Скачать книгу

      CAPÍTULO SEIS

      Mackenzie sabía que la oficina de campo más cercana a Bent Creek estaba en Omaha, Nebraska. La idea de volver a Nebraska en capacidad oficial resultaba intimidante, aunque al mismo tiempo era casi adecuado. Aun así, se sintió más que aliviada cuando Heideman les llamó para decirles que la actual base de operaciones para el caso estaba en la comisaría de policía de Bent Creek.

      Ellington y Mackenzie llegaron poco más de las seis de la tarde. Mientras caminaba hacia la puerta principal de la comisaria con Ellington, le invadieron sensaciones de cuando trabajaba como una mujer en las fuerzas de seguridad del Medio Oeste. Estaban en la manera casi misógina en que le miraban algunos de los hombres de uniforme. Por lo visto, el cambio de atuendo y el título no habían cambiado nada. Los hombres todavía la iban a considerar como un ser inferior.

      La única diferencia ahora era que a ella le importaba un bledo ofender a alguien o herir sus sentimientos. Venía aquí enviada por el Bureau para ayudar a una fuerza policial pequeña y enclenque a averiguar quién podía estar secuestrando mujeres de sus carreteras secundarias. Y no le iban a tratar de la misma manera que le habían tratado la primera vez que trabajara en el Medio Oeste como detective para la Policía Estatal de Nebraska.

      Descubrió rápidamente que parte de sus suposiciones al entrar a comisaría estaban equivocadas. Quizá el cambio de título y de estatura significaran algo después de todo. Cuando les escoltaron de vuelta a la sala de conferencias, vio que la policía local había pedido comida china para ellos. Estaba esparcida por una pequeña barra americana al fondo de la sala, junto con unas cuantas botellas de dos litros de refrescos y algunos aperitivos.

      Thorsson y Heideman ya estaban dando cuenta de la cena de cortesía, sirviéndose porciones de fideos mein y pollo a la naranja en sus platos. Ellington se encogió de hombros y le miró con aspecto de preguntarse ¿qué le vamos a hacer? Mientras se dirigía también hacia la mesa. Ella hizo lo mismo mientras unas cuantas personas más entraban y salían de la habitación. Mientras estaba sentada a la mesa de conferencias con una porción de pollo al sésamo y un cangrejo rangoon, uno de los agentes que había visto en la cuneta de la Ruta Estatal 14 se acercó a ella y extendió su mano. Una vez más, ella vio su placa y le reconoció como el alguacil.

      “Agente White, ¿verdad?” preguntó él.

      “Lo soy.”

      “Encantado de conocerte. Soy el alguacil Bateman. Me han dicho que tú y tu compañero habéis subido a Sigourney para hablar con la madre de la víctima más reciente. ¿Ningún resultado?”

      “Nada. Solo es una fuente potencial de información que podemos borrar de la lista. Y una confirmación bastante firme de que esto no se trata de una hija que simplemente decidió no llamar a su madre cuando cambiaron sus planes.”

      Claramente decepcionado con ello, Bateman asintió y se giró hacia la parte delantera de la sala donde dos agentes mantenían una conversación.

      Cuando Ellington tomó asiento junto a Mackenzie, ambos miraron al frente de la sala. Un hombre que se había identificado con anterioridad como el ayudante del alguacil Wickline estaba colocando fotografías y hojas impresas en una pizarra de borrado en seco con la ayuda de imanes. Otra agente—la única otra agente femenina en la sala—escribía una serie de notas a lo largo del otro extremo de la pizarra.

      “Parece que está todo bajo control por aquí,” dijo Ellington.

      Ella había estado pensando en la misma cosa. Ella había entrado asumiendo que sería algo como un circo que se monta de manera chapucera igual que había sido con el departamento de policía de Nebraska cuando ella había trabajado allí. Pero hasta el momento, estaba impresionada por la organización del asunto por parte del departamento de policía de Bent Creek.

      Varios minutos después, el Alguacil Bateman intercambió unas palabras con los agentes en la pizarra y les escoltó hasta la puerta de salida. La agente se quedó y se sentó a la mesa. Bateman cerró la puerta y se fue a la parte frontal de la sala. Miró alrededor a los cuatro agentes del FBI y los tres agentes que se habían quedado en la sala.

