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le sonrió, una sonrisa cruel maléfica y ella lo odió más de lo que nunca lo había hecho antes.

      Sam, por su parte, no parecía estar asustado. Saltó sobre la espalda de Sergio y usó sus cadenas para envolverlas alrededor del cuello de Sergei. El chico era fuerte. De hecho, apretó con la fuerza suficiente para obligar a Sergei a aflojar su apretón sobre Samantha, ella aprovechó la oportunidad para rodar por debajo de él.

      No obstante, Sam no era un digno rival para un vampiro. Gruñendo, Sergei se levantó y lanzó a Sam lejos de él, como si fuera un muñeco de trapo. Sam aterrizó a tres metros de distancia estrellándose contra la pared.

      Cuando Samantha trató de ponerse de pie, una docena de vampiros se abalanzaron sobre ella. Notó que Sam estaba rodeado también. Estaban atrapados.

      Lo último que logró ver fue la cruel sonrisa de Sergei, cuando acabó, dándole un puñetazo en la cara.

      *

      Cuando Kyle atravesó la enorme sala de la cofradía de la Marea Negra esgrimiendo la espada violentamente, destruyendo vampiro tras vampiro, nunca se había sentido más vivo. Estaba cubierto de la sangre que salpicaba en todas las direcciones y sentía sus manos húmedas con la sangre mientras giraba con más y más intensidad. Era la venganza. La venganza por sus miles de años de servicio leal, por la forma en que lo habían tratado. ¿Cómo pudieron atreverse? Ahora conocerían el significado de la palabra venganza. Todos ellos tendrían que disculparse y, hasta el último de ellos, inclinarse ante él, tocando el suelo, y admitir que se habían equivocado terriblemente.

      Todo estaba saliendo a la perfección. Después de su pequeño desvío en el puente de Brooklyn, había conducido a su leal gentío por las puertas del Ayuntamiento, matando a los pocos vampiros que se atrevieron a interponerse en su camino. Luego, se habían introducido por el pasadizo secreto más y más en las entrañas del Ayuntamiento, directamente al nido de su cofradía. Ningún vampiro se atrevió a ponerse en su camino cuando su ejército irrumpió en la sala. Muchos otros vampiros, al ver a Kyle y en especial la Espada, inmediatamente se rindieron a él. Lo alegró ver que muchos de sus antiguos de cofradía le seguían siendo leales. Sabía que había llegado el día para reclamar el liderazgo que le correspondía.

      Rexius era un líder débil. Si hubiera sido más fuerte, habría encontrado la Espada él mismo, hace años. Nunca habría enviado a otros a hacerlo por él. Le gustaba castigar a otros por sus propios errores, cuando era él quien debía ser castigado. Había crecido ebrio de poder. Desterrar a Kyle había sido un último y desesperado intento por eliminar a todos sus allegados. Pero había fracasado.

      Kyle atravesó la sala y se dirigió directamente al trono de Rexius. Rexius lo vio venir y sus ojos se abrieron en pánico.

      Rexius saltó de su silla y trató de escabullirse de los combates. El tan llamado líder mostraba su verdadera cara en tiempos de guerra.

      Pero Kyle tenía otros planes.

      Kyle corrió hacia el otro lado para encontrarse cara a cara con Rexius. Habría sido mucho más fácil simplemente hundir la espada en su espalda, pero él se negaba a que Rexius se desmoronase tan fácilmente. Quería que Rexius viera de cerca quien lo mató.

      Rexius se detuvo, su camino bloqueado por los enormes hombros de Kyle y por la espada brillante y reluciente.

      La mandíbula de Rexius temblaba. Reixus levantó un dedo tembloroso y lo apuntó a la cara de Kyle. En ese momento, parecía tan solo un hombre viejo. Un hombre débil y viejo, aterrorizado. Qué patético.

      "¡Quedas desterrado! ", gritó sin convicción. "¡Ordeno que te destierren!"

      Ahora era el turno de Kyle para sonreír, una sonrisa amplia y maliciosa.

      "¡No vas a ganar! " añadió Rexius. "¡No vas a ganar!"

      Kyle se acercó casualmente, se echó hacia atrás y, con solo un golpe suave, hundió la Espada en el corazón de Rexius.

