Скачать книгу

de los funcionarios en casa o trabajando en las calles. Las luces de la sala de conferencias estaban encendidas. Dylan Connelly caminaba de un lado al otro adentro, obviamente contrariado. Al verlos, abrió la puerta de golpe.

      "¡¿Dónde diablos han estado?!", estalló. "Quería un informe en mi escritorio a las cinco en punto. Son casi las siete. Apagaron sus walkie-talkies. Los dos," señaló. "Puedo esperar eso de ti, Black, pero no de ti, Ramírez. Nadie me llamó. Nadie contestó su teléfono. El capitán está furioso también, así que no vayan a llorarle a él. ¿Tienen idea de lo que ha estado pasando aquí? ¿Qué demonios estaban pensando?"

      Ramírez levantó las palmas de las manos.

      "Llamamos," dijo, "Te dejé un mensaje."

      "Llamaste hace veinte minutos," estalló Dylan. "He estado llamando cada media hora desde las cuatro y media. ¿Murió alguien? ¿Estaban persiguiendo al asesino? ¿El mismísimo Dios Todopoderoso bajó del Cielo para ayudarlos con este caso? Porque esas son las únicas respuestas aceptables para su flagrante insubordinación. Debería sacarlos a ambos del caso ya mismo."

      Señaló hacia la sala de conferencias.

      "Métanse ahí."

      Las amenazas iracundas no tenían efecto sobre Avery. La furia de Dylan era ruido de fondo que podía filtrar tranquilamente. Había aprendido esa habilidad hacía mucho tiempo, en Ohio, cuando tenía que escuchar a su padre gritarle a su madre casi todas las noches. En ese entonces, se tragaba sus lágrimas y cantaba canciones y soñaba con el día en que finalmente sería libre. Ahora, había cosas más importantes que acaparaban su atención.

      El periódico de la tarde descansaba sobre la mesa.

      Había una foto de Avery Black en la portada, con una expresión sobresaltada porque alguien le había metido una cámara en la cara. El titular leía "Asesinato en el Parque Lederman: ¡Abogada Defensora de Asesino Serial en el Caso!" Justo a la imagen a página completa había una fotografía más pequeña de Howard Randall, el viejo y arrugado asesino serial de las pesadillas de Avery, con lentes fondo de botella y un rostro sonriente. El título de su foto decía: "No confíes en nadie: Abogada o Policía."

      "¿Has visto esto?" gruñó Connelly.

      Levantó el periódico y lo tiró nuevamente.

      "Estás en la primera plana! Primer día en Homicidios y eres noticia de primera plana, otra vez. ¿Te das cuenta cuán poco profesional es esto? No, no," dijo ante la expresión de Ramírez, "ni siquiera intentes hablar en este momento. Ambos metieron la pata. No sé con quién hablaron esta mañana, pero desataron una tormenta de mierda. ¿Cómo se enteró Harvard de la muerte de Cindy Jenkins? Hay un memorial en su honor en la página web de Kappa Kappa Gamma."

      "¿Adivino?" dijo Avery.

      "¡Vete a la mierda, Black! Estás afuera del caso. ¡¿Me escuchaste?!"

      El capitán O'Malley entró suavemente a la habitación.

      "Espera," se quejó Ramírez. "No puedes hacer eso. No sabes que lo que tenemos."

      "No me importa lo que tengan," rugió Dylan. "No he terminado. Se pone mejor. El Alcalde llamó hace una hora. Aparentemente, solía jugar golf con el padre de Jenkins, y quería saber por qué una abogada defensora venida a menos, que sacó a un asesino serial de la cárcel, está manejando el asesinato de la hija de un amigo cercano."

      "Cálmate," dijo O'Malley.

      Dylan giró sobre sus talones, con la cara roja y la boca abierta. Al ver a su capitán, quien era más pequeño y tranquilo, pero parecía listo para estallar, se movió suavemente hacia atrás.

      "Cualquiera sea la razón," dijo O'Malley en tono uniforme, "este caso acaba de explotar. Por lo tanto, me gustaría saber qué han estado haciendo todo el día, si te parece bien, ¿Dylan?"

      Connelly murmuró algo entre dientes y se alejó.

      El capitán asintió con la cabeza mirando a Avery.

      "Explícate."

