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mientras Kevin echaba la vista atrás y veía excursionistas y soldados, guardas forestales y familias, que llegaban al coche como una masa silenciosa y coordinada. Algunos de ellos miraban alrededor, casi parecía que olfateaban el aire. Kevin salió pitando todo lo rápido que pudo.

      —El coche no los distraerá durante mucho rato —supuso Kevin—. Tenemos que pensar en otra cosa.

      —Hay coches de sobra en el aparcamiento —dijo Chloe.

      Luna resopló.

      —De los que no tenemos llaves.

      —Yo no necesito una llave. Eso es lo que estaba haciendo allí, hasta que fueron a por mí. —Todavía parecía que quería buscar pelea, pero ahora mismo, si todos conseguían salir de allí, Kevin podía vivir con eso.

      —Tenemos que estar en silencio —dijo Kevin, y entonces las demás lo miraron como si acabara de decir la cosa más evidente del mundo. Avanzaron lentamente, dirigiéndose montaña arriba hacia la cima y el aparcamiento que había allí para los visitantes. Por lo menos, de momento, parecía que estaba vacío.

      —Ya te podrías quitar esa dichosa máscara —le dijo Chloe a Luna—. Ya te lo dije, lo que fuera que pusieran en el aire ha desaparecido. ¿O es que tienes miedo?

      Lo último bastó para molestar a Luna. Intencionadamente, estiró el brazo, se quitó la máscara y la colgó del cinturón.

      —No tengo miedo —dijo—. Solo es que no soy imbécil.

      —Tenemos que encontrar un coche —dijo Kevin, interrumpiendo antes de que pudieran discutir de nuevo.

      Había suficientes de donde escoger, abandonados donde los habían aparcado las personas que estaban dando una vuelta por la montaña. Había SUVs y minifurgonetas, coches modernos y viejos en todo tipo de colores y…

      —Ese —dijo Chloe, señalando hacia una ranchera que parecía molida hasta el punto que Kevin se sorprendió de que quedara algo de ella. La pintura estaba pelada, mostrando óxido en algunos lugares—. Ese lo podré arrancar.

      Fueron hacia él y una de las ventanas resultó estar entreabierta. Chloe la tiró un poco más para abajo, metió el brazo dentro y abrió la puerta.

      —¿No te preocupa que sepa hacer todo esto? —le preguntó Luna a Kevin.

      Chloe miró hacia atrás por encima del hombro.

      —No todos tenemos vidas perfectas, animadora.

      Kevin casi agradeció ver a un grupo de los controlados avanzando lentamente, evidentemente a la caza.

      —¡Rápido —dijo—, a la furgoneta!

      Entraron con las cabezas bajas. Chloe estaba en el asiento del conductor, trabajando en algo del arranque. Parecía que llevaba mucho tiempo.

      —Pensaba que habías dicho que sabías hacerlo —susurró Luna.

      —A ti me gustaría verte intentándolo —replicó Chloe.

      —Mientras nos puedas llevar hasta la NASA —dijo Luna.

      Chloe negó con la cabeza.

      —Vamos a ir a LA.

      —San Francisco —insistió Luna.

      —LA —replicó Chloe.

      Kevin sabía que tenía que intervenir, porque si no lo hacía, probablemente todavía estarían discutiendo cuando los controlados los alcanzaran.

      —Por favor, Chloe, de verdad que tenemos que oír este mensaje. Y… bueno, si esto no cuadra, entonces a lo mejor podríamos ir a LA. Juntos.

      Chloe se quedó callada durante un minuto. Kevin se atrevió a mirar por encima del salpicadero. Esperaba que se decidiera pronto, pues el grupo de controlados se estaba acercando.

      —Supongo que de alguna manera antes me salvasteis la vida —dijo Chloe—. Está bien.