      "Ya lo hice", dijo Kyle.

      La habitación entera, aun ocupada en la batalla, se volvió y se quedó mirando. Se escuchó un grito horrible que consumió toda la sala de piedra. Parecía no tener fin porque Rexius chillaba y chillaba. Mientras todos miraban, su cuerpo se disolvió ante sus ojos, desintegrándose en una nube de humo, y luego en una brizna que subió hacia el techo.

      Toda la habitación se detuvo y miró a Kyle.

      Kyle alzó la espada alta y rugió. Era un rugido de victoria.

      Todos los vampiros sobrevivientes de ambos lados de la batalla se volvieron y miraron a Kyle. Todos cayeron de rodillas, bajaron la cabeza inclinándose hasta tocar el suelo. La lucha había terminado.

      Kyle respiró profundamente, disfrutándolo. Ahora, él era el líder.

      SEIS

      Sin poder decir una palabra, Caitlin se alejó de Caleb y Sera.

      Era demasiado para que pudiera procesarlo todo de una vez. ¿Acababa de ver lo que creía haber visto? ¿Cómo era eso posible?

      Ella había pensado que conocía muy bien a Caleb y que estaban más cerca que nunca. Estaba segura de que estaban juntos, como una pareja, y que sería así para siempre. Había vislumbrado con claridad su nueva vida juntos y estaba segura de que nada iba a separarlos.

      Y entonces ocurre esto. Nunca se le ocurrió que podría haber otra mujer en la vida de Caleb. ¿Cómo no pudo haberle dicho?

      Por supuesto, Caitlin recordaba a Sera de su breve visita a los claustros pero Caleb insistió en que ya no sentía nada por ella, que lo que vivieron juntos, pasó años atrás, cientos de años atrás.

      Entonces, ¿qué estaba haciendo ella allí? ¿Sobre todo ahora? En el momento más privado de Caleb y Caitlin juntos, ¿cuando Caitlin había levantado, totalmente convertida en un verdadero vampiro, por la propia sangre de Caleb? ¿Cómo pudo saber dónde estaban? ¿Caleb la había invitado? Él debío hacerlo. Pero, ¿por qué?

      Olas y olas de dolor la invadieron. No encontraba una explicación. Siempre había temido mostrarse vulnerable, sobre todo frente a los hombres, por esta misma razón. Pero con Caleb, se había soltado, había confiado en él por completo. Se había mostrado más vulnerable que con cualquier hombre con quien había estado. Y él se las había arreglado para lastimarla profundamente, más profundamente de lo que pudo haber imaginado.

      Sin embargo, no podía comprender cómo podía haberlo juzgado tan mal, ¿cómo pudo equivocarse tanto? Sentía como sus entrañas se rompían a pedazos. ¿Cómo será ahora la inmortalidad, sin él? Sería una condena. Una condena eterna. Sentía que quería morir. Y aun peor, se sentía como un idiota.

      "¡Caitlin!" Caleb gritó detrás de ella, mientras ella escuchaba sus pasos corriendo tras ella. "Por favor, déjame explicarte."

      ¿Qué tendría que explicar? Era claro que él la había invitado a aquí. Era evidente que aún la amaba. Y era evidente que sus sentimientos por Caitlin no eran tan fuertes como los sentimientos de ella por él.

      Caleb la tomó del brazo jalándola, rogándole para que se volviese y lo mirase.

      Pero ella se apartó. No soportaba que él la tocara. No quería saber nada de él. Nunca más.

      "¡Caitlin! " exclamó. "¿No vas a dejar que te explique?"

      Pero Caitlin no se detuvo. Ahora, era una persona diferente, un ser diferente y lo sentía en más de un sentido. Junto con su fuerza de vampiro recién descubierta, también le sobrevino una nueva serie de emociones propias de los vampiros nuevas para ella. Ya podía sentir que sus emociones eran más fuertes de cuando había sido humana, eran mucho más intensas. Sentía todo mucho más profundamente. No se sentía deprimida - sentía como si estuviera muriendo literalmente. No se sentía traicionada - sentía como si, literalmente, la hubieran apuñalado en el corazón. Quería abrirse a sí misma, hacer cualquier cosa para detener

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