      "Nunca le dije a nadie el nombre de la víctima," dijo Avery, "pero sí entrevisté a una chica de Kappa Kappa Gamma, la mejor amiga de Cindy Jenkins, Rachel Strauss. Debe haber atado cabos. Perdón por eso," dijo, ofreciendo una mirada genuinamente arrepentida a Dylan. "La charla casual no es mi fuerte. Estaba buscando repuestas, y las conseguí."

      "Diles," exhortó Ramírez.

      Avery caminó alrededor de la mesa de conferencias.

      "Tenemos un asesino serial aquí."

      "¡Oh, por favor!" se lamentó Dylan. "¿Cómo puede saber eso? Sólo ha estado en el caso un día. Tenemos una chica muerta. No hay forma."

      "¿Puedes callarte?" gritó O'Malley.

      Dylan se mordió el labio inferior.

      "Este no es un asesinato común y corriente," dijo Avery. "Me lo dijo usted mismo, Capitán, y tú lo debes haber visto también," le dijo a Dylan. "Hicieron que la víctima pareciese viva. Nuestro asesino la idolatraba. No había moretones en su cuerpo, ni señales de violación, así que podemos descartar pandillas o violencia doméstica. Los forenses confirmaron que estaba drogada con un anestésico poderoso, probablemente natural, creado por el mismo asesino, extractos de flores que la habrían paralizado instantáneamente, y matado lentamente. Asumiendo que tiene las plantas en un sótano, debe necesitar luces, un sistema de riego, y alimento. Hice algunas llamadas para averiguar cómo se importan estas semillas, cómo se venden, y como puedo obtener acceso al equipo. Él también quería a la víctima viva, al menos por un rato. No estaba segura por qué, hasta que lo vimos en las cámaras de seguridad."

      "¿Qué?" susurró O'Malley.

      "Lo tenemos," dijo Ramírez. "No te emociones mucho. Las imágenes son granulosas y difíciles de ver, pero el secuestro en su totalidad puede ser visto desde dos cámaras distintas. Jenkins se fue de la fiesta unos minutos después de las dos y media de la mañana del domingo para ir a la casa de su novio. Vive a alrededor de cinco cuadras del apartamento de Kappa Kappa Gamma. Avery hizo el mismo camino que asumió que Jenkins tomó. Descubrió un callejón. Quién sabe qué la poseyó para hacer esto, pero siguiendo una corazonada, revisó una cámara de seguridad en una tienda de cigarrillos."

      "Necesitas una orden para eso," interrumpió Dylan.

      "Solo si alguien la pide," contestó Avery. "Y a veces una sonrisa amable y una conversación entretenida pueden llevar muy lejos. Esa tienda ha sido víctima de vandalismo como diez veces en el último año," continuó ella. "Recientemente instalaron una cámara afuera. Ahora, la tienda está del otro lado de la calle con respecto al callejón, y como media cuadra más abajo, pero puedes ver claramente una chica, y yo creí que era Cindy Jenkins, siendo abordada debajo de unos árboles."

      "Ahí fue cuando me llamó," dijo Ramírez. "Yo pensé que estaba loca. De verdad. Vi el video y no hubiese pestañado dos veces. Black, por el contrario, me hizo llamar a los forenses e involucrar a todo el equipo en esto. Como pueden imaginarse, estaba furioso. Pero," dijo con ojos entusiasmados, "tenía razón. Hay otra cámara en el muelle de carga en la parte trasera del callejón. Le pedimos a la compañía con nos dejara ver que había en ella. Estuvieron de acuerdo y pum," dijo y abrió sus brazos a lo ancho. "Un hombre sale del callejón abrazando a nuestra víctima. Mismo vestido. Mismos zapatos. Es de constitución delgada, más bajo que Cindy, y está bailando. De verdad estaba abrazándola y bailando. Ella estaba claramente drogada. Arrastrando los pies y todo. En un momento, él incluso mira a la cámara. Ese enfermo nos estaba haciendo burlas. La pone en el asiento delantero de una camioneta y se aleja conduciendo como si no fuese nada. El auto es un Chrysler, azul oscuro."

      "¿Matrícula?" preguntó Dylan.

      "Es falsa. Ya la busqué en el sistema. Debe haber puesto una placa ficticia. Estoy compilando una lista de todas las camionetas Chrysler de ese color vendidos en los últimos cinco años en un radio de cinco condados. Llevará un tiempo, pero tal vez podamos reducir la lista con más información. También

Скачать книгу