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es todo? —preguntó Keri, sacando una tarjeta de presentación y dándosela— Llama a esta consulta sobre desórdenes pituitarios para que te aconsejen desde el punto de vista físico. Puedes llamarme cuando necesites alguna ayuda sobre la parte intelectual del trabajo. Y una cosa más. Si tienes que lucir un gafete en tu trabajo, consigue uno con tu apellido. Es más intimidante.

      Entonces salió, dejando a Ray que se hiciera cargo del resto. Se lo merecía.

      De regreso en el corredor, envió por mensajería de texto las tomas del sujeto tanto a Joanie Hart como a los Caldwells, preguntándoles si alguno lo reconocía. Un momento después, Ray salió para reunirse con ella. Lucía avergonzado.

      —Escucha, Keri. No debí haberte dicho lo de la reacción exagerada. A todas luces algo está pasando aquí.

      —¿Es eso una disculpa? Porque no escuché las palabras ‘Lo siento’ en ningún momento. Y aunque estamos en ello, ¿no han habido suficientes casos que no eran nada para los demás excepto para mí, y que resultaron ser algo para ti como para que me dieras el beneficio de la duda?

      —Sí, pero, ¿qué hay de todos esos casos…? —comenzó a decir, entonces lo pensó mejor y se detuvo a mitad de la frase— Lo siento.

      —Gracias —replicó Keri, optando por ignorar la primera parte de esos comentarios y concentrarse en la segunda.

      Su teléfono vibró y ella bajó la vista con expectación. Pero en lugar de un correo-e del Coleccionista, era un texto de Joanie Hart. Era breve e iba al punto: “nunca he visto a este tipo”.

      Se lo mostró a Ray, sacudiendo su cabeza ante lo lejos que podía llegar esa mujer con su aparente ambivalencia hacia el bienestar de su hija. Justo entonces sonó el teléfono. Era Mariela Caldwell.

      —Hola, Sra. Caldwell. Habla la Detective Locke.

      —Sí, Detective. Ed y yo hemos estado mirando las fotos que nos envió. Nunca hemos visto a ese joven. Pero Sarah me mencionó que Lanie dijo que su novio se veía como si fuera de una banda de rock. Me pregunta si podría ser él.

      —Es bastante posible —dijo Keri—. ¿Alguna vez Sarah mencionó el nombre de este novio?

      —Lo hizo. Estoy casi segura que era Dean. No recuerdo su apellido. No creo que ella lo supiera tampoco.

      —Okey, muchas gracias, Sra. Caldwell.

      —¿Es eso de ayuda? —preguntó la mujer con una voz esperanzada, casi a modo de ruego.

      —Puede que sí. No tengo aún ninguna información que darle. Pero le aseguro que estamos muy enfocados en encontrar a Sarah. Trataré de brindarle tanta información actualizada como sea posible.

      —Gracias, Detective. ¿Sabe?, solo después que se fue me di cuenta que usted es la misma detective que halló a esa chica surfista extraviada hace unos meses. Y sé lo de, bueno… lo de su hija… —su voz se quebró y dejó de hablar, ganada a todas luces por la emoción.

      —Está bien, Sra. Caldwell —dijo Keri, armándose de valor para no perderlo.

      —Solo siento tanto lo de su pequeña hija…

      —No se preocupe ahora de eso. Mi atención está en encontrar a su hija. Y le prometo que voy a invertir en esto cada gramo de energía de que dispongo. Solo intente permanecer calmada. Vea cualquier cosa en la tele, tome una siesta, haga lo que pueda para seguir cuerda. Entretanto, nosotros estamos en esto.

      —Gracias, Detective —susurró Mariela Caldwell, con una voz apenas audible.

      Keri colgó y miró a Ray, que lucía una expresión preocupada.

      —No te preocupes, pareja —le aseguró ella—. No voy a perderme aún. Ahora, consigamos a esta chica.

      —¿Qué propones que hagamos?