      “Pedimos algo de cenar porque no tenemos ni idea de cuánto tiempo vamos a estar aquí,” dijo. “Por lo general, no recibimos muchas visitas del Bureau en Bent Creek así que esto es nuevo para mí. Por tanto, agentes, decidme si hay algo que podamos hacer para facilitaros las cosas. Por ahora, dejaré que os encarguéis de esto.”

      Tomó asiento, dejando que Ellington y Thorsson intercambiaran una rauda mirada de perplejidad. Thorsson esbozó una sonrisa y gesticuló hacia el frente de la sala, pasándoles la responsabilidad a los agentes de DC.

      Ellington golpeó ligeramente a Mackenzie por debajo de la mesa mientras decía: “Sí, así que la Agente White nos hará un repaso de la información que tenemos hasta el momento, además de las teorías actuales que tenemos.”

      Sabía que él estaba tratando de picarla al ponerle en un aprieto de esa manera, pero no le importaba. De hecho, una pequeña parte egoísta de ella deseaba estar al frente de la sala. Quizás había algo de fantasía vengativa de chiquilla en regresar a esta parte del país y dirigir una conferencia de una manera que jamás se le había permitido hacer en Nebraska.

      Fuera por la razón que fuera, se fue al frente de la sala y echó un rápido vistazo a la pizarra de borrado en seco que habían estado preparando.

      “El trabajo que hicieron sus agentes aquí,” dijo ella, señalando a la pizarra, “sirve muy bien para contar la historia. La primera víctima era una residente de Bent Creek. Naomi Nyles, de cuarenta y siete años de edad. Su hija denunció su desaparición y se la vio por última vez hace dos semanas. Se encontró su coche en la cuneta de una carretera sin ningún signo aparente de estar averiado. Creo que algunos agentes de este mismo edificio pudieron arrancar el coche sin problemas y traerlo de vuelta a comisaría.”

      “Eso es correcto,” dijo el ayudante del alguacil Wickline. “El coche sigue en el aparcamiento del depósito municipal, de hecho.”

      “La segunda persona desaparecida fue Crystal Hall de veintiséis años. Trabaja para Wrangler Beef en Des Moines y han confirmado que la enviaron a una granja de ganado a las afueras de Bent Creek. El granjero confirma que Crystal apareció para una reunión planeada y que salió de la propiedad poco después de las cinco de la tarde. Su historial de la tarjeta de crédito muestra que cenó algo en el Subway de Bent Creek a las cinco y cincuenta y dos minutos.” Apuntó al lugar en el que uno de los agentes ya había anotado la información en la pizarra.

      “La pregunta que se plantea,” dijo Bateman, “es cuándo fue secuestrada. No descubrieron su coche hasta la una y media de la madrugada. Para que nadie viera su coche o al menos informara de ello, incluso en la Ruta Estatal 14, significa que hay muchas posibilidades de que estuviera en alguna otra parte del pueblo antes de dirigirse de vuelta a casa. Dudo seriamente de que alguien tuviera las agallas de atraparla entre las seis y media y las siete y media. Y si fueron tan audaces…”

      Cayó en el silencio al decir esto, como si no le gustara la manera en que tenía que terminar el comentario. Así que Mackenzie se tomó la libertad de terminarlo en su lugar.

      “Entonces significa que sería alguien familiarizado con la zona,” dijo ella. “En especial con las pautas del tráfico en la Ruta Estatal 14. Sin embargo, el perfil para este tipo de hombre no encaja con lo de ser audaz. No hay nada evidente sobre este tipo.”

      Bateman asintió a esto, con los ojos abiertos de par en par y una sonrisa en su rostro. Ella ya había visto esa mirada antes. Era la mirada de un hombre que no solo estaba impresionado con su manera de pensar, sino que la apreciaba. Vio la misma mirada en el rostro del agente femenino y de un hombre con exceso de peso al final de la mesa, que seguía disfrutando de la cena gratuita. El ayudante Wickline estaba asintiendo ante su comentario, garabateando unas notas en un bloc de oficio.

      “Alguacil,” dijo Ellington, “¿tenemos alguna idea de la cantidad media de tráfico que circula por esa ruta a esas horas del

Скачать книгу