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adicional para cada uno. Si está leyendo este libro y no lo ha comprado, o no lo compró solamente para su uso, por favor devuélvalo y adquiera su propio ejemplar. Gracias por respetar el arduo trabajo de esta escritora. Esta es una obra de ficción. Los nombres, personajes, empresas, organizaciones, lugares, eventos e incidentes, son producto de la imaginación de la autora o se utilizan de manera ficticia. Cualquier semejanza con personas reales, vivas o muertas, es totalmente una coincidencia. Imagen de la cubierta Derechos reservados Ivan Bliznetsov, utilizada bajo licencia de istock.com.

      ÍNDICE

       CAPÍTULO UNO

       CAPÍTULO DOS

       CAPÍTULO TRES

       CAPÍTULO CUATRO

       CAPÍTULO CINCO

       CAPÍTULO SEIS

       CAPÍTULO SIETE

       CAPÍTULO OCHO

       CAPÍTULO NUEVE

       CAPÍTULO DIEZ

       CAPÍTULO ONCE

       CAPÍTULO DOCE

       CAPÍTULO TRECE

       CAPÍTULO CATORCE

       CAPÍTULO QUINCE

       CAPÍTULO DIECISÉIS

       CAPÍTULO DIECISIETE

       CAPÍTULO DIECIOCHO

       CAPÍTULO DIECINUEVE

       CAPÍTULO VEINTE

       CAPÍTULO VEINTIUNO

       CAPÍTULO VEINTIDÓS

       CAPÍTULO VEINTITRÉS

       CAPÍTULO VEINTICUATRO

       CAPÍTULO VEINTICINCO

       CAPÍTULO VEINTISÉIS

       CAPÍTULO VEINTISIETE

       CAPÍTULO VEINTIOCHO

       CAPÍTULO VEINTINUEVE

       CAPÍTULO TREINTA

       CAPÍTULO TREINTA Y UNO

      CAPÍTULO UNO

      Thanos sentía un dolor en el estómago mientras su barco se balanceaba a través del mar y la corriente lo alejaba cada vez más de su hogar. Hacía días que no divisaban tierra. Estaba en la proa de la barca, observando el agua, aguardando el momento en el que finalmente divisaran algo. Solo se contenía de ordenar al capitán que diera media vuelta al barco al pensar en lo que podría haber más adelante, en quién podría haber más adelante.

      Ceres.

      Estaba allí, en algún lugar, y él la encontraría.

      “¿Está seguro de eso?” preguntó el capitán, acercándose a su lado. “No conozco a nadie que quiera ir de viaje a la Isla de los Prisioneros”.

      ¿Qué podía decir Thanos al respecto? ¿Que no lo sabía? ¿Que se sentía un poco como la barca, empujada hacia delante por los remos aunque el viento intentaba empujarla hacia atrás?

      Pero la necesidad de encontrar a Ceres superaba todo lo demás. Dirigía a Thanos, llenándolo de emoción ante la posibilidad de encontrarla. Había estado seguro de que había desaparecido, de que nunca la volvería a ver. Cuando escuchó que podría estar viva, el alivio lo abrumó, le hizo sentir que podía desplomarse.

      Pero no podía negar que los pensamientos sobre Estefanía también estaban allí y lo hacían mirar hacia atrás e incluso, por un instante fugaz, pensar en volver. Al fin y al cabo, era su esposa y él la había abandonado. Estaba embarazada de su hijo y él se había marchado. La había dejado allí en el muelle. ¿Qué clase de hombre hacía eso?

      “Intentó matarme”, recordó Thanos.

      “¿Cómo?” preguntó el capitán, y Thanos se dio cuenta de que lo había dicho en voz alta.

      “Nada”, dijo Thanos. Suspiró. “La verdad es que no lo sé. Estoy buscando a alguien, y la Isla de los Prisioneros es el único lugar al que podría haber ido”.

      Sabía que el barco de Ceres se había hundido de camino a la isla. Si había sobrevivido, entonces tenía sentido que hubiera ido hasta allí, ¿verdad? Aquello también explicaba por qué Thanos no la había visto desde entonces. Si hubiera podido volver hacia él, Thanos pensaba que lo habría hecho.

      “Parece un peligro excesivamente grande que correr para no saberlo”, dijo el capitán.

      “Ella lo merece”, le aseguró Thanos.

      “Debe ser algo especial para ser mejor que Lady Estefanía”, dijo el contrabandista con una mirada maliciosa, que hizo que Thanos deseara darle un puñetazo.

      “Está hablando de mi esposa”, dijo Thanos, e incluso él reconoció el evidente problema que había con ello. No podía defenderla cuando él había sido el que la había dejado atrás, y cuando ella había sido la que había ordenado su muerte. Probablemente merecía todo lo que cualquiera dijera sobre ella.

      Ahora, deseaba convencerse de ello. Si sus pensamientos sobre Ceres no continuaran siendo interrumpidos por pensamientos sobre Estefanía, cómo había estado con él en los festines del castillo, cómo había sido en los momentos de tranquilidad, el aspecto que tenía la mañana después de la noche de bodas…

      “¿Está seguro de que puede llevarme a la Isla de los Prisioneros de manera segura?” preguntó Thanos. Nunca había estado allí, pero se suponía que la isla entera era como una fortaleza bien protegida, inexorable para aquellos a los que llevaban allí.

      “Oh, es muy fácil”, afirmó el capitán. “Pasamos por allí a veces. Los guardias venden algunos de los prisioneros que han explotado como esclavos. Los atan con cuerdas a palos en la orilla para

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