Скачать книгу

en un caso más difícil de lo que es.

      —¿Algún detalle desde ya? —preguntó Kate.

      —No muchos. Pero esto es lo que sabemos hasta ahora.

      Mientras escuchaba al Director Durán, haciéndole saber por qué estaba llamando y qué necesitaría que ella hiciera en las próximas doce horas, miraba a Allen y Michelle.

      La llamada finalizó tres minutos después. Puso el teléfono en la mesa y se encontró con Allen mirándola. Había una sonrisa forzada, de comprensión, en su cara.

      —Bueno, quizás podamos dejar el viaje de degustación y el hotelito para otro fin de semana —dijo.

      Él sonrió con tristeza, luego apartó la mirada.

      —Sí, quizás —dijo él.

      Miró hacia afuera de la ventana, como si contemplara el futuro de ambos, y Kate pudo ver su incertidumbre.

      No podía culparlo; ni ella misma sabía lo que le deparaba el futuro.

      Pero ella sabía una cosa: alguien estaba muerto allá afuera, y no le cabía duda de que iba a averiguar quién lo hizo.

      CAPÍTULO DOS

      Aunque Kristen DeMarco era significativamente más joven que Kate (había cumplido veintisiete hacía apenas una semana), a Kate se le hacía difícil pensar en ella como en una muchacha. Incluso ante el excitante inicio de un nuevo caso, lograba poner en remojo la emoción en el caldo de la lógica y la gravedad de los hechos.

      Eso hacía ahora, mientras ella y Kate se dirigían en dirección oeste hacia el pequeño pueblo de Deton, Virginia. Kate nunca había pasado por Deton pero había escuchado acerca del mismo: una pequeña localidad rural, en medio de una cadena de pueblos similares que punteaban el borde noroccidental del estado en el límite con Virginia Occidental.

      Aparentemente, DeMarco también sabía que el pueblo no era nada más que una pequeña mancha en el mapa. Había excitación en su voz mientras recorría los detalles del caso, pero sin un verdadero sentido de urgencia o expectación.

      —Hace dos noches, un pastor de Deton visitó la residencia Fuller. Le dijo a la policía que estaba allí para recoger unas viejas biblias de Wendy Fuller, la esposa. Cuando llegó, nadie respondía pero escuchaba que el televisor estaba encendido. Intentó abrir la puerta principal, la halló sin el pestillo pasado, gritó entonces hacia el interior de la casa para anunciar que estaba allí. De acuerdo con el pastor, vio sangre en la alfombra, todavía húmeda. Entró a revisar y encontró a Wendy y Alvin Fuller muertos. Su hija de quince años, Mercy, no estaba por ninguna parte.

      DeMarco se detuvo por un momento y apartó la vista del expediente que se había traído desde Washington. —¿Te molesta que haga esto? —preguntó.

      —¿Hacer una exposición del caso? Para nada.

      —Sé que parece necio. Pero me ayuda a retener la información.

      —Eso no es necio —dijo Kate—. Yo solía llevar conmigo una grabadora de voz. Haría exactamente lo que tú estás haciendo ahora y estaría grabando todo el tiempo. Así que, por favor, continúa. Los detalles que Durán me dio por teléfono fueron escasos, por decir lo menos.

      —El informe del forense dice que la causa de las muertes fue múltiples heridas por arma de fuego, hechas con un rifle de caza Remington. Dos disparos al padre, uno a la madre, que fue también golpeada, probablemente con la culata del arma. La policía local ha revisado los registros de cacería y puede confirmar que el marido, Alvin Fuller, era un cazador registrado y poseía el mismo tipo de rifle. Pero no se consiguió en la escena.

      —¿Entonces el asesino lo mató con su propia arma y luego la robó? —preguntó Kate.

