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pequeña sala de conferencias al fondo del edificio de la Policía de la Ciudad de Roanoke había sido apartada para Kate y DeMarco. En cuanto arribaron a la estación, una mujer, gruesa y pequeña, que estaba en la recepción, las condujo a través del edificio hasta la sala. Tan pronto como tomaron asiento y comenzaron a montar una estación de trabajo provisional, tocaron a la puerta.

      —Pase —dijo Kate.

      Cuando la puerta se abrió, vieron una cara familiar —Palmetto del Departamento de Policía Estatal, el viejo cascarrabias que se había reunido con ellas delante de la residencia Nash temprano en la mañana.

      —Vi que venían por aquí mientras estaba firmando todo mi papeleo —dijo Palmetto—. Estoy de salida, de regreso a Chesterfield en unas horas. Pensé que debía venir a ver si había algo más en que pudiera ayudar.

      —Nada importante —dijo Kate—. ¿Sabía que había también un retazo de esa misma tela en la garganta de Bethany Langley?

      —No lo supe hasta hace media hora. Aparentemente, una de ustedes llamó al laboratorio para pedirles que le enviaran una foto.

      —Sí —dijo DeMarco—. Y parece ser idéntico al que nos dio.

      A la mención del retal de tela, Kate puso en la mesa la bolsa plástica que Palmetto le había dado —Hasta ahora, es la única evidencia sólida que tenemos que conecta los asesinatos de una manera concreta.

      —Y los forenses no encontraron casi nada en ese —dijo Palmetto—. Aparte del ADN de la Sra. Nash.

      —El informe forense que estoy viendo del retazo de los Langley no brinda nada, tampoco —dijo DeMarco.

      —Aún así valdría la pena un viaje al laboratorio forense —dijo Kate.

      —Buena suerte con eso —dijo Palmetto—. Cuando hablé con ellos acerca del retal de los Nash, no tenían ninguna pista.

      —¿Estuvo usted involucrado en la escena del hogar Langley? —preguntó Kate.

      —No. Yo llegué inmediatamente después que sucedió. Vi los cuerpos y revisé el lugar, pero no había nada. Cuando hablé con los forenses, sin embargo, les pregunté acerca del cabello encontrado sobre la ropa lavada. No parecía pertenecer a la Sra. Langley, así que le van a hacer algunas pruebas.

      —Antes de que se vaya —dijo Kate, —¿quiere compartir alguna teoría?

      —No tengo ninguna —dijo Palmetto secamente—. De la indagación que he hecho, no parece haber ningún lazo entre los Nash y los Langley. La tela en las gargantas, sin embargo, ... algo así de personal y explícito para el asesino tiene que enlazarlos de alguna manera, ¿correcto?

      —Ese es mi parecer—dijo Kate.

      Palmetto le dio una juguetona palmada a la puerta y entonces Kate le vio sonreír por primera vez. —Estoy seguro de que lo resolverá. He escuchado acerca de usted, ¿sabe? Muchos de nosotros en el Departamento de Policía Estatal han escuchado.

      —Estoy segura —dijo, con una sonrisa de complicidad.

      —Mayormente cosas buenas. Y que luego, abandonó su retiro hace unos meses para atrapar a alguien, ¿correcto?

      —Podría decirlo así.

      Palmetto, viendo que Kate no iba simplemente a quedarse sentada para recibir un baño de elogios, se encogió de hombros. —Llame a los chicos de la estatal si necesita algo en relación con esto, Agente Wise.

      —Lo haré —dijo Kate mientras Palmetto se despedía.

      Cuando Palmetto hubo cerrado la puerta, DeMarco agitó su cabeza divertida. —¿Alguna vez te llega a cansar escuchar a la gente cantarte alabanzas?

      —Sí, la verdad —dijo Kate, pero no de una manera brusca. Aunque levantaba el ánimo que le recordaran todo lo que había hecho a lo largo de su carrera, sabía muy en el fondo que simplemente siempre había hecho su trabajo. Quizás había hecho su trabajo con un poco más de pasión que los demás, pero había sido solo eso —un trabajo bien hecho… un trabajo que al parecer ella no podía dejar atrás.