      Continuó trabajando en lo que estaba haciendo con el arranque. El motor tosió. Kevin alzó la vista y vio que todas las personas controladas por alienígenas ahora los miraban fijamente, los miraban con la intensidad de un gato que acaba de detectar un ratón.

      —Esto… ¿Chloe?

      Empezaron a avanzar corriendo.

      —¿Puedes hacerlo o no? —dijo Luna.

      Chloe no respondió, sencillamente continuó trabajando en lo que fuera que estaba haciendo. El motor chisporroteó de nuevo y después rugió hasta cobrar vida. Chloe alzó la vista victoriosa.

      —¿Veis? Os dije que…

      Se detuvo de golpe cuando una silueta chocó contra el coche e intentó agarrarlos.

      —Sácanos de aquí —dijo Kevin, y Chloe asintió.

      La furgoneta avanzaba a trompicones mientras ella conducía, al parecer sin importarle si golpeaba a los controlados o no. Giraron bruscamente para evitar un coche, y un soldado se lanzó y se metió en el camino de la furgoneta. Chloe no disminuyó la velocidad ni tan solo un momento y el crujido al golpearlo fue horrible. Rebotó en el capó y rodó por el suelo hasta ponerse de pie, pero para entonces ellos ya estaban lejos.

      O, por lo menos, algo lejos. No podían ir muy rápido por la carretera de la montaña, especialmente con el peligro de los coches abandonados por el camino, dejados allá donde la gente estaba cuando el vapor había transformado a sus ocupantes. Chloe zigzagueaba entre ellos, pero esto todavía los frenaba lo suficiente como para que los controlados que corrían detrás de ellos siguieran el ritmo.

      —No van a rendirse —dijo Luna echando la vista atrás.

      —Ellos no se cansan, no paran —dijo Chloe, y algo en la forma en que lo dijo dio a entender que lo había aprendido a las malas—. Sujetaos todos.

      Kevin se agarró al salpicadero cuando aceleraron, la furgoneta serpenteaba de forma alarmante mientras iba a toda velocidad esquivando los obstáculos del camino. Kevin estaba seguro de que chocarían en cualquier momento, pero de algún modo, increíblemente, no lo hicieron. Chloe giraba violentamente el volante de un lado al otro, y la furgoneta se movía atropelladamente como respuesta.

      Derraparon cerca del borde de la carretera, y Kevin no sabía qué sería peor: chocar o que los atraparan. Pero parecía que Chloe lo había decidido, pues no redujo la velocidad. Bajaron a toda velocidad por la montaña, y ahora Kevin veía caer a los controlados por detrás más y más a lo lejos.

      —Lo conseguimos —dijo—. Sobrevivimos.

      Luna lo abrazó. Por encima del hombro, Kevin vio la mirada en el rostro de Chloe cuando lo hizo.

      —Ahora lo único que tenemos que hacer —dijo Luna— es ir a la ciudad, asaltar un lugar del que escapamos con dificultad y encontrar un mensaje de un segundo grupo de extraterrestres sin que nos cojan los primeros.

      Visto así, parecía una tarea imposible. Kevin apenas podía imaginar llegar al instituto de la NASA sanos y salvos, pero aun así tenían que hacerlo.

      Era la única esperanza que tenía el mundo.

      CAPÍTULO CINCO

       —Tengo tentaciones de preguntar si falta mucho —dijo Luna sonriendo a Kevin.

      Kevin debería haber supuesto que uno de los problemas más grandes de un viaje como este no era solo el peligro de chocar, o que los controlados les tendieran una emboscada, o algo así. Era la posibilidad de que Luna se pudiera aburrir lo suficiente como para empezar a pensar en maneras de entretenerse. No tenía ninguna duda de que eso significaría una discusión con Chloe y, puesto que Chloe conducía, eso no parecía nada bueno.

      Muchas cosas no lo parecían, desde la nave espacial alienígena, del tamaño de la luna y amenazante, que colgaba del cielo al vacío casi silencioso de las carreteras.

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