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Esperando . Блейк Пирс
Читать онлайн.Название Esperando
Год выпуска 0
isbn 9781640299351
Автор произведения Блейк Пирс
Серия Las Vivencias de Riley Paige
Издательство Lukeman Literary Management Ltd
Riley se estremeció ante esas palabras y se preguntó: «¿Realmente quiero ser buena en esto?»
También se preguntó si tal vez debió haber enviado esa carta de renuncia después de todo.
Tal vez no debería estar aquí.
Estaba segura de que Ryan estaría horrorizado si supiera dónde estaba en este momento y lo que estaba haciendo.
Crivaro le preguntó a Dahl: —¿Qué tan difícil sería para el asesino hacerse con esta anfetamina en particular?
—Desafortunadamente, es muy fácil de encontrar en las calles —respondió el médico forense.
El celular de Crivaro sonó y él lo miró. —Es el agente McCune. Tengo que tomar esta llamada.
Crivaro dio un paso atrás y contestó la llamada. Dahl siguió mirando a Riley como si fuera un monstruo.
«Tal vez tiene razón», pensó.
Entretanto, escuchaba algunas de las preguntas que los reporteros estaban haciendo:
—¿Es cierto que el asesinato de Margo Birch fue parecido a este?
—¿Margo Birch estaba disfrazada igual?
—¿Por qué este asesino está disfrazando a sus víctimas de payasas?
—¿Esto es obra de un asesino en serie?
—¿Habrá más asesinatos como este?
Riley recordó lo que uno de los policías acababa de decir: —Hemos logrado mantener lo del otro asesinato bajo cuerdas.
Sin embargo, muchos rumores habían circulado ya. Y ya no tenía sentido seguir negando la verdad.
Los policías estaban tratando de decir lo menos posible en respuesta a las preguntas. Pero Riley recordó lo agresivos que habían sido los reporteros en Lanton. Entendía por qué Jake y los otros policías se molestaron cuando llegaron. Los medios solo le dificultarían aún más las cosas.
Crivaro caminó de vuelta a Riley y Dahl y se metió el celular en el bolsillo. Luego dijo: —McCune habló con el esposo de la mujer desaparecida. El pobre está muy preocupado, pero le dijo a McCune algo que podría ser de ayuda. Dijo que tiene un lunar justo detrás de la oreja derecha.
Dahl se inclinó y miró detrás de la oreja de la víctima. —Es ella —dijo. —¿Cómo dijiste que se llamaba?
—Janet Davis —dijo Crivaro.
Dahl negó con la cabeza. —Bueno, al menos identificamos a la víctima. Deberíamos sacarla de aquí. Ojalá no tuviéramos que lidiar con rigor mortis.
Riley vio al equipo de Dahl cargar el cadáver en una camilla. No les resultó fácil. El cuerpo estaba rígido como una estatua, y las extremidades hinchadas sobresalían de debajo de la sábana blanca que lo cubría.
Los reporteros miraron boquiabiertos mientras la camilla traqueteaba hacia la furgoneta del forense.
A lo que el cuerpo desapareció en la furgoneta, Riley y Crivaro se abrieron paso entre los reporteros y regresaron a sus propios vehículos.
Riley le preguntó a dónde iban ahora.
—A las oficinas —dijo Crivaro—. McCune me dijo que algunos policías han estado registrando el parque Lady Bird Johnson, donde Janet Davis desapareció. Encontraron su cámara. Debió habérsele caído cuando fue secuestrada. La cámara está ahora en las oficinas del FBI. Vamos a ver lo que los de tecnología pueden encontrar. Tal vez tengamos suerte y nos proporcione alguna prueba.
La palabra «suerte» sacudió a Riley.
Parecía extraño usar esa palabra dado lo desafortunada que había sido esta mujer asesinada.
Pero Crivaro obviamente lo había dicho en serio. Se preguntó cuánto lo había endurecido este trabajo con los años. ¿Estaba completamente inmune al horror? No lo sabía.
—Además, el esposo de Janet Davis dejó a McCune mirar las fotos que había tomado durante los últimos meses. McCune encontró unas fotos que había tomado en una tienda de disfraces —continuó Crivaro.
Riley sintió un cosquilleo de interés.
Ella preguntó: —¿Te refieres a una tienda que podría vender disfraces de payaso?
Crivaro asintió con la cabeza y dijo: —Suena interesante, ¿no es así?
—¿Qué significa eso? —dijo Riley.
Crivaro dijo: —Es difícil de decir. Sin embargo, Janet Davis estaba lo suficientemente interesada en disfraces como para tomarle fotos. Su esposo recuerda que le habló de eso, pero no recuerda dónde fue que tomó las fotos. McCune ahora está tratando de encontrar la tienda en donde las tomó. Me llamará cuando la encuentre. No creo que le tome mucho tiempo.
Crivaro se quedó callado por un momento.
Luego miró a Riley y le preguntó: —¿Cómo lo llevas?
—Bien —dijo Riley.
—¿Estás segura? —preguntó Crivaro—. Te ves pálida, como si no te sintieras bien.
Obviamente eso era cierto. Estaba afectada por las náuseas matutinas y el shock de lo que había visto. Pero no quería decirle a Crivaro que estaba embarazada.
—Estoy bien —insistió Riley.
Crivaro dijo: —Supongo que tienes algún presentimiento respecto al asesino.
Riley asintió sin decir nada.
—¿Algo más que debería saber, aparte de la posibilidad de que la víctima murió de miedo?
—No mucho —dijo Riley—. Excepto que es… —Ella vaciló, y luego encontró la palabra que estaba buscando—. Sádico.
Mientras seguían en camino, Riley se encontró recordando el cuerpo tendido sobre la camilla. Se sentía terrible por el hecho de que la víctima tuvo que sufrir tal humillación e indignidad incluso en su muerte.
Se preguntó qué clase de monstruo podría hacerle esto a alguien.
Aunque había sentido algo del asesino, sabía que no aún no sabía nada de su mente enferma.
Y estaba segura de que no quería saber más.
Pero ¿eso es lo que terminaría haciendo durante este caso, meterse de nuevo en la mente de un asesino?
¿Y después qué?
¿Así sería su vida por siempre?
CAPÍTULO OCHO
A lo que Riley y Crivaro entraron en el edificio J. Edgar Hoover, todavía se sentía horrorizada por la escena del crimen. ¿Alguna vez podría quitársela de encima, especialmente el olor?
Durante su viaje, Crivaro le había asegurado a Riley que el olor no había provenido del cuerpo. Justo como Riley había supuesto, había provenido de la basura del carnaval. El cuerpo de Janet Davis no había estado muerto el tiempo suficiente como para producir un gran olor, al igual que los cuerpos asesinados de sus amigas en Lanton.
Riley todavía no había experimentado el hedor de un cadáver en descomposición.
Crivaro le había dicho: —Lo sabrás cuando lo huelas.
No era algo que Riley anhelaba.
Se preguntó una vez más: «¿Qué estoy haciendo aquí?»
Ella y Crivaro tomaron un ascensor a un piso ocupado por decenas de laboratorios forenses. Siguió Crivaro por un pasillo hasta que llegaron a una habitación con un letrero que decía CUARTO OSCURO. Un joven larguirucho y de cabello largo estaba apoyado junto a la puerta.
Crivaro