      —Creo que es hora de que llamemos a Edgerton. Ha tenido bastante tiempo para revisar los datos de los teléfonos de las chicas. Y ahora tenemos un nombre para el sujeto de la plaza de comidas: Dean. Quizás Lanie lo mencione en una de sus publicaciones. Su mamá puede que no sepa nada acerca de él, pero creo que puede ser más bien debido a una falta de interés que a que Lanie lo esté ocultando.

      Mientras caminaban por el centro comercial en dirección al estacionamiento y el auto de Ray, Keri llamó a Edgerton y lo puso en el altavoz para que Ray pudiera escuchar también. Edgerton contestó después del primer repique.

      —Dean Chisolm —dijo, saltándonse los saludos.

      —¿Qué?

      —El sujeto de las tomas que me has enviado se llama Dean Chisolm. Ni siquiera tuve que usar el reconocimiento facial. Está etiquetado en una pila de fotos de Facebook de la chica Joseph. Siempre tiene puesta una gorra con la visera bajada o gafas de sol como si tratara de ocultar su identidad. Pero no es muy bueno en eso. Siempre viste el mismo tipo de camiseta negra y los tatuajes son bastante peculiares.

      —Buen trabajo, Kevin —dijo Keri, una vez más impresionada por el sabio en tecnología de la unidad—. ¿Y qué tienes entonces acerca de él?

      —Un respetable montón de datos. Tiene varios arrestos por drogas. Algunos son por posesión, un par por distribución, y uno por ser un correo. Cumplió cuatro meses por ese.

      —Suena como un ciudadano en verdad recto —musitó Ray.

      —Eso no es todo. Se sospecha que está involucrado en la operación de una red de tráfico sexual que usa a chicas menores de edad. Pero nadie ha sido capaz de relacionarlo con eso.

      Keri miró a Ray y vio que algo cambiaba en su expresión. Hasta ahora, él claramente había pensado que había más que una sólida probabilidad de que estas chicas estuvieran solo por ahí de juerga. Pero con las noticias acerca de Dean, era obvio que había pasado de ligeramente interesado a totalmente preocupado.

      —¿Qué sabemos acerca de esta red de tráfico sexual? —preguntó Keri.

      —La opera un tipo de aspecto encantador llamado Ernesto ‘Chiqy’ Ramírez.

      —¿Chiqy? —preguntó Ray.

      —Creo que podría ser un apodo —un apócope de chiquito. O sea, un pequeñito. Y como este sujeto parece estar por encima de los ciento cuarenta kilos, supongo que es un chiste.

      —¿Sabes dónde podemos encontrar a Chiqy? —preguntó Keri, nada divertida.

      —Desafortunadamente, no. No tiene dirección conocida. Habitualmente, parece que se mueve entre bodegas abandonadas, donde monta burdeles improvisados que funcionan hasta que son objetos de redadas. Pero tengo algunas buenas noticias.

      —Tomaremos lo que tengas —dijo Ray mientras subían a su auto.

      —Tengo una dirección de Dean Chisolm. Y resulta ser que es la localización exacta donde el GPS de ambas chicas fue apagado. Se las estoy enviando ahora mismo, junto con una foto de Chiqy.

      —Gracias, Kevin —dijo Keri—. Por cierto, puede que hayamos encontrado un mini-Kevin trabajando como guardia de seguridad en el centro comercial; muy entendido en tecnología. Quiere ser policía. Podría ponerlo en contacto contigo si te parece bien.

      —Seguro. Como siempre digo: ¡Nerds del mundo, uníos!

      —¿Es eso lo que siempre dices? —se burló Keri.

      —Generalmente lo pienso —admitió él, y colgó antes de que ellos pudieran decirle más necedades.

      —Pareces extremadamente centrada para ser alguien que acaba de enterarse de que las chicas que estamos buscando pueden haber sido atrapadas por una red de tráfico sexual —comentó Ray con sorpresa en su voz.

      —Estoy tratando de llevarlo con suavidad hasta donde pueda —dijo Keri—. No creo que haya probabilidad de que dure mucho más. Pero no te preocupes. Cuando encontremos a Chisolm, hay una respetable probabilidad de que realice una remoción

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