      En el curso de unos minutos y con la ayuda del administrador de sistemas de la estación, Kate y DeMarco tuvieron acceso a la base de datos de la estación. Trabajaron juntas, indagando en los pasados de los Nash y los Langley. Ninguna de las familias tenía registros de ningún tipo. De hecho, ambas familias tenían registros que hacían dificil imaginar que alguien tuviera una rencilla con ellos. En cuanto a los Langley, se habían desempeñado como padres de acogida por unos años de su vida, así que habían tenido que pasar por un riguroso proceso examen de sus antecedentes, varias veces en el transcurso de sus vidas. Los Nash estaban fuertemente involucrados con su iglesia y habían hecho varios viajes misionales en los últimos veinte años, principalmente a Nepal y Honduras.

      Kate lo dejó por un rato y comenzó a pasear por la estancia. Empleó el pizarrón de la sala de conferencias para escribir unas notas, esperando que verlo todo escrito en un solo lugar la ayudaría a enfocarse. Pero no había nada. Sin conexiones, ni pistas, ni un curso claro de adonde ir.

      —Tú, también, ¿eh? —dijo DeMarco— ¿Nada?

      —Ni tanto. Pienso que quizás avancemos con lo que tenemos en lugar de tratar de encontrar algo nuevo. Pienso que necesitamos reevaluar las telas. Aunque las pruebas forenses no arrojaron nada, quizás la tela en sí puede señalarnos algo.

      —No te sigo —dijo DeMarco.

      —Está bien —dijo Kate—. No estoy segura, tampoco. Pero espero que lo sabremos cuando lo veamos.

      ***

      Kate sintió las primeras verdaderas punzadas de fatiga cuando ella y DeMarco conducían de la estación de policía al laboratorio forense. Fue un crudo recordatorio de que ella no había dormido en unas veintisiete horas y que su día laboral había comenzado insanamente temprano. Hace veinte años, esto no la habría molestado. Pero con los cincuenta y seis viéndola directo a la cara a unas semanas en el calendario, las cosas eran diferentes ahora.

      El trayecto al laboratorio, localizado en las cercanías de una pequeña red compuesta por el Departamento de Policía, la corte, y una prisión preventiva, fue de solo cinco minutos. Luego de mostrar sus identificaciones, fueron escoltadas desde la recepción del edificio de ciencias forenses hasta el área del laboratorio central. Se les pidió tomar asiento por unos instantes en un pequeño lobby, mientras que el técnico que había estado a cargo de las muestras de tela era llamado.

      —¿Piensas que hay alguna posibilidad de que la tela sea para el asesino solo alguna clase de tarjeta de presentación? —preguntó DeMarco.

      —Podría ser. Pudiera no tener nada que ver con el porqué del caso. Pudiera solo significar algo para el asesino. De cualquier manera, ahora mismo parece que la tela —de una frazada de cierto tipo, de eso estoy bastante segura —es nuestra única conexión real con él.

      Le hacía recordar a Kate un caso truculento, del que ella había sido parte a principios de los noventa. Un hombre había matado a cinco personas —todas ex-novias. Antes de matarlas estragulándolas, había obligado a cada una a tragar un preservativo. Al final, él no había tenido más razón para hacer eso que su odio a colocarse preservativos para practicar el sexo. Kate no podía dejar de preguntarse si estos fragmentos de tela resultarían igual de irrelevantes para el caso.

      Su espera fue breve, un hombre más viejo y alto salió de prisa por una puerta que estaba directamente enfrente de ellas. —¿Son del FBI? —preguntó.

      —Lo somos —dijo Kate, mostrando su identificación. DeMarco hizo lo mismo y el hombre estudió cada una con bastante cuidado.

      —Encantado de conocerlas, Agentes —dijo—. Soy Will Reed, y hago las pruebas en la tela colectada en los últimos asesinatos. Presumo que por eso es que están aquí. Agente DeMarco, creo que usted es a la que envié la foto más temprano.

      —Eso es correcto —dijo

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