      —Así parece. Aparte de esas notas, la policía local no consiguió nada, y la policía estatal tampoco ha hallado verdaderas pistas. Basado en el testimonio de familiares y amigos, los Fuller eran considerados buenas personas. El pastor que descubrió los cuerpos dice que iban a la iglesia casi todos los domingos. Estaba colectando las biblias de los Fuller para enviarlas a misioneros en Filipinas.

      —Las personas buenas no siempre atraen a otras buenas personas —señaló Kate.

      —Pero en esta clase de pueblo… todos se conocen entre sí. Lo que me hace pensar que si nadie ha suministrado ninguna clase de evidencia o de teoría, el asesino podría venir de afuera.

      —Eso es probable —dijo Kate—. Pero creo que el hecho de que una niña de quince años esté desaparecida podría ser más importante. Los residentes locales van a presumir por supuesto que la niña fue raptada. Pero si apartamos ese filtro de pueblo pequeño y no suponemos que todo el mundo sea una buena persona, ¿qué otras teorías hace surgir eso?

      —Que la hija quizás no ha sido raptada —dijo DeMarco. Hablaba lentamente, como si estuviera considerando la idea con mucho cuidado—. Que ella puede haber huido. Que ella puede ser la asesina.

      —Exactamente. Y yo he visto este tipo de cosas con anterioridad. Si llegamos a Deton exponiendo esa teoría, vamos a conseguirnos con caras agrias y puertas cerradas.

      —Eso supongo.

      —Eso no quiere decir que no lo tratemos como un caso de secuestro desde el inicio. Pero tampoco podemos empezar asumiendo que la hija es la asesina.

      —No hasta que sepamos más de ella —dijo DeMarco.

      —Eso es correcto. Y siento que es donde necesitamos comenzar. Porque si todos en el pueblo ven a los Fuller como buenas personas, puedo asegurarte que nadie estará pensando en la hija como sospechosa.

      —Entonces por allí comenzamos —dijo DeMarco.

      —Sí, pero quizás de manera discreta. Si averiguan que vemos a la hija de los occisos como principal sospechosa, este caso va a ser mucho más difícil de lo que tiene que ser.

      La premonitoria declaración pareció más real al pasar junto a un letrero que indicaba que Deton estaba a solo siete millas.

      ***

      Deton no era tan pequeño como Kate suponía, pero sí bastante rural. Parecía como si cualquier negocio de cierta importancia estuviera ubicado a lo largo de la principal arteria vial que atravesaba el pueblo. No había Calle Principal, solo un tramo de la Autopista 44 que corría a través de él. Caminos secundarios partían de la 44, y serpenteaban hacia el área menos poblada de Deton.

      El grueso del pueblo consistía en un Rite Aid, un Burger King, un Dollar General, y varios negocios locales más pequeños. Kate había visto cientos de pueblitos como este durante una carrera que la había llevado a todo lo largo del país, y le parecía que todos lucían igual. Por supuesto, eso no significaba que la gente y su cultura fueran las mismas. Pensar tal cosa sería un gran error.

      La residencia Fuller estaba situada como a tres millas de la principal vía del pueblo, en uno de los caminos secundarios. Era una sencilla casa de dos pisos que necesitaba nuevo tejado y revestimiento. Su aspecto rústico desmentía las otras cosas que Kate y DeMarco notaron mientras la primera se estacionaba en la vía de acceso.

      Una van del noticiero estaba aparcada en la vía de acceso. La atractiva reportera y su camarógrafo conversaban delante de la van. Una solitaria patrulla se encontraba también allí, con un agente sentado en su interior. Vio llegar a Kate y DeMarco y lentamente salió del auto.

      La reportera levantó la vista cuando Kate y DeMarco se apeaban del coche. Como diligente sabueso de inmediato corrió hacia ellas. El camarógrafo se echó al hombro el equipo, y trató de seguirla, pero se quedó un poco atrás.

      —¿Son ustedes detectives? —preguntó la reportera.

      —Sin comentarios —gruñó Kate.

      —¿Están autorizadas para estar aquí?

      —¿Y usted?

Скачать книгу