior.
Se sentó apresuradamente al recordar las palabras de Margot, el doloroso cachetazo y las advertencias que había recibido. Sí, había estado en falta por no atender a Ella inmediatamente, pero nada de lo que había ocurrido después había sido justo. Cuando había intentado defenderse, la habían castigado aún más. Quizás esta mañana tendría que hablar tranquilamente con la familia Dubois acerca de las reglas del hogar, para asegurarse de que esto no volviera a ocurrir.
¿Por qué aún no había sonado su alarma? La había programado para las seis y media, con la esperanza de que eso hiciera que llegaran en hora al desayuno a las siete.
Cassie miró su teléfono y se sorprendió al ver que no tenía batería. La búsqueda constante de señal debería haber agotado la batería más rápido de lo normal. Se bajó de la cama silenciosamente, volvió a su dormitorio y enchufó el celular en el cargador, esperando ansiosamente a que se prendiera.
Maldijo entre dientes al ver que eran casi las siete y media. Se había quedado dormida, y ahora tendría que hacer que todos se levantaran y estuvieran listos lo más pronto posible.
Volvió de prisa al dormitorio de Ella y abrió las cortinas.
—Buen día —dijo—. Es un hermoso día soleado y es hora de desayunar.
Pero Ella no se quería levantar. Debería haber luchado para volver a dormirse después del mal sueño y se había despertado de mal humor. Cansada y gruñona, se aferró al acolchado con lágrimas en los ojos mientras Cassie intentaba destaparla. Finalmente, Cassie recordó el dulce que había traído y recurrió al soborno para sacarla de la cama.
—Si estás lista en cinco minutos, te daré un chocolate.
Aún así, tuvo que forcejear un poco más. Ella se negaba a ponerse el conjunto que Cassie había elegido para ella.
—Hoy me quiero poner un vestido —insistió.
—Pero Ella, si salimos sentirás frío.
—No me importa, me quiero poner un vestido.
Cassie finalmente logró llegar a un acuerdo y eligió el vestido más abrigado que encontró, uno de pana y manga larga, con medias largas y botas de corderito. Ella se sentó en la cama balanceando las piernas y con el labio inferior tembloroso. La niña ya estaba pronta, pero quedaban dos.
Cuando abrió la puerta del dormitorio de Marc, se sintió aliviada al ver que él ya estaba despierto y se había levantado de la cama. Tenía puesto un pijama rojo y jugaba con un ejército de soldados desparramados en el piso. La enorme caja de juguetes de acero que tenía debajo de su cama estaba abierta y rodeada de autos de juguete y una manada entera de animales de granja. Cassie tuvo que caminar cuidadosamente para evitar pisarlos.
